Los grandes tópicos y objetivos

La evaluación de la presidencia de Hipólito Mejía (2000-2004) ha de hacerse en función de los dos grandes objetivos de su gobierno: luchar contra la pobreza y gobernar desde una “casa de cristal”.

Entre las metas y objetivos de su gobierno, el tópico Estado de Derecho no figura en el discurso de juramentación de Mejía como presidente de la República el 16 de agosto del año 2000. Ese elemento fundamental solo aparece tangencialmente en relación con la libertad de cultos:

“Propugnaré por el respeto y colaboración entre el Estado y las iglesias, garantizando el derecho de todos los ciudadanos a la libertad de cultos y cooperando en todas las obras de bien social que requieran asistencial estatal.”

En ese discurso, los ejes principales del gobierno fueron la lucha contra la pobreza y la lucha contra la corrupción. ¿Hasta dónde Mejía logró llevar a la práctica lo que sus discursos repitieron durante cuatro años?

Importa destacar que esas metas y objetivos fueron aplazándose a lo largo de ese período. También que,  como causas del incumplimiento, siempre se argumentaba la existencia de obstáculos y situaciones ajenos al gobierno.

Lucha contra la pobreza

Entre esos dos tópicos, el más importante fue el de la lucha contra la pobreza. Desde el mismo día de su juramentación, Mejía bautizó su gobierno como el de la defensa de los “pobres del país”:

“Recibo, pues, sin reservas, esta carga que Dios ha puesto hoy sobre mis hombros y acepto jubiloso el reto de servir desde la más alta posición del Estado al pueblo dominicano y, en particular a los pobres del país, a los que defenderé en cada acción de mi ejercicio gubernamental”.

Mejía inició su mandato declarándole la guerra a la pobreza, heredada como un fatal obstáculo, cuasi de naturaleza divina : “esta carga que Dios ha puesto hoy sobre mis hombros.”

Mejía hizo famosa la expresión inscrita en su discurso de juramentación, de estirpe peñagomista en la orientación socialdemócrata : un gobierno con “rostro humano”. Y en ese sentido, en su programa de gobierno plantó la bandera de la “justicia social”, con base en el objetivo central de luchar contra la pobreza:

“El programa de gobierno que me ha servido de plataforma y orientación para los próximos cuatro años contiene metas y objetivos muy concretos. Una de sus metas y de sus objetivos más ansiados es la lucha contra la pobreza que alcanza a un enorme porcentaje de dominicanos. Pueden estar seguros de que mantendremos el equilibrio macroeconómico, pero será un equilibrio macroeconómico con rostro humano, orientado a satisfacer la enrome necesidad de justicia social que tiene el pueblo dominicano”.

Para la erradicación de la pobreza Mejía no ignoró la necesidad de mantener el equilibrio macroeconómico. Pero, no como hasta entonces se había mantenido en el país, a costa de los pobres. Ahora, en su gobierno, “será un equilibrio macroeconómico con rostro humano”.

No es necesario abundar acerca del incumplimiento de ese primer objetivo : la lucha contra la pobreza no dio frutos y tampoco hubo equilibrio macroeconómico, con o sin “rostro humano.

Lucha contra la corrupción

Mejía fue enfático acerca de la corrupción, el segundo tópico de importancia en su discurso de juramentación : su gobierno sería ejemplo de moralidad y transparencia.

En ese discurso dedicó un amplio espacio a exponer su credo anticorrupción: “Voy a gobernar desde una casa de cristal”, proclamó :

“Voy a gobernar desde una casa de cristal, con transparencia, para que la vigilancia ciudadana sea el testigo de las actuaciones de todos los funcionarios de la administración pública. Y puedo asegurar que, si en estos próximos cuatro años se produjesen actos de corrupción, seré yo mismo quien alentará los procedimientos legales para el castigo merecido. Y puedo asegurar también que, para prevenir y penalizar la corrupción, cumpliré con la promesa de crear una Procuraduría Fiscal con jurisdicción en todo el ámbito nacional.

”Lo he dicho hasta el cansancio: los funcionarios de mi gobierno deben venir a la administración pública a dar de ellos mismos y no a servirse a sí mismos. Quiero encabezar un gobierno capaz de imponer una verdadera moralidad en la gestión administrativa, a fin de que desaparezcan la mentira, la doblez, el fraude y el engaño.

”Ahora bien, si en el pasado se ha incurrido en actuaciones indebidas y en corrupción demostrable, será el Poder judicial quien tendrá la tarea de investigar y de proceder de acuerdo con las normas legales.

”No seré yo ni el gobierno que presidiré quienes trataremos de incidir en la conducta de los jueces, no intervendremos nunca en el ámbito del Poder Judicial, de ese Poder a cuya independencia y soberanía rendimos el más respetuoso tributo”.

Esas fueron las palabras del presidente Mejía acerca de la lucha contra la pobreza y contra la corrupción. Ahora, cabe preguntarse: ¿Hacia dónde condujeron y cuáles fueron los resultados?

La “herencia maldita”

Mejía culpó al gobierno de Leonel Fernández del incumplimiento de los dos objetivos de su gobierno, lo que denominó la “herencia maldita”. En el discurso de rendición de cuentas de los primeros cien días, el 6 de noviembre de 2000, el día de la Constitución, Mejía declaró el primer obstáculo heredado de la administración anterior : el balance negativo del erario.

En ese discurso, Mejía se extendió detallando ese balance negativo:

–Déficit del sector público, 7,246 millones de pesos de enero a agosto de 2000.

–El gasto público se disparó.

–Deudas con el sector de electricidad, 1,771 millones de pesos.

–Deudas con el Banco Central.

–Deudas de obras inconclusas.

–Deuda sociales.

Ese discurso apuntó los dos objetivos básicos de su gobierno, anunciados en el discurso de juramentación, pero con un nuevo ingrediente: el obstáculo del balance negativo del anterior gobierno.

Obsérvese la exposición del primer objetivo, lucha contra la pobreza, la justicia social, la “deuda social” y el obstáculo encontrado: déficit en todo:

“Pagar esa deuda social es el principal objetivo que el gobierno perseguirá en estos cuatro años de gestión”.

“He recibido un país con déficit en la educación, en la alimentación, en la salud, en la vivienda, en agua potable y en supraestructura para la supervivencia"

“He recibido un país sin seguridad social. Se me ha entregado una sociedad alarmada y sacudida por la debilidad del sistema de seguridad ciudadana y los crecientes brotes de delincuencia y criminalidad”.

A los ojos de Mejía, el gobierno de Leonel Fernández le entregó al suyo una sociedad en quiebra total. Pero, además, durante ese pasado gobierno la corrupción administrativa campeó hasta el punto de que ésa era otra herencia maldita contra la que él tenía que luchar: la corrupción en su gobierno y la corrupción en el gobierno anterior.

Hombre de principios y valores democráticos y cristianos

En ese discurso, como se hizo habitual en todos los que él pronunció durante su mandato, Mejía habló en un tono enérgico, autoritario. Y aprovechó también, como también se hizo habitual, para exponer los grandes valores que lo caracterizaban como persona y como gobernante.

“Soy un hombre de principios. Un firme creyente en los valores democráticos. De la transparencia en el manejo de los valores públicos. Oigo y respeto las opiniones de mis conciudadanos. Soy ante todo cristiano, y creo en el fortalecimiento de los valores familiares”.