¿Qué es lo primero que viene a la mente si estás en Rusia y quieres llevarte un recuerdo?

Una matrioshka, sin duda alguna. La conocida muñeca de madera hueca con otra más pequeña adentro y ésta, con otra aún más pequeña, pudiendo llegar a tener cinco, siete, diez. El número no tiene límite; existen ejemplos de cuarenta, cincuenta y hasta de setenta y cinco figuras. La experiencia de abrirlas es emocionante, ir descubriendo cuántas serán finalmente, serán iguales o cada una tendrá un diseño diferente se asemeja a un juego de azar.

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La matrioshka.

Parecería que no hay nada más ruso que una matrioshka, pero… resulta que su origen está en Japón.  La idea original se le ocurrió a la esposa de uno de los hermanos Mámontov, una familia de comerciantes y mecenas moscovitas de finales del siglo XIX.  María Alexándrovna viajó entonces a Japón, donde vio numerosas obras de artesanía. Entre ellas hubo dos que podrían ser el origen directo de la matrioshka: las muñecas Kokeshi, típicas del norte de Japón, hechas a mano con madera y pintadas, y las figuras de Sitifukudzin, los siete dioses de la buena suerte, que se guardaban uno dentro del otro.

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Muñecas Kokeshi

Se le ocurrió que se podría crear algo parecido, pero al “estilo ruso” que estaba muy de moda en esa época. Existían numerosos talleres que fabricaban joyas, ropa y artículos de hogar “à la russe”.

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Muñecos Sitifukudzin

Su marido Anatoly Mámontov era dueño de uno de estos talleres, “Educación infantil”, que se dedicaba a fabricar lo que hoy día llamaríamos “juguetes educativos”. Entre ellos había muñecas de madera en trajes típicos de diferentes regiones de Rusia. La inspiradora participación de María Mámontova permitió que el resultado de su idea no siguiera siendo un producto cualquiera, sino que comenzara la maravillosa vida de un símbolo artístico popular.

Así en 1898 nació la primera matrioshka. El artista Sergey Malyutin diseñó el primer modelo de la muñeca y el artesano Vasily Zviózdochkin lo llevó a cabo. Tenía ocho figuras.  La más grande representaba a una campesina de cara redonda con un traje típico, un pañuelo colorido en la cabeza y un gallo negro bajo el brazo. Las otras incluían varias niñas, un niño y un bebé en pañales. Toda una familia feliz y trabajadora. El nombre del juguete provenía de Matriona, un nombre muy popular entre campesinos, que significa “mujer casada”, “madre de familia”.

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La primera matrioshka.

La primera matrioshka tuvo un exitoso debut en la Exposición Universal de París de 1900, donde ganó la medalla de bronce. A partir de entonces comenzó su producción en masa y su fama creció rápidamente, propagándose por todo el mundo y convirtiéndose en símbolo de Rusia.  Fue premiada con la medalla de oro en la Exposición Universal de Milán de 1906. Participó en las ferias anuales de Leipzig y el bazar anual de artesanía de Berlín.  Más tarde, la Sociedad Rusa de Transporte y Comercio creó una exposición itinerante e introdujo la muñeca rusa en Grecia, Turquía y Oriente Medio. Unos años después la asociación "Artesanos rusos" abrió su tienda permanente en París, en la que estaban ampliamente representados los productos de los artesanos rusos, incluyendo las matrioshkis.

Su fama llegó hasta Japón y en 1911 apareció una versión japonesa, que era una copia exacta de la muñeca rusa que sólo se diferenciaba por los rasgos faciales y la falta de barniz.

La matrioshka japonesa.

Otro ejemplo de este “cruce cultural” fue la experiencia del artista japonés Yamamoto Kanae, que viajó por Rusia en 1916. Durante dicho viaje visitó una escuela para niños campesinos fundada por el escritor León Tolstoi. Impresionado por los resultados de la educación artística, organizó talleres de artesanía en la prefectura de Nagano, donde los campesinos producían juguetes de madera “puramente japoneses” que mostraban claramente su ascendencia rusa.

En actualidad, las matrioshkis han aumentado su variedad y los artesanos han experimentado con la forma traspasando los límites tradicionales. Las hay con figuras de líderes políticos, estrellas de música o deportes. Algunas son de temática literaria o histórica, pueden tener forma de cono u óvalo. Muchas de ellas son consideradas juguetes de autor y verdaderas obras maestras. En 2001 fue abierto Museo de la Matrioshka en Moscú, el único en el mundo que da a conocer y difunde la historia de las muñecas rusas.

Siguen siendo el souvenir número uno, nadie se va de Rusia sin comprar una. Igualmente son muy populares en Japón, donde también las siguen fabricando hasta el día de hoy.