Guido Gil, fue un destacado dirigente obrero y revolucionario que dejó una profunda huella en la lucha por los derechos de los trabajadores en República Dominicana. Su vida estuvo marcada por su valentía y dedicación a la causa revolucionaria.

En 1964, en su calidad de dirigente del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, Gil Díaz fue uno de los principales impulsores de la táctica conocida como el "paso de la jicotea" en el Central Romana, la cual consistía en trabajar más despacio sin que pudiera ser declarado ilegal. Esta estrategia causó una gran pérdida económica para los empleadores y los obligó a negociar un pacto colectivo.

Ese mismo año, lideró la famosa huelga conocida como la "Jornada 2 de Mayo". Esta huelga fue un levantamiento popular contra el triunvirato que gobernaba en ese momento. Su arrojo y determinación fueron fundamentales para movilizar a los trabajadores y dar voz a sus demandas.

Posteriormente, fue uno de los organizadores del congreso de Poasi y se convirtió en miembro del buró obrero del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, junto con otros destacados dirigentes como Julio de Peña Valdez, Junio López y Fernando De la Rosa, entre otros. A finales de 1966 pasó a formar parte del Movimiento Popular Dominicano, junto con otros consagrados revolucionarios entre los que se destaca el inolvidable Amín Abel Hasbun.

Ciertamente, su activismo y liderazgo no pasaron desapercibidos para las fuerzas represivas. En enero de 1967, según relatos, Guido fue sacado del vehículo en el que se dirigía hacia la capital, exactamente en el puente que atraviesa el río Higuamo en San Pedro de Macorís y posteriormente fue torturado hasta la muerte. El coronel Simón Tadeo Guerrero, jefe del departamento Sureste con asiento en La Romana, fue señalado como uno de los responsables de su desaparición y muerte.

A pesar de las investigaciones y los pedidos de esclarecimiento, su destino final sigue cubierto bajo el manto de la impunidad. Decenas de periodistas exigieron respuestas sobre la desaparición de su colega, pero no se obtuvieron más que la burla de Joaquín Balaguer.

Además del libro sobre la Historia de la Restauración, su legado como periodista y abogado en defensa de los mejores intereses del pueblo dominicano y en particular los derechos de los trabajadores cañeros perduran en el accionar del movimiento revolucionario.