Umberto Eco en una famosa conferencia pronunciada en EE.UU. el 25 de abril de 1995, aniversario del fin del fascismo en Italia, expone a su público sobre el fascismo en Italia, lo que significó y por qué los fascistas no deben volver a gobernar. Aunque ya entonces puntualizaba que gobiernos como el nazi y el fascista, será difícil que vuelvan a gobernar, de la misma manera, porque las circunstancias histórica son muy diferentes.
Para Eco el fascismo italiano se basaba en una serie de características de las que destacamos las siguientes: un jefe carismático que mandaba y orientaba, los demás le seguían y obedecían. El corporativismo. Una voluntad imperialista en la que Roma volviera tener un imperio mediante un trozo del reparto colonial para Italia. Una exacerbación del nacionalismo. Un pueblo uniformado, militarizado encuadrado con sus camisas negras. El rechazo de la democracia liberal y parlamentaria. Y, a partir de 1938, el antisemitismo.
El partido que en ese entonces (1995) representaba en Italia las ideas fascistoides era la Alianza Nacional (AN) que se nutrió de los seguidores del Movimiento Social Italiano (MSI) de Giorgio Almirante. AN Se erigió como una derecha nacional y posteriormente se alió con Berlusconi terminando por integrarse en el partido del magnate. En ambos, la muy probable futura primer ministro Giorgia Meloni, militó. Pero para Eco ni siquiera con esas señas de identidad a ese partido de derechas se le podía tachar como fascista.
Decía que “tiene poco que ver con el antiguo fascismo (al que si se remitía, en cambio, su `progenitor, el MSI)”. Tampoco creía que los movimientos filonazis europeos, incluyendo los existentes en Rusia (y, por ende, en Ucrania), podrían reaparecer en su forma original,
Tanto el nazismo que tenía un programa político completo, una cierta versión del arte, con su rechazo al denominado “arte degenerado” y era anticristiano y neopagano, y del stalinismo, que se basaba en una concepción materialista que explicaba el mundo y la filosofía mediante el “Diamat y el Histmat”, y subordinaban todo al Estado, eran sistemas que se les denomina totalitarismos.
Pero ese no fue el caso del fascismo italiano. Era una dictadura pero no llegó a ser un estado totalitario como los señalados, debido a que su ideología era débil. No tenía una filosofía porque Mussolini no la tenía, “tenía sólo una retórica”. Sin embargo, al ser la primera dictadura de derecha en la Europa del siglo XX, se convirtió en una especie de arquetipo. Posteriormente su influencia se hizo sentir en muchos países europeos y en Sur América, con la creación de movimientos que se inspiraron en el fascismo, aunque sólo fuera en algunos aspectos del mismo, sea en su liturgia, los desfiles, la militarización de sus seguidores, sus ideas corporativas, el culto al líder, etc.
Hay que subrayar que muchos dirigentes liberales europeos alababan a Mussolini y lo ponían como ejemplo, incluyendo al mismo Churchill. ¿Por qué? Debido a que veían en el fascismo italiano un movimiento que atraía a las masas y que se erigía en alternativa al socialismo y al comunismo. Que se enfrentaba a los “rojos” acusándolos de ser una revolución contra los trabajadores, de que la dictadura que se ejercía era contra ellos y no de y para ellos.
El fascismo era un totum revolutum de diferentes ideas políticas y filosóficas. No era sistemático, ni consistente. Era una práctica política adaptativa a situaciones cambiantes. El proyecto inicial se decía revolucionario pero en cuanto fue financiado por los grandes propietarios de tierras y por los empresarios, se dedicaron a usar sus “escuadras”, convertidas luego en los fasci di combattimento, para asesinar dirigentes sindicales campesinos y obreros, dar golpizas, atemorizar a los trabajadores.
Aunque se proclamaban republicanos una vez en el gobierno aceptaron la monarquía e incluso hablaron de erigir al Rey en Emperador. Se decían laicos pero firmaron un Concordato con la Iglesia Católica, Tenían al lado del Ejército del Estado, un ejército paralelo de milicias del partido obedientes a Il Duce, Mussolini. Tampoco eran de una sola concepción en materia de arte. Junto al arte propagandístico de Mussolini y el fascismo, había de hecho libertad de creación que coexistía con el anterior.
No era que los fascistas fueran de comportamiento “liberal” o de natural tolerantes sino que no siempre “bajaban línea” sobre todos los asuntos. Aunque lo hacían y era una “línea dura”, en materia de control férreo a los adversarios, considerados enemigos: Gramsci se pudrió hasta la muerte en la cárcel. El socialista Matteotti fue asesinado. Luigi Sturzo tuvo que ser apartado por la Iglesia de ser dirigente del Partido Popular (matriz de la Democracia Cristina, DC). La prensa fue controlada. Los sindicatos destruidos. Los que hacían oposición eran deportados a lugares remotos. El parlamento era una ficción, El Ejecutivo controlaba a los jueces y a los medios de comunicación.
Eco hace una explicación, basada en el juego, por el cual se puede jugar de diversas maneras pero el nombre de juego no cambia mientras compartan aspectos del mismo. El hecho es que hubo un solo nazismo pero se puede ser fascista de muchas maneras, y el nombre no cambia. Debido a que todos ellos tienen un “aire de familia”. El término fascismo es “flexible” porque se pueden eliminar algunos aspectos pero como mantiene otros, se les podrá reconocer siempre como fascismo.
Veamos algunos puntos que indicaría la presencia de ese “fascismo eterno”. Culto de la tradición y rechazo del modernismo. Aunque eran admiradores de las tecnologías su ideología profunda está basada en “la sangre y la tierra”. Hay una repulsa del espíritu de 1789, de las ideas que representa la Revolución francesa. De la edad de la razón y la Ilustración. En este sentido se puede considerar que es un “irracionalismo” político.
Otro aspecto del “fascismo eterno” es el culto de la “acción por la acción”, es decir, actuar sin reflexión. Ya que pensar demasiado es una forma de castración, de auto mutilación. Por eso se mantiene un cierto desdén del mundo de la cultura. Goebbels lo dijo de una manera en la que ha quedado para siempre retratado el espíritu anticultural del nazismo: “Cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola”.
También es característico un culto de la heroicidad, de la violencia, de ser amigos de la muerte. Lo que llamó Marcuse una proclividad por el tanatos, por el instinto de la muerte, que oponía a la actitud de izquierdas, que se pronuncia por la vida, representada por el eros, el instinto de vida. Por ello, teóricamente, no les importaba morir por la causa, estaban dispuestos al martirologio, cultivaban una actitud militar.
Una versión más vulgar de esa conjunción entre actitud anti intelectual y culto de la muerte del fascismo sería el famoso “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, Pronunciadas por el general Millán Astray en 1936 en la Universidad de Salamanca, ante el rector Miguel Unamuno. Que le contestó:”Venceréis, pero no convenceréis”.
El pensamiento crítico no es admitido por el “fascismo eterno”: “El espíritu crítico opera (con) distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el fascismo eterno, el desacuerdo es traición” (U.Eco, 2000, Cinco escritos morales).
El “fascismo eterno” pesca adeptos dónde hay frustración individual o social. Por eso se han nutrido de la pequeña burguesía (de las clases medias), que han sido golpeadas o se sienten amenazadas por crisis económicas, inestabilidad política, situaciones de conflictos sociales.
Si sienten, además, que las clases o sectores sociales inferiores a ellos pueden ascender o luchan por ello, reaccionan con miedo, temen perder lo mucho o poco que tienen. Ese “público” de clases medias, trabajadores descontentos, los lumpens que, obvio, rechazan lo existente, