El año pasado tuve el honor de ser parte de un selecto grupo de profesionales dominicanos residentes en los Estados Unidos que, bajo el liderazgo del Congresista Estadounidense Adriano Espaillat y el Chairman de la Diaspora & Development Foundation, Arq. Rodolfo Pou, concebimos y elaboramos la Primera Agenda Integral de Cooperación y Desarrollo de la Diáspora Dominicana y el Gobierno Dominicano. La Agenda, presentada al primer mandatario dominicano, Presidente Luis Abinader, en el mes de septiembre en la ciudad de Nueva York, y ante otros escenarios públicos y privados en los meses subsiguientes, tanto en Santo Domingo como en Estados Unidos, es un ejercicio que nunca antes se había realizado.
El documento registra el rol que la diáspora dominicana quiere y puede asumir en el desarrollo de su nación de origen, y compila propuestas en los pilares de productividad, gobernanza, educación y salud. Propuestas que trascienden la estrecha óptica de las remesas, yendo desde la facilitación de la doble ciudadanía dominicana a los nacidos fuera del país o la creación de fondos o instrumentos de inversión, hasta la participación de los profesionales capacitados de la diáspora, en proyectos de salud y educación. No obstante, más que una lista de proyectos puntuales o iniciativas para empoderar a la diáspora, la Agenda pretende abrir puertas a una diáspora dominicana ya empoderada y con ganas de actuar.
En la última década, internacionalmente se ha puesto de ‘moda’, por así decirlo, el que los gobiernos y políticos quieran realizar actividades para y con sus diásporas. Una conferencia allá, un encuentro por aquí, cursos y talleres por doquier, un reconocimiento después… Y esas cosas no están mal. Serán siempre bienvenidas y provechosas. Pero la diáspora nuestra, la dominicana, aquella compuesta por criollos y descendientes que, por razón cualquiera, se encuentren viviendo fuera de su tierra natal, tenemos el mismo derecho que los que viven en suelo dominicano de participar y ser valorados, de actuar y ser escuchados, de determinar y ser incluidos.
No queremos dádivas, ni que tan sólo se nos valore por los dólares que mensualmente enviamos a nuestras familias vía las remesas. Eso no. Así ya no.
Los dominicanos en el exterior queremos colaborar proactivamente con el progreso y el desarrollo social, político y económico sostenible de la República Dominicana. Apetecemos participar en las discusiones de reformas estructurales, en lo democrático, lo fiscal y lo constitucional. Pretendemos contribuir, fortaleciendo lazos que beneficien a nuestra gente aquí y allá, con reales instrumentos y oportunidades de negocio e inversión. Queremos movilizar de manera integral y sostenible, las conexiones y recursos con los que contamos para llevar innovaciones, tecnologías y perspectiva global a Quisqueya.
La Agenda de la Diáspora Dominicana no es un checklist para que los distintos ministerios o instancias públicas y privadas revisen y vayan tachando lo que se vaya logrando. Incluso, aunque se pueda leer así, esta no fue concebida ni elaborada con ese propósito. Es un documento vivo. Con capacidad de evolucionar, si se quiere. Es un primer mapa de ruta compuesto por pinceladas finas y trazos gruesos. Algunas propuestas sencillas y otras tantas más complejas. Pero todas articuladas sobre el “llamado a la acción”, de lo que podemos y queremos hacer ahora, en este momento.
La Agenda es mucho más que un documento integral. Es una herramienta articuladora, que se presenta como el “llamado a la acción”, con una clara intención de hacer ver y valer el rol que la diáspora quiere y puede jugar.
Pilares de desarrollo para una agenda, vendrán y se irán. Iniciativas y proyectos se elaborarán y concluirán. Los aportes que la diáspora dominicana puede ofrecer y motorizar para el desarrollo del país, apenas están en sus inicios y a su vez perfilados en el documento que se le presentó y valoró el Presidente Abinader. En él queda claro que todos somos co-partícipes del proceso de evolución de nuestra amada Quisqueya. Los que nos fuimos, nos trajeron o nacimos en otras tierras, muchas veces sentimos una responsabilidad mayor con nuestro país. Una a la que podemos darle curso. Una, que finalmente ha llegado a un escenario de madurez social, política y profesional que nos permite colaborar y actuar en favor de ella. Porque en realidad, la Patria no nos falló. Como tampoco pensamos fallarle a ella.
Así que, ya es hora de abrirle las puertas a una diáspora empoderada. Y la Agenda de la Diáspora es el primer paso para hacerlo.