Homilía del P. Manuel P. Maza Miquel, S.J., en la Eucaristía en memoria de Mario Domingo Dávalos Sardiña (18 diciembre, 1947 – 17 mayo 2024, celebrada en la parroquia universitaria Santísima Trinidad, el domingo 16 de junio, 2024.
Queridos todos: nuestra fe ilumina todos los eventos. Ella nos ayuda a dar gracias por la vida de Mayito. Lo hago en este altar junto a mis compañeros, el P. Guillermo Perdomo Montalvo, S.J., y el Padre Javier Vidal, S.J., quien fuera nuestro superior provincial y colega de Mayito en Fe y Alegría.
Este es el marco adecuado para agradecer su vida, pues es imposible hablar de Mayito sin mencionar a su esposa y sus hijos, receptores de su ternura, sus bromas, amistad sincera, respeto y complicidad para todos sus proyectos. Para dar gracias por la vida de Mayito hay que hacerlo entre sus amigos que esta tarde llenan esta iglesia de la parroquia universitaria Santísima Trinidad.
Hemos hecho bien en sacar este momento para recordar a este anfitrión, de estelar capacidad de acogida, de escucha, de ponerse en el lugar de otra persona. A Mayito hay que sacarle su tiempo, pues con Mayito se conversaba sin tiempo, de todo. Él siempre tenía menudo para devolver.
Ya Andy Dauhajre y Marina Ortiz nos han brindado exquisitas reseñas de la vida profesional de Mario Dávalos y su calidad humana.
Junto a ustedes, lo recuerdo, como un hombre crítico, solidario y dichoso.
Un hombre crítico
Dotado de una notable capacidad de gestión administrativa. Era un excelente investigador y un brillante expositor, puso esa competencia al servicio de la gestión de diferentes esfuerzos. Fue un maravilloso director de orquesta, dándole su lugar a cada músico y su competencia y cuando hacía falta reclamando vigorosamente y a dos manos la entrada en “crescendo molto vivace” de toda la orquesta.
Compartió con otros sus capacidades, sirviendo, entre otras instituciones a: BanFondesa, Banco ADEMI, Banco ADOPEM, BHD, Banco Popular, Banco Santa Cruz, Asociación La Nacional y Asociación Popular.
No buscó nunca las cámaras, pero tenía el arrojo necesario para entrar cualquier jaula de leones sin reclamar su atención, ni hacerles mucho caso.
Ya desde niño, destacaba en el Colegio de Belén de La Habana, Cuba en todas las distribuciones de premios. Belén reconocía a los tres mejores estudiantes de cada curso y también, concedía varios premios en cada asignatura. Cada año, Mario Domingo Dávalos Sardiñas figuraba entre las excelencias y los premios de cada asignatura.
Esta frase le retrata: quien ha gustado la crítica, se sentirá incómodo con los dogmatismos. Mayito gustó y saboreo la crítica en su juventud, junto a su amigo Jorge Machín, S.J., “el cubano”, con una tesis de maestría en la Universidad de St. Louis, Missouri, sobre Juan de Jandun († 1328), un implacable y valiente crítico del ejercicio de la autoridad en la Iglesia católica y en las monarquías de la época. Juan de Jandun, fue gran amigo y compañero de luchas de Marsilio de Padua († 1342), Rector de la Universidad de París. Ambos activos en la primera mitad del siglo XIV.
Tal y como quería el Presbítero Félix Varela (†1853) para la juventud cubana de su época, Mayito siempre pensó “con cabeza propia”.
Amante de la sabiduría, es decir, filósofo por vocación, no se satisfacía con explicaciones fáciles, siempre escudriñó “las últimas causas de todas las cosas” como afirmaba el Estagirita.
A través de sus investigaciones organizadas con puntillosa seriedad aspiró a ir más allá de lo que la sociedad consideraba bueno y válido para asomarse con respeto a la cambiante realidad.
Mostró consistentemente el aprecio por la gente de a pie, a los pequeños. Fondomicro y Mayito se buscaron y se encontraron.
Hay que tener mucha seriedad científica y un gran corazón para reconocer en las pequeñas empresas “al coloso de la economía dominicana”. Fue así, cómo Mayito estudió desde Fondomicro a las pequeñas empresas, los colmados y los talleres.
La Iglesia nos enseña que el Señor es el único que conoce la fe y la devoción de cada uno, sin embargo, podemos admirar dos rasgos del creyente que fuera Mario Dávalos.
Un profesional solidario
La primera lectura de la misa de hoy nos habla de una de las grandes pasiones de Mayito: “un cielo nuevo y una tierra nueva”.
