El título de este texto hace una clara alusión a la obra escrita por el gran intelectual estadounidense, Noam Chomsky, que lleva por nombre Hegemony or Survival, publicada en el año 2003. En dicha obra, Chomsky narra que la élite socioeconómica que controla a los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra mundial ha diseñado una gran estrategia imperial, que consiste en mantener la hegemonía global a través de su impronta militar, política y económica. Sin embargo, los Estados Unidos le ha dado una lectura incorrecta al momento histórico que vive la humanidad en estos momentos, y como decía Wallerstein en su teoría sobre el sistema mundo, específicamente sobre el sistema de gobernanza global.
Dicho sistema mundo, según Wallerstein inicia con el descubrimiento del nuevo mundo en el año 1492, que desde entonces ha sufrido varias transformaciones. En la primera etapa del sistema mundo, esta fue contralada por España y Portugal con el establecimiento del Tratado de Tordesillas en el año 1494, donde ambos reinos se repartieron el océano Atlántico como su propiedad en nombre de la Iglesia, a través de las bulas del Papa Alejandro VI. Y, luego España con el reinado de los Trastámara, y sobre todo con los Austrias pierde dicha hegemonía.
Después del fin de la hegemonía española del sistema mundo, Francia y Holanda pasan a tener dicha hegemonía, y en el caso específico de Holanda su dominación fue en el ámbito económico. Y, una muestra de ello es que la primera empresa de carácter económico hegemónico fue Las Indias Orientales, lo cual fue una clara señal de la configuración del capitalismo. Algo que da al traste con la visión cortoplacista de algunos economistas de que el capitalismo fue una creación exclusiva de Europa. Sin embargo, podemos apreciar que el capitalismo fue una creación del sistema mundo que luego se expresa de manera fehaciente a través de la Revolución industrial en Inglaterra, pero su cimiento yace en el descubrimiento y la colonización del continente americano.
A partir del surgimiento de la Revolución industrial, Inglaterra pasó a controlar el sistema mundo por los siglos subsiguientes hasta que los Estados Unidos pasó a dominarlo a mediados del siglo XX. Como podemos apreciar en este esquema del sistema mundo que nos presenta Emmanuel Wallerstein, cada imperio ha tenido su momento histórico sustentado en un conjunto de elementos entre los que se destacan: el cultural, y los distintos grados de globalización, a los que hace mención el destacado geopolitólogo mexicano, el Dr. Alfredo Jalife-Rahme. El Dr. Jalife realiza una diferenciación magistral entre los distintos tipos de globalización en la que se destacan: la globalización financiera, que tiene que ver con la financiarización de la economía y el rol del capital financiero sobre la economía global, además de la globalización cultural, la globalización política, esta última incluye la promoción de los valores democráticos desde la concepción propia de Occidente.
En ese mismo orden, cada categorización de la globalización anteriormente mencionada tiene sus instituciones que constituyen el sistema de gobernanza actual que surgió después de finalizada la Segunda Guerra mundial. Dado este escenario actual, los Estados Unidos ya controla muy poco de dichas estructuras considerando la historia y el momento actual para controlar el mundo. Y, para los Estados Unidos es muy costoso seguir con ese plan de dominación, ya que los Estados Unidos tiene muchos problemas internos. Por ejemplo, tiene una sociedad radicalmente dividida, una democracia amenazada, donde Trump es solo una expresión de eso, ya que la causa principal de dicha amenaza es un imperio que en aras de su hegemonía está descuidando su supervivencia interna que está dando al traste con una fracturación de la sociedad.
Bajo esta nueva lógica geopolítica, a los países periféricos y sin gran incidencia, les conviene moverse en mundo de tomas de decisiones autónomas en el plano político y económico para hacerle ver a los Estados Unidos de que ya no puede seguir controlando al mundo. En ese mismo tenor, tampoco es seguro para la humanidad de que los Estados Unidos continue controlando al mundo, ya que desde las entrañas de su sociedad no se reconoce la legitimidad, ya que la división entre Demócratas y Republicanos luce irremediable, además de los problemas de desigualdad y racismo que viene arrastrando desde hace décadas, que podría agudizarse aún más ante la amenaza de un cambio demográfico irreversible como describió Samuel Huntington.
Por tal razón, en el mundo de hoy la autonomía y la soberanía no se deben ver como el paradigma identitario de la Guerra fría en contra de los Estados Unidos. La soberanía en el día de hoy tiene un significado de pragmatismo. Por consiguiente, un país que solo se somete a los designios de un imperio, sea cual sea, tiene menos posibilidades de expandirse económicamente y de insertarse estratégicamente en el mundo, en la economía del conocimiento y académica, de participar en los grandes debates y de tener cierta incidencia cultural en el mundo de hoy.
En resumidas cuentas, los Estados Unidos quiere mantener una hegemonía a la fuerza, ya que no posee las condiciones estructurales, ni internas y el proceso dialectico de la historia no lo acompaña en dicha travesía, ya que cada imperio dentro del sistema mundo tiene un período de claudicación. Y, el tiempo de los Estados Unidos llego a su final. Por ende, estamos volviendo a un mundo multipolar donde China emerge como un poder central, y vale la pena destacar, que China en el siglo XV era el centro del mundo básicamente, la pólvora y todos los adelantos científicos de aquella época iban de Oriente a Occidente, y no como ocurre ahora que es Occidente a Oriente, y ya ese proceso está cumpliendo su ciclo. Y, para muestra un botón, es que China en los últimos cinco años ha registrado más patentes que los Estados Unidos en: ingeniería artificial, robótica, Internet de las cosas, 5 y 6G, entre otras.
En conclusión, la visión errática de las élites que dirigen a los Estados Unidos por su interés marcado de mantener un mundo unipolar provocó la Guerra en Ucrania, por ir cercando las fronteras rusas a través de la inclusión de antiguos países del Pacto de Varsovia en la OTAN, esto sin justificar la agresión desproporcionada por parte de la Rusia de Vladimir Putin. Hoy en día, esta provocación tiene al mundo al borde de una conflagración nuclear, donde la medicina más idónea es aceptar de una vez y por todas, la multipolaridad en que vivimos, y que traiga consigo un nuevo sistema de gobernanza que incluya una visión más holística de la humanidad donde reine la cooperación mutua entre todos.