A raíz de la llegada de la pandemia del Covid-19 a los Estados Unidos, y que igualmente azotó a la mayoría de los países del mundo, fueron muchos los hombres y mujeres que por su trabajo profesional y humanitario se reconocieron como héroes, por su valiosa entrega en salvar vidas humanas.

Médicos, paramédicos, personal de enfermería y bomberos, así como policías que sirvieron de apoyo y control para evitar el caos en medio del pánico colectivo fueron homenajeados por las autoridades y toda la sociedad estadounidense.

Mientras la población global se escondía tratando de no infectarse de una enfermedad respiratoria causada por el virus SARS-CoV-2, esos valientes hombres y mujeres se mantuvieron como soldados de primera línea, cumpliendo con sus deberes y responsabilidades, poniendo en peligro sus propias vidas y las de sus familias.

Junto a ellos, y por necesidad de supervivencia, surgieron otros personajes con igual valentía en medio de la pandemia, no para salvar vidas, sino para saciar el hambre de aquellos que por temor a un contagio del virus optaron por no salir a las calles.

Estos nuevos héroes anónimos eran en su mayoría hombres y mujeres mayoritariamente inmigrantes desempleados dispuestos a hacer lo que fuere necesario para ganarse el sustento diario y llevar algo a sus familiares.

Muchos vivían en el anonimato porque no tenían documentos que probaran su estatus legal en los EE.UU. por haber ingresado al país de forma irregular.

En la medida que las muertes aumentaban por causa del virus, el aspecto de la ciudad de Nueva York y sus cinco condados era fantasmal ante la ausencia de personas en las calles, el cierre obligatorio de los centros comerciales y financieros, empresas, oficinas y lugares de diversión.

Los supermercados, farmacias y restaurantes de comida rápida de Nueva York mantuvieron sus servicios muy limitados por la ausencia de clientes, viéndose obligados a utilizar a una parte de su muy reducido personal para que llevaran los pedidos a los clientes que solicitaban vía telefónica.

Esta modalidad inesperada de servicio puerta a puerta fue creciendo, por lo que surgió la idea de buscar personas con bicicletas dispuestas a realizar la labor de repartidor de mercancías y productos comestibles, a cambio de una pequeña propina en efectivo por parte de los clientes.

Aunque no eran muchos los que realizaban este servicio, esta oportunidad de trabajo interesó a decenas de jóvenes neoyorkinos que por la gran demanda podían acumular un ingreso económico para cubrir sus necesidades enfrentando el peligro reinante en la ciudad Nueva York y demás estados de la Unión Americana.

Con su decisión, estos repartidores “deliveries” lograron, sin proponérselo, consolidar un sistema de trabajo informal que ha ayudado en gran medida a motorizar la alicaída economía en casi todos los EE. UU.

Iniciaron sus labores utilizando sencillas bicicletas mecánicas, y en menos de dos años su progreso es evidente. Más del 80% ya realizan su labor en modernas bicicletas y motores eléctricos.

Hoy en día son una fuerza laboral organizada, con un registro de más de 60 mil personas, realizando esta labor mediante la utilización de aplicaciones (Apps) de plataformas de pedido y entrega de alimentos que operan vía internet.

Las más conocidas en EE.UU. son DoorDash.com, UberEats.com y Grubhub.com, entre otras, sin olvidar aquellos que realizan una labor similar con Amazon.com, Federal Express y el correo postal de los Estados Unidos (USPS).

Las autoridades de la ciudad de Nueva York y la organización Workers Justice, en reconocimiento a este gran esfuerzo demostrado, han logrado que a partir del 12 de julio próximo se establezca un sueldo fijo de $17.96 dólares por hora (propinas no incluidas) a quienes realizan esta labor.

Esta disposición fue convertida en ley por la Alcaldía de Nueva York, que fijó además un aumento de salario de $19.96 a partir del primero de abril de 2025.

Estableciendo, además, rutas o corredores señalizados exclusivos para los ciclistas en las principales avenidas de la ciudad.

Los repartidores de mercancías y productos comestibles “deliveries”, cumplieron una función vital de alimentación en la peor crisis sanitaria y humanitaria en los EE.UU.

Con su valentía y disposición, no solo desafiaron el contagio de una pandemia como ha sido el Covid-19, sino que continúan motorizando la economía informal de la nación, sin importar las inclemencias del clima como la lluvia, la nieve con su intenso frío invernal, o el insoportable calor del verano.