En los resultados del estudio que hicimos para Profamilia Masculinidades y violencia de genero en zonas urbano-marginales de cuatro provincias el país (2019), se presentan desde las historias de vida de hombres de diferentes estratos sociales y contextos convergencias y divergencias con respecto a su participación como agresores y/o víctimas de violencia de género.
La violencia de género está presente en la vida de muchos de los adolescentes y hombres entrevistados de diferentes grupos de edad y estratos sociales. Esta inicia en la familia, donde se reconocen círculos de violencia intrafamiliar, tanto en estratos pobres, medios y altos. Algunos hombres en esos círculos de violencia, en los que sus madres eran víctimas de violencia ejercida por sus padres asumieron roles de defensores de sus madres y agredieron a padres y padrastros. Aprendizaje de violencia-agresión en una relación afectiva, padre-hijo, padrastro-hijo, así como la interiorización de la violencia de género como parte de su dinámica familiar.
Las causas de la violencia se pueden identificar claramente en factores como : su naturalización desde las normas de convivencia familiar, los agresores fueron victimas al interior de sus familias, la negación del autocontrol en la construcción de la masculinidad fomentándose así la reactividad agresiva y la imposición autoritaria del poder masculino ante toda situación de conflicto familiar y social así como también la competencia de poder y la complicidad en las redes de pares que se tejen desde la niñez. La complicidad masculina que se teje en estas redes refuerza la violencia de género con los símbolos del “honor” y silencia los casos de feminicidios evitando la investigación y visibilización de los mismos. La solidaridad masculina se convierte así en una gran barrera en la erradicación de la violencia y los feminicidios.
La violencia de género es parte de un gran circuito que tiene sus bases en la desigualdad en los roles de género aprendidos desde temprana edad, en ellos el ejercicio autoritario del poder masculino se hace presente con una paternidad ambivalente entre la ausencia y la presencia no-afectiva. Tanto la violencia de género como la violencia contra la niñez atraviesan la historia familiar y la vida actual.
Los adolescentes y hombres presentan un aprendizaje temprano de la violencia en las relaciones afectivas padres-hijos, padrastros-hijastros así como en la interiorización de la violencia de género como parte de la dinámica familiar. Muchos hombres vivieron en su niñez la violencia de sus padres/padrastros contra sus madres, en familias nucleares, algunas veces en forma traumática. Siendo así que las familias nucleares se convierten en el modelo familiar con mayor influencia en la vivencia directa de la violencia de género.
La mirada a la violencia de género en forma externa de los hombres hace referencia a su la débil asunción de su responsabilidad en ella. Muchos acusan a las mujeres de ser causantes de la violencia de género por sus prácticas de “infidelidad” “cuernos”, otros consideran que la violencia de género es una respuesta “natural” en el hombre por su naturaleza biológica agresiva. Junto a esta culpabilización de las mujeres yacen tendencias opuestas, que rechazan la violencia de género y niegan su justificación. Las diferencias entre estas tendencias no están vinculadas a grupos de edad, ni a estratos sociales, y en ambas se presenta la diversidad.
En los relatos de algunos hombres que se reconocen como agresores que han ejercido violencia de género encontramos distintos matices. Se presenta el caso del agresor que culpabiliza a la mujer por provocar la agresión por no querer cocinar en un fogón. En ese caso se muestra la intervención de la familia de ella en complicidad con el agresor exponiéndola a la revictimización al “convencerla” de que regrese a su hogar. El otro matiz que se presenta es el del hombre que no se reconoce agresor, sino que la mujer lo acusa supuestamente de acciones que él no ha cometido contra ella.
Hay casos de agresores que identifican su agresión como un problema de falta de paciencia en medio de situaciones de conflictos y recurren a la agresión como una respuesta interiorizada. En esa interiorización de la violencia aparece la reproducción de los círculos de violencia de género en la familia de origen.
En el estudio se muestra la fuerza que tiene la complicidad entre hombres frente a la violencia de género. Los feminicidas informan a sus amigos del hecho pero estos no los denuncian. El silencio para no delatar al amigo que cometió un crimen se convierte en el enclave principal de un sistema de ocultamiento del feminicidio favoreciendo su reproducción y expansión.
En muchos casos de feminicidios grupos de pares, amigos del agresor se percatan del hecho antes o después del mismo y no intervienen para salvar a la víctima o denunciar al agresor. Esta complicidad sirve de sostén a la violencia y favorece su permanencia.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY