El camino de la democracia dominicana ha sido muy pedregoso. Desde el nacimiento de la República, patriotas y demócratas de pacotilla se han hecho del poder y desplazado, asesinado, ultrajado y llevado al exilio a verdaderos y auténticos ideólogos, estrategas, forjadores y hacedores de nuestra patria.
El poder obnubila y hace de villanos héroes y de paladines traidores. Toca a la sociedad impedir que las acciones infames y viles de los perversos borren la memoria histórica de nuestros prohombres y de todos los que han contribuido de manera destacada a la democracia de la que, con imperfecciones, hoy disfrutamos.
En relación con nuestros patricios, madres fundadoras y restauradores reconozco que instituciones, como el Instituto Duartiano y la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, han realizado a través de sus anteriores presidentes, y así lo continúan haciendo sus actuales presidentes, Dr. Wilson Gómez Ramírez y Juan Pablo Uribe, una labor loable de rescate y difusión del pensamiento y legado duartiano, trinitario y restaurador.
Otros, con también especial valor patriótico y moral, como Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez merecen un lugar especial en nuestra historia pues, por encima de sus intereses particulares, pusieron sus conocimientos, conciencia y compromisos ciudadanos con la verdadera democracia y el mejor destino de nuestro país. Han sido verdaderos diseñadores y constructores de democracia.
Ahora que recientemente se conmemoraba el natalicio del Dr. Peña Gómez pensaba que los miembros del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y aquellos que siguen su pensamiento y obra, cuyos principales integrantes vienen de sus ideas y cercanía, propondrían en el congreso limpiar la memoria histórica de este gran hombre, intelectual, político y demócrata, por la herida que le fuera infringida cuando estuvo cercano a ser presidente de la República.
Efectivamente, en el Pacto por la Democracia, acuerdo al que arribaron José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer, tras el cambio de los resultados electorales de las elecciones del 1994 en la cual Peña Gómez resultó ganador y Joaquín Balaguer alteró los resultados declarándose ganador de las elecciones, además de convenirse en acortar el período de gobierno a dos años del perdedor de las elecciones (Balaguer), se estableció que bastaba con obtener al menos el 40% de los votos para ganar la presidencia en una primera vuelta.
Sin embargo, mediante engaño se firmó un Pacto por la Democracia diferente al acordado por los dos líderes, pues Balaguer también se había mantenido en conversaciones con el PLD, en el cual se estableció, como quedó consagrado en la reforma constitucional de entonces, que para ganar la Presidencia en primera vuelta sería necesario obtener una mayoría absoluta de los votos, es decir más del 50% de los votos.
En homenaje a un demócrata a carta cabal, como lo fue el candidato de primero la gente, los congresistas, sobre todo los del PRM y los verdaderos seguidores del pensamiento y obra de Peña Gómez, reunidos en Asamblea Revisora de la Constitución, donde quiera que estén, deberían, sin sonrojo y de cara al sol, promover y apoyar la modificación del artículo 209, 1) para que se lea en lo adelante como sigue: “Cuando en las elecciones celebradas para elegir al presidente de la República y al vicepresidente ninguna de las candidaturas obtenga al menos más del 40 por ciento de los votos válidos emitidos, se efectuará una segunda elección el último domingo del mes de junio del mismo año. En esta última elección sólo participarán las dos candidaturas que hayan alcanzado el mayor número de votos, y se considerará ganadora la candidatura que obtenga el mayor número de los votos válidos emitidos”.