(Proyecto por la memoria histórica Raúl Pérez Peña (Bacho), auspiciado por sus hijos Juan Miguel, Amaury y Amín Pérez Vargas)

Comandante Pichirilo.

Ramón Emilio Mejía del Castillo (Pichirilo), nació en La Romana en 1922, en una época marcada por la primera intervención militar norteamericana. Era hijo de Francisco Mejía Veliz y Patria del Castillo Gavino. Su infancia y adolescencia transcurrió en un país dominado por la dictadura de Trujillo. Desde temprana edad, Pichirilo mostró un profundo interés por la política, vinculandose en la década de los 40´s a la lucha de los trabajadores cañeros, participando junto con Mauricio Báez en la huelga azucarera de 1946.

Según el relato de su sobrino Ramón Agustín Pinedo Mejía (Monchín), esta fue la causa que provocó su primer exilio ya que según nos dice fue “por eso (que) mi abuelo se lo llevó a alta mar para alejarlo”. En La Habana, Cuba, se unió a los esfuerzos que llevaban a cabo los exiliados antitrujillistas integrándose en el Congreso Unificador del Exilio en 1947 cuando se conformó el Frente Unido de Liberación Dominicana, una coalición de fuerzas opositoras dispuestas a derrocar a Trujillo que se entrenó en un cayo perteneciente al Archipiélago de Sabana-Camagüey (Cuba) llamado “Cayo Confites”.

A la cabeza de ese proyecto revolucionario se destacaron Juancito Rodríguez García, Ángel Morales, Leovigildo Cuello, Juan Isidro Jiménez Grullón y Juan Bosch, con quien desarrollaría una entrañable amistad tal como lo señalara Monchín en una entrevista ofrecida a la periodista Angela Peña. También formaron parte de la frustrada expedición militar: José Horacio Rodríguez, Mauricio Báez, Miguel Ángel Ramírez Alcántara, Fidel Castro, Pedro Mir, Miguel Ángel Feliu Arseno, Germán Martínez Reyna, Horacio Julio Ornes Coiscou, Nicanor Saleta Arias, José Rolando Martínez Bonilla, Ángel Miolán, Dato Pagán Perdomo, los hermanos Víctor, Rafael y Virgilio Mainardi Reyna, entre otros.

Desde entonces, Pichirilo no dejó de involucrarse activamente en movimientos políticos, siguiendo un anhelo de libertad y justicia. Es así como reaparece en 1949, tal como se aprecia en el testimonio de Nicolás Silfa, quien subraya su presencia en Cuba con 300 expedicionarios a bordo para derrocar al tirano, al momento de enterarse sobre el fracaso de los aviones que debían reforzar la expedición, los cuales salieron de Guatemala con dirección hacia Santo Domingo pero que se desviaron aterrizando en Cozumel, México, por lo que “hubo de abortarse la salida, dejando solos a los del Catalina”, refiriéndose al hidroavión que pudo arribar a las costas dominicanas por la bahía de Luperón, en Puerto Plata, comandado por Horacio Julio Ornes Coiscou con 15 expedicionarios de los que solo 5 sobrevivieron.

Ciertamente, la semilla de la resistencia y la lucha por la libertad estaba plantada en el corazón de Pichirilo y de sus compañeros Máximo López Molina, Tiberio Castellanos, Julio César Martínez, José Moscoso, Esperanza Font y Pablo Antonio Martínez, quienes decidieron fundar el 20 de febrero de 1956 el Movimiento Popular Dominicano MPD para combatir frontalmente a la dictadura trujillista. En sus empeños revolucionarios, salió hacia México encontrándose con Fidel Castro quien lo seleccionó como primer oficial de navegación para capitanear el yate “Granma”, convirtiéndose en un combatiente internacionalista de la causa cubana por la que luchó activamente hasta el triunfo de la revolución en 1959.

De su etapa en la Cuba revolucionaria, se sabe que “fue asistente del Che Guevara en el Ministerio de Economía y que este le asignó viajes en barcos a Canadá”. Allí, tuvo un hijo cubano, Abel Mayarí Expósito. A pesar de su arraigo en la tierra de José Martí, en 1963 regresó a su patria, aprovechando la apertura democrática que respiraba el país con el gobierno de Juan Bosch. Lamentablemente, cuatro meses después de su llegada, se produjo el golpe de Estado que sumió a la sociedad dominicana en una nueva ola de represión y violencia que tuvo como punto culminante el levantamiento cívico-militar del 24 de abril de 1965.

Durante la intervención militar estadounidense, Pichirilo estuvo al frente del Comando San Antón que resistió con bravura legendaria a las fuerzas invasoras defendiendo con arrojo y patriotismo la soberanía nacional, tal como lo evoca el insigne músico Luis Díaz en una de sus más conocidas composiciones: “Oye Pichirilo, vuelve a tu comando por un momento/ que los americanos están prendiendo su sed de fuego…”. Tal como lo refleja esa canción, su dignidad y decoro lo convirtieron en un símbolo contra el yanqui invasor, cuyas manos criminales estarían involucradas, a través de sus lacayos dirigidos por Joaquín Balaguer, en el cobarde y fatídico atentado que sufriera por la espalda el viernes 12 de agosto de 1966 mientras se desplazaba por la calle Arzobispo Meriño esquina Restauración en el emblemático barrio capitalino de San Miguel.

En un artículo publicado por el periodista Sebastián Del Pilar Sánchez titulado “Recordando a Pichirilo” se ofrecen los detalles sobre su asesinato, donde se indica que fue alcanzado “por un desconocido que le hizo cinco disparos a quemarropa, dos de los cuales seccionaron su médula, ocasionándole neumotórax por hemorragia en el pulmón derecho y una cuadriplejia o inmovilidad de sus articulaciones”. A pesar de los ingentes esfuerzos desplegados por los galenos que le atendieron, Pichirilo falleció el domingo 14 de agosto en horas de la mañana a los 45 años. Su cadáver fue velado con honores y sepultado en el cementerio de la Avenida Independencia de la ciudad de Santo Domingo, siendo su féretro colmado en su recorrido con sentidas muestras de admiración y respeto. Gloria eterna para el Comandante Pichirilo y para los mártires del heroico Movimiento Popular Dominicano.