Jeanne Hébuterne, 1918

La historia de amor de Jeanne Hébuterne y Amedeo Modigliani es una de las más trágicas en la historia del arte. Ella, una joven aspirante a pintora, fue introducida a la comunidad artística de Montparnasse por su hermano mayor, André, incipiente paisajista. Se hizo amiga de algunos artistas del barrio, posó para otros. Su extraordinaria belleza y carisma, su forma de vestir, sus brillantes ojos azules y sus dos largas trenzas atraían la atención de todo el mundo.

En 1917 Jeanne ingresó a la Académie Colarossi, la única que tenía modelos masculinos desnudos, para profundizar su formación. Fue allí donde conoció a Amedeo Modigliani, un pintor famoso ya en los círculos bohemios. Fue amor a primera vista a pesar de la gran diferencia de edad, ella apenas tenía 19 años y él 33. Se mudaron a vivir juntos, sin importarle la radical oposición de sus padres, que eran fervientes católicos. Para ellos el borracho judío era un pervertido y una mala influencia para su hija, así que le retiraron la ayuda económica y cortaron todos los lazos familiares con ella.

Conocido por sus amigos como "Modi", juego de palabras entre un diminutivo de su apellido y la expresión “pintor maldito” (“peintre maudit” en francés), Amedeo es reconocido hoy como uno de los más grandes pintores figurativos de principios del siglo XX por sus desnudos y retratos con característicos contornos sinuosos, cuerpos alargados y rostros melancólicos con ojos almendrados. Sin embargo, su corta vida, entre la pasión y la miseria, fue un caos, agravado por pobreza, enfermedades y adicciones al alcohol y drogas.

Jeanne Hébuterne, Retrato de Amedeo Modigliani, 1919

Jeanne, según quienes la conocieron, era a la vez ternura y silencio, belleza y perdón. Se convirtió en la obsesión y el tema recurrente de Modigliani, quien a pesar de previas relaciones con numerosas mujeres, se enamoró perdidamente por primera vez en su vida.

Pero no era sólo la sombra silenciosa y musa de su esposo, Jeanne fue autora de numerosos retratos, bodegones y escenas de interiores de firmes trazos, colorido brillante y una asombrosa madurez tomando en cuenta su corta edad. Además, adoraba la música, tocaba el violín y diseñaba ropa. Lamentablemente, su talento quedó totalmente eclipsado por el protagonismo de su esposo. Eligió sacrificar su creatividad y su vida entera por el amor.

En julio de 1917 la pareja se instaló en el taller de Modigliani en Montparnasse. En el otoño de 1918, luego de que la primera y única exposición de Amedeo fue clausurada debido a los numerosos desnudos considerados indecentes, la pareja se mudó a Niza. Además de esperanzas de que el cálido clima sea favorable para la muy deteriorada salud de Modigliani, su agente esperaba que allí pudiera vender algunas de sus obras a los ricos amantes del arte que pasaban el invierno en esta ciudad de la Riviera francesa.

Allá nació su primera hija, Jeanne o Giovanna, como le decía su padre. Tuvieron que entregarla a una institución que le asegurara cuidados que sus padres no podían proporcionarle, pero no fue dada en adopción.

En la primavera siguiente, volvieron a París y Jeanne volvió a quedar embarazada.

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Amedeo Modigliani, Retratos de Jeanne Hébuterne, 1919

La situación económica de la pareja era más que precaria, vivían en un cuartucho frío y húmedo y estaban asfixiados por las deudas. Los denominados “amantes de Montparnasse” muchas veces no tenían ni para comer. Su vida se hizo insostenible. Por si fuera poco, Modigliani había ocultado prácticamente a todos que padecía de tuberculosis. Jeanne presintió su pronta partida y lo reflejó en la acuarela “La Muerte”.

El 24 de enero de 1920 Amedeo fue trasladado a un hospital, pero lamentablemente era demasiado tarde. Murió esta misma noche a causa de una meningitis tuberculosa.

Jeanne, a punto de traer al mundo a su segundo hijo, sintió que su vida ya no tenía sentido. Después del entierro, el 26 de enero quedó en la casa de sus padres y, mientras ellos conversaban con su hermano sobre el futuro de ella y sus hijos, se lanzó por la ventana del apartamento en un quinto piso. Tenía 22 años. Hay quienes afirman que lo hizo por amor. Otros dicen que fue por desesperación. Tal vez fueran ambas cosas. El caso es que el cuerpo de Jeanne tardaría mucho en volver a estar cerca del de su amado. Su familia culpó a Modigliani del suicidio y no quiso enterrarla junto a él. Tuvieron que pasar diez años para que el hermano mayor de Amedeo lograra convencer a la familia de Jeanne de trasladar sus restos junto a su amado. Desde 1930 sus restos están juntos en el cementerio Père Lachaise de París. El epitafio de él dice “Llamado por la muerte cuando había llegado a la gloria”; en el de ella se lee “Compañera devota hasta el sacrificio extremo”.

Jeanne Hébuterne, Autorretratos, 1918, 1919

Su hija fue adoptada por la hermana de Modigliani y creció en Italia. Ya mayor escribió una importante biografía de su padre titulada “Modigliani: hombre y mito”.

El trabajo creativo de Jeanne permaneció olvidado durante décadas por decisión de su hermano André, quien fue el heredero legal de sus pertenencias, entre las que se encontraban bocetos, dibujos, acuarelas y óleos que nunca se habían expuesto.

Pasaron más de tres décadas hasta que un experto en arte lo convenció de liberar sus obras al acceso público. En octubre de 2000 las obras se presentaron en una exposición en Venecia. En enero de 2010 se reveló que no todas las obras presentadas eran auténticas. El comisario de la exposición fue acusado de falsificar 77 dibujos. Lo condenaron a dos años de prisión y una multa de 50.000 euros por un tribunal francés.

Jeanne Hébuterne-artista sigue siendo ignorada por la historia del arte y la conocemos más a través de los ojos de Amedeo Modigliani, quien la retrató en más de 20 ocasiones en transcurso de un poco más de 3 años que duró su relación.

Jeanne Hébuterne, La Muerte, 1919