Desde joven, creyó en la incidencia social y política de la fe. Mayito se interesaba en cómo iba la economía y lo público, no solamente, porque pudieran afectar sus intereses, sino porque se interesaba con sinceridad en el bien común.
Supo unir el ejercicio de su vida profesional poniendo en práctica su apreciada y buscada competencia financiera y al mismo tiempo, se vinculó decidida y permanentemente en proyectos de bien social. Ya hemos mencionado su aporte decisivo a Fondomicro. Sabemos que asesoró grandes empresas exitosas en la gestión de sus asuntos, e intervino de manera eficaz y discreta en la solución de graves desafíos financieros de nuestra sociedad, pero cuando miramos su trayectoria, hay dos instituciones que figuran a lo largo de los años como beneficiarias de su saber, solidaridad y competencia, me refiero a: “Fe y Alegría” y al ILAC, “Institute for Latin American Concern”, la Misión ILAC, situada en Licey al Medio, con 50 años de ayuda al campesinado pobre en temas de salud, desarrollo y promoción. En el salón ejecutivo del ILAC, cuelga una foto de Mario Dávalos. Todas las juntas de directores de Fe y Alegría contaban con la presencia de Mayito y sus intervenciones oportunas, amables e independientes.
Un hombre dichoso. En las bienaventuranzas.
Fue su esposa, Rosalina Perdomo Montalvo, quien escogió esta lectura de las bienaventuranzas (Mateo 5, 1 – 18) cuya luz ilumina lo profundo de Mayito.
La grandeza humana, que incluye el humor. ¿Cómo no recordar a Mayito, zapateando en el piso con dos pies, un chiste bien contado? Desde hace más de 50 años me apodaba “el Padre Garrandazu”. En los finales de los sesenta. En el Centro Bellarmino, conversábamos debajo de una mata Mayito, su amigo Jorge Machín, S.J., y un servidor. Se nos acercó un señor de aspecto siniestro. Se dirigió a mí: “voy a Santiago de Cuba. Deme, por favor una recomendación. Dígame su nombre para yo mentarlo si me preguntan quién me recomienda”. Yo, con gran reserva del uso que pudiera dar a mi nombre, le dije: “Dígale que le recomienda el Padre Garrandazu”. Y Garrandazu me quedé a lo largo de los años.
A mí me pone a pensar recordar a Mayito como un hombre feliz. Trajo felicidad a su familia, asociados y a muchas personas.
Esta lectura de las bienaventuranzas que ha proclamado el Padre Javier Vidal, S.J., nos coloca delante del centro del mensaje de Jesús. Se sabe que Mateo escribió su evangelio para mostrar que Jesús es el verdadero Moisés. Las bienaventuranzas constituyen su discurso programático. Sorprende que, entre ellas, Jesús no menciona ni la ley, ni el templo. Aquí Jesús no se centra en los mandamientos o en el culto, sino en los caminos de dicha para el ser humano, caminos de plenitud. Jesús coloca al discípulo o discípula delante de la intervención de Dios en la historia y su sentido definitivo: el Reino de Dios. Jesús se concentra en: en afirmaciones que suponen, que ya ha empezado a ocurrir la intervención definitiva de Dios en la historia.
La sociedad se organiza para sacar provecho, controlar, instrumentalizar, Jesús, en cambio, nos propone caminos de felicidad humana respecto de una realidad, el Reino, que ya ha comenzado a ocurrir en nuestras vidas y en la historia y avanza hacia su plenitud. Son caminos contrarios a los valores predominantes en la sociedad.
Pobre de espíritu es aquélla o aquél que pone en el Señor su esperanza. Esperar de Dios el sentido y la plenitud de lo que esperamos
Jesús adscribe un valor decisivo a las relaciones humanas: los mansos, los que lloran, los pacientes, los compasivos, los trabajadores por la paz.
Jesús consideró el compromiso y el deseo de una sociedad justa como un camino de bienaventuranza. Se parcializó al lado de los que lloran, los que padecen hambre y sed de justicia y no del lado de los que detentaban cualquier tipo de poder, ventaja o posición relevante.
No era una toma de posición ingenua, Jesús conoció la persecución, el rechazo y las existencias problemáticas.
Este Mayito, por quien damos gracias en esta misa, nos invita a responsabilizarnos de nuestra felicidad en tres dimensiones de nuestras vidas: la dimensión familiar y de las amistades, la dimensión profesional y la apuesta por una sociedad donde también los pequeños sean dichosos.
Nos acompañan su sal y su luz.