En el acto de puesta en circulación, en la sede de la Academia Dominicana de la Historia, el martes 27 de septiembre 2022,  de la más reciente obra del destacado historiador y economista Bernardo Vega, titulada “Las dolosas elecciones de 1994 y su coincidencia con el embargo contra Haití”, su presentador y prologuista, el Dr. Flavio Darío Espinal, prestigioso jurista, diplomático y politólogo, exhortó al Lic. Vega a considerar en sus futuras investigaciones la posibilidad de ahondar, con su proverbial acuciosidad historiográfica, en las complejas incidencias que se suscitaron en el país en torno a las elecciones de mayo de 1978.

Además de muchos artículos y análisis de prensa, dos importantes libros han trillado el camino de la indagación histórica que merece ser continuada, constituyéndose en referencia imprescindible, a nuestro modesto criterio, para aproximarse al estudio de la crisis electoral de 1978. Nos referimos a “Días de Incertidumbre”, del agudo periodista Pablo Jerez (Estados Unidos, 1995) y “Al borde del caos. Historia oculta de las elecciones de 1978.”, del consagrado periodista e historiador Miguel Guerrero, publicado en 1999.

Pero es mucho lo que aún falta por explorar respecto a la referida crisis; restan importantes testimonios aún por recabar y documentos que deben ser conocidos. Persisten aún muchas incógnitas e interrogantes pendientes de respuesta. De  ahí la pertinencia de la exhortación del Dr. Flavio Darío Espinal al Lic. Vega

¿Qué ocurrió, realmente, en aquellas horas lúgubres y tensas, tras la celebración del certamen electoral del 16 de mayo de 1978?, ¿Quiénes -militares y civiles- orquestaron la trama golpista para desconocer la voluntad popular manifiesta en la inclinación de las urnas a favor del candidato opositor Silvestre Antonio Guzmán Fernández, del Partido Revolucionario Dominicano?

1.- Un preámbulo necesario para comprender la crisis electoral  de 1978.

No es preciso explicar la gravitación política que durante el régimen de los doce años en que gobernó Joaquín Balaguer (1966-1978), ejerció la cúpula militar y policial sobre nuestro devenir histórico contemporáneo. A los principales jerarcas militares, Joaquín Balaguer los mantuvo divididos, dispensándoles a ratos, con bien graduadas intermitencias, su favor o su frialdad, en una maquiavélica estrategia encaminada a acrecentar sobre ellos su poder y su ascendiente, fiel a la clásica divisa que tanto conocía y aplicaba del “divide y vencerás”.

Era, pues, natural que en la medida en que era más evidente el declive físico del líder reformista, aumentara en los militares el temor de ver peligrar sus privilegios y su acostumbrada incidencia.

Si en las elecciones de 1970, todavía bajo el liderazgo de Bosch, el PRD decidió abstenerse de participar en el proceso electoral ante las manifiestas desventajas para competir con el líder reformista, prohijado por la cúpula militar, conducta que se reeditó en 1974, ya bajo el liderazgo de José Francisco Peña Gómez, en las elecciones de 1978 fue manifiesta y decidida la voluntad del principal partido opositor de disputar el poder al viejo caudillo reformista, para lo cual era inevitable enfrentar el poder civil y militar que orbitaba en su entorno.

Procurando suavizar las tensiones existentes y apaciguar resquemores que eran notorios a medida que se acercaban las elecciones, en agosto de 1977 se produjo un encuentro entre el Dr. José Francisco Peña Gómez y el Lic. Jacobo Majluta con los principales líderes de la cúpula militar, representados entonces por el secretario de las Fuerzas Armadas y el jefe de la Policía Nacional.

En el referido encuentro, fue el Dr. Peña Gómez quien reveló los principales puntos convenidos con la cúpula militar, a saber:

1.- Los militares se comprometieron a entregar el poder al PRD, en caso de que este ganara las elecciones de 1978.

2.- El PRD tendría plena facultad, de ganar el poder, de hacer todos los cambios que el nuevo gobierno estimase conveniente.

3.- Que no tomarían parte en la contienda electoral.

Los dirigentes del mayor partido opositor se comprometerían, por su parte:

1.- A no hacer ningún tipo de pronunciamiento que pudieran contribuir a dividir a las Fuerzas Armadas.

2.- A no explotar ningún germen de descontento entre los uniformados y

3.-  A que cada vez que se produjese algún acto de represión militar contra perredeistas, los dirigentes de ese partido se dirigirían, ante todo, a sus superiores para que adoptaran las medidas de lugar.

Este acuerdo, sin embargo, no sería, en el fondo, más que letra muerta. Tal era la incidencia de la cúpula militar mandante en los procesos eleccionarios, que imponían u obstruían candidaturas, según como las mismas pudieran resultarles favorables o adversas, haciendo añicos el mito de su tan cacareada “apoliticidad”.

Una de las pocas fotos en que figuran juntos, de izquierda a derecha, los generales Nivar Seijas, Valdez Hilario, Pérez y Pérez, Imbert Barreras y Beauchamps Javier.

¿No lo hicieron acaso con el Lic. Fernando Álvarez Bogaert, escogido, por voluntad de Balaguer, como candidato vicepresidencial del Partido Reformista en la convención del 14 de marzo de 1978 y a quien, mes y medio después, hicieron prisionero en Santiago, conducido hasta el aeropuerto de Herrera y de ahí a un recinto militar próximo, siendo conminado a firmar una carta de renuncia, que le habían redactado previamente poniéndole una pistola en la cabeza?.

¿Pero acaso era Balaguer ajeno a la innombrable arbitrariedad perpetrada por los militares contra Álvarez Bogaert? Conforme la versión de Jerez, el veterano periodista Guarionex Rosa hizo inicial referencia a la escandalosa invitación que “ influyentes figuras del oficialismo”  cursaron al Lic. Álvarez Bogaert, pero fue en una sensacional entrevista realizada por el  periodista Alfredo Freites, el dia 4 de mayo de 1978, al Lic. Álvarez Bogaert, donde este revelaría que había entregado a Balaguer su carta de renuncia- renuncia obtenida bajo presión- como ya se indicara,  y que sería este quien decidiría al respecto.

Al día siguiente, el 5  de mayo de 1978,  de forma sigilosa pero que fue advertida a tiempo por la prensa, dos discretos emisarios de Balaguer- el profesor Pedro Pablo Villanueva y el doctor Jaime Guerrero Àvila se presentaron a la Junta Central Electoral a depositar la carta de renuncia de Alvarez Bogaert.

De esta suerte, el Doctor Carlos Rafael Goico Morales, previsible candidato vicepresidencial antes de la escogencia de Alvarez Bogaert, volvería a ser seleccionado nuevamente como  compañero de fórmula de Balaguer.

Los desmanes militares se sucedían en tropel. Un candidato a diputado por la provincia de San Cristóbal fue mandado a buscar de forma compulsiva y encarcelado en un cuartel militar para forzar su renuncia a la candidatura, lo mismo que pretendieron hacer con el entonces candidato a síndico por Puerto Plata Rafael Balbuena Farington, con la sola diferencia de que este, sabedor de la aviesa maniobra que se orquestaba, no fue donde se le citó  ni renunció a la candidatura.

Nada presagiaba, por tanto, a juzgar por los tropelías militares antes descritas, que los mismos estaban en actitud de respetar el veredicto emanado del sufragio popular en el delicado certamen electoral de 1978.

2.- Las elecciones del 16 de mayo de 1978 y los aprestos para desconocer sus resultados.

A pesar del laborantismo cívico- militar del oficialismo para permanecer en el poder, un anhelo de cambio había cobrado fuerza en distintos sectores sociales, sectores que cifraban sus esperanzas en el principal partido opositor, el Partido Revolucionario Dominicano y su candidato Silvestre Antonio Guzmán Fernández.

Valiosos esfuerzos técnicos se habían realizado para revestir de la debida credibilidad  el proceso eleccionario. Por vez primera el país estrenaba el registro electoral, gracias a la asesoría que al respeto brindara la Organización de las Naciones Unidas y técnicos dominicanos habían acudido a Chile para prepararse en el sistema informático entonces más avanzado, mediante el uso de ordenadores Univac 4001, los que entonces se reputaban como los más modernos en lo que respecta a cómputos electrónicos.

A pesar de los naturales incidentes, el proceso transcurriría con normalidad, siendo muestra de admirable comportamiento cívico. No obstante, todo comenzaría a enrarecerse y a subir de tono la crispación y el nerviosismo, especialmente en el sector oficialista, a medida que los resultados preliminares  de sus centros de cómputos les iban indicando la ventaja que llevaba el candidato opositor sobre el candidato oficiliasta.

Y es aquí donde comienza a entretejerse la tupida madeja de la trama golpista. Al respecto existen diferentes versiones, no siempre coincidentes.

El historiador Fernando Infante en su interesante libro “ Aquelarre”, dedicado a narrar importantes incidencias del periodo 1978-1982, relata que: “la noche del 16, los generales reunidos en la Secretaría de las Fuerzas Armadas, seguían con bastante nerviosismo los resultados nada alentadores para sus aspiraciones, de acuerdo a cómo se iban desarrollando, ellos fueron los primeros en saber con certeza que su candidato había sido vencido en las urnas por el oponente que representaba el partido al que tantas vejaciones le habían proporcionado durante los doce años del reformismo.

En conocimiento de esa ingrata situación para ellos, el Secretario de las Fuerzas Armadas, Juan René Beauchamps Javier y el jefe de la policía, Neit Rafael Nivar Seijas, tomaron la iniciativa para preparar un operativo que les permitiera escamotear los resultados electorales y de ahí en adelante tratar de que todos los centros electorales del país pasaran a control militar para manipular los votos de manera que al final de cuentas emergiera el Partido Reformista como “ganador”.

Otra versión, ofrecida por el Lic. Vinicio Castillo Semán, consignada en el artículo “La noche del 16 de mayo de 1978 y anécdotas de Beauchamps”, publicado en el Listín Diario el 26 de octubre del año 2009, artículo en que su autor afirma recoger la versión que de aquellos hechos obtuviera de su padre, el Dr. Marino Vinicio Castillo, quien estuvo en la sede de la Secretaría de las Fuerzas Armadas aquella noche, invitado por su amigo de infancia y titular de la cartera, general Juan René Beauchamps Javier a fines de que desde su despacho pudieran esperar los resultados del proceso electoral celebrado aquel día.

Conforme la versión publicada por el Dr. Castillo Semán, hasta las 10:00 de la noche de aquel día el general Beauchamps estuvo relajado y reinaba la calma en la sede de las Fuerzas Armadas, pero  todo comenzó a dar un giro dramático cuando a la misma se presentó un “prominente oficial de las Fuerzas Armadas, ya fallecido, desde la residencia del Doctor Joaquín Balaguer, iniciándose de inmediato una reunión a puerta cerrada con los máximos jefes militares en el despacho de Beacuchamps,  a la que mi padre no tuvo acceso. Tan pronto concluyó esta reunión, el general Beauchamps salió totalmente transformado, y ante el asombro de mi padre y en su presencia, se empezaron a  impartir órdenes de interrumpir los conteos de la Junta Central Electoral, las transmisiones de televisión y  radio y otras drásticas medidas represivas que apuntaban claramente a la consumación de un golpe de estado militar”.

Además de la incógnita no despejada en torno a la identidad de aquel alto oficial proveniente de la residencia del Presidente Balaguer, surgen de inmediato al estudioso de los hechos profundas conjeturas e interrogantes: ¿Qué mensaje había traído el emisario en cuestión desde la casa del mandatario, que soliviantó a los altos jerarcas militares allí reunidos, demudando el rostro de Beauchamps, hasta hacerle modificar radicalmente  su plácida compostura de momentos anteriores?

¿Con posterioridad a la visita inesperada del alto oficial antes descrito, se presentó también ante los jerarcas militares reunidos un civil encendiendo la alarma en torno a los resultados electorales que le eran adversos?

¿Si el Dr. Marino Vinicio Castillo, acompañado del general Beauchamps Javier y el general Nivar Seijas, son  quienes, al trasladarse en el Lincoln placa No. 3 del segundo hasta la Máximo Gómez 25, enteran al Dr. Balaguer de los aprestos golpistas ya en marcha, qué explica que horas antes, proveniente también de la residencia del primer mandatario, el referido alto oficial acudiera presuroso a reunirse con la cúpula militar, detonante que dio inicio a los intentos de abortar los resultados del proceso comicial?

¿Qué fue a decir aquel acto oficial? ¿Y si no fue en nombre del Dr. Balaguer, por mandato de quien se dirigió a la sede de las Fuerzas Armadas encerrándose a solas con la cúpula militar allí presente para tramar el desconocimiento de los resultados comiciales, entrando en acción a tales efectos el Comando de Operación de las Fuerzas Armadas ( COFA) ?

¿Qué otros factores y actores incidieron para impedir la consumación del golpe de 1978?, ¿ ¿Había pactado el general Pérez y Pérez con Peña Gómez y el PRD, para con su reconocido ascendiente militar, impedir el golpe?, ¿ No era acaso el general Pérez y Pérez el militar de más incidencia en los cuarteles, cometiendo Beauchamps y Nivar Seijas la ingenuidad de no contar con que su pericia y liderazgo podían ser factor clave para contrarrestar sus planes golpistas?

¿Cuánto se sabe en el país, al día de hoy, de los planes de contingencia  adoptados por un grupo de coroneles, bajo el liderazgo del general Adriano Valdez Hilario para defender la legalidad del escrutinio electoral de 1978  ante cualquier intento de vulnerarlos, hecho del cual existen confiables testigos y actores que hasta el momento han guardado reserva de su participación en aquellas horas decisivas?

3.- Meses después, Balaguer opinaría sobre los aprestos golpistas de 1978.

En marzo de 1979, Balaguer, ya en la oposición, sería invitado a participar en una importante cumbre de Ex. Presidentes constitucionales de América Latina, a celebrarse en Venezuela. Aunque finalmente no asistió a la misma, preparó una disertación escrita en la cual, entre otros aspectos, hizo mención de la crisis suscitada meses antes, en el certamen electoral de 1978.

Referiría en uno de los párrafos más significativos al respecto:

Yo podría, no sin disculparme por recordar aquí un caso en que me vi en la obligación de participar como uno de los factores determinantes, aludir al reciente traspaso de los Poderes Públicos a un gobierno constitucionalmente electo en la República Dominicana. Los militares, en su mayor parte figuras que habían pertenecido a las fuerzas armadas de la Era de Trujillo, no se sentían en disposición de aceptar ese cambio de poderes porque se tenía al Partido Revolucionario Dominicano, que triunfó en el debate electoral, como hostil a los institutos castrenses; un caso en cierto modo similar al de APRA en el hermano pueblo del Perú.

Bastó, no obstante, que existiera en el Presidente de la República y en la mayoría de las fuerzas vivas de la nación la voluntad de hacer respetar el resultado de los sufragios, para que surgiera ilesa de esa confrontación la democracia representativa. Se trata, en el presente ejemplo, de un país de larga tradición militar, y con una herencia de usurpación del poder público que había calado en varias generaciones y que tenía una duración de más de treinta años”.

Desde luego, faltó decir al Doctor Balaguer, que esos militares de mentalidad cavernaria jugaron papel clave en sus hábiles maniobras para mantanerse en el poder, como le faltó decir que “además de las fuerzas vivas”, que tan decisivo papel jugaron en la solución de la crisis, jugó un papel de primer orden el Dr. José Francisco Peña Gómez con su indiscutido ascendiente internacional.

Para saber lo que pensaban entonces los norteamericanos sobre aquella difícil coyuntura, y su papel en ella será preciso acudir a la documentación desclasificada de sus agencias, cuando la misma se encuentre disponible. Solo entonces podría tenerse una versión más cabal de aquellas horas lúgubres y tenebrosas en que nueva vez, como tantas  en nuestra historia, la fuerza pugnó por suplantar la razón y el derecho.