A Carmen la conocí en el 2009, a propósito de su discurso en la presentación especial realizada en la UASD, de mi primer documental “Mujeres Extraordinarias, Mujeres en el Tiempo, Mujeres sin Tiempo”. Sus palabras me llenaron de hermosas emociones por su sensibilidad, inteligencia y su capacidad de valorar el trabajo de otras mujeres. En estos días hemos coincidido  en una sincronía muy satisfactoria, en ocasión de las conferencias organizadas en escuelas y universidades sobre la vida de Abigaíl Mejía, a propósito de su traslado al Panteón de la Patria. Redescubrir a Carmen y reafirmar tanta solidez intelectual y sobre todo tanta humanidad, me emociona, conmueve y motiva este escrito. 

Carmen es un sueño hecho mujer. Su exquisitez, sus vivencias, su formación, su intelectualidad, sus libros escritos, su alegría al hablar de su sólida red de apoyo lo evidencian.  Ella da testimonio de un grupo de mujeres que lograron un estado de conciencia desde el que superaron los sectarismos en que en algún momento estuvieron imbuidas por luchas partidarias que sembraron criterios de segregación; y han logrado construir un sentido de trascendencia y comunidad que se traduce en sostén para momentos de crisis y compañía en los de alegría, este testimonio me resulta fascinante.

Su historia de vida como hija de un expedicionario de la gesta patriótica del 14 de junio del 1959 o expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo; su crianza con una abuela increíblemente fuerte, entusiasta, feliz y proveedora; y una bisabuela un tanto distante, pero siempre pendiente de ella. Y su infancia marcada por la ausencia del padre y la madre, el acceso a libros y una precoz capacidad de lectura, fueron convirtiéndola en lo que es hoy: Una mujer sin miedo, académica e historiadora con una formación, bagaje intelectual, claridad conceptual y conciencia ética de lo que significa el desarrollo y el respeto de los derechos a toda prueba. 

Carmen es una mujer con una capacidad reflexiva impresionante. Te hace parte de su admiración a tantas mujeres que estuvieron en la cárcel por luchar por nuestra libertad, cuyas vidas no han recibido el suficiente reconocimiento ya que no han sido parte de la historia oficial. Desde ese conocimiento, ella se reafirma en su intención y deseo de continuar escribiendo, investigando y rescatando la historia de las mujeres y de hombres como su padre. Carmen, al igual que como se describe Sor Juana Inés en un poema, pone bellezas al entendimiento. 

Tratando de describir a Carmen, saltó a mi memoria ese poema genial de Maya Angelou, titulado Mujer Fenomenal, en donde habla de la sorpresa que ella causa en las mujeres hermosas, que se preguntan dónde radica su “secreto”, pues no nació para vestir tallas de modelo. Y les explica que el secreto está en ser una mujer fenomenal. Esa que se acerca a cualquier lugar lo más tranquila posible… Que tiene fuego en sus ojos… Y alegría en sus pies… Poseedora de un gran misterio interior, que es la gracia de su estilo. Esa, cuya cabeza no se inclina. Esa mujer que cuando la ves pasar te sientes orgullosa, y que sientes que necesitas su cariño, porque definitivamente es una mujer fenomenal. Y la verdad es, que así es Carmen. 

Un torbellino de colores, un aliento, una esperanza, un estallido de amor y empatía. 

Una intelectual impresionante.

Carmen es júbilo, serpentina acompañada de La Primavera de Vivaldi. 

Carmen es amor que brota y se derrama. Es el ejemplo de lo que debemos aspirar a ser. 

Carmen es un resplandor, una trayectoria, un camino, es la idea, la palabra, el sentimiento, la lucidez, el discurso, el hacer. 

Gracias, Carmen, por brindarme tu amistad. Me honras. Gracias por SER y por ESTAR. 

¡Que la vida te sonría!