Corre el año 1945, la Segunda Guerra Mundial está a punto de terminar. Adolf Hitler, al ver la inminencia de su derrota, se suicida, y ese mismo día, sin saber todavía la noticia, una reportera de guerra exhausta después de visitar el campo de concentración de Dachau logra colarse en la casa del Führer en Múnich. Según contó ella misma, durmió en su cama y luego decidió darse un baño para quitarse el barro, el polvo y los horrores del día anterior. Su colega David Scherman le hace el retrato que se convierte en una de las imágenes más icónicas de la historia de la fotografía. A pesar de esto, pocos saben quién fue su protagonista.