¿Qué se esconde tras la Gran Ola?
El verdadero simbolismo de La Gran Ola de Kanagawa ha estado sujeto a numerosas interpretaciones y controversias. Según una sencilla descripción iconográfica, la conocida estampa representa tres lanchas amenazadas por una gigantesca ola que se abalanza sobre ellos, con el monte Fuji al fondo de la escena.
No se trata de un tsunami, como piensan muchos, sino de una ola-monstruo que se genera cuando diversas olas se juntan en una única, más alta y devastadora. Su cresta convertida en terribles garras está a punto de embestir a los marineros.
La composición asimétrica hipnotiza al espectador y crea la sensación de estar arrastrado al agua, sobre todo para un japonés, que sigue la dirección de la lectura de derecha izquierda, e infunde a la imagen un dramatismo y una escala extraordinarios originando una de las mejores representaciones del poder del mar en la historia del arte.
Sin embargo, el protagonista de esta obra es el monte Fuji que apenas se ve tras la enorme ola que casi lo tapa por completo.
Monte Fuji
Fuji es un símbolo nacional japonés, un lugar sagrado y la montaña más alta del país. Es venerado por la religión sintoísta desde el siglo VII. Infundía cierto temor, por la posibilidad de una erupción ya que es un volcán, pero también adoración, pues la nieve de su cima era una fuente de agua, y según se cree, su cumbre contenía el elíxir de la inmortalidad. En la estampa, sin embargo, Fuji está reducido a un pequeño punto que parece diminuto comparado con la inminente ola. En este sentido La Gran Ola simboliza la fuerza incontenible de la naturaleza no sólo capaz de doblegar a los simples mortales, sino de amenazar a un símbolo religioso tan importante como el monte Fuji.
Aunque para el ojo occidental La Gran Ola es una imagen de violencia, es posible que Hokusai la concibiera como una reflexión sobre el tiempo y el equilibrio. La estampa contrapone el monte sagrado a los ajetreos de la vida cotidiana. Las dos grandes masas ocupan el espacio visual, la violencia del océano se contrapone a la serenidad del fondo, convirtiéndose así en la versión de yin y yang en azul. El hombre, impotente, lucha entre los dos, lo que puede constituir una referencia al taoísmo y budismo: las cosas hechas por el hombre son efímeras, y al sintoísmo, donde la naturaleza es omnipotente.
En una tercera lectura, la monstruosa ola puede verse como una metáfora de la llegada de las potencias extranjeras a Japón que podrían destruir la cultura tradicional. En la primera mitad del XIX Japón se debatía entre la apertura al exterior y el aislamiento del Occidente que se mantuvo durante casi dos siglos, desde 1640. Es una expresión gráfica del pensamiento de Hokusai acerca de su nación y su futuro. Según el galerista e historiador del arte británico James Payne, "Es una imagen de Japón que refleja cómo el mar, aquel elemento natural que les protegió y aisló del resto del mundo durante siglos, podía llegar a ser su perdición. En realidad, es la imagen de Japón enfrentándose a un futuro incierto".
Mercado de Tsukiji, Tokio
Pero tal vez todo es mucho más simple y prosaico. Sucede que este tipo de olas suelen formarse cada cierto tiempo en la bahía de Tokio por donde pasaban lanchas rápidas, tres de las cuales vemos en el grabado. Los copos nieve que caen sobre el monte nos dicen que estamos al inicio de la primavera, la temporada alta de la pesca de atún blanco que tenía un gran valor en el mercado de Edo, Tokio actual, siempre que llegase fresco. La ruta más corta para transportarlo era por tierra, pero los comerciantes tenían que pagar unos altos impuestos de aduana por usarla, por lo que preferían la ruta marítima, aunque fuese más larga y peligrosa. Los pescadores que vemos en el grabado ya están de regreso, con sus barcos vacíos, con sus carteras llenas, pero el azar les depara una ola gigante como un castigo por la codicia.
Sea cual sea el significado del grabado, la ola continúa emergiendo dos siglos después para seguir contándonos sus historias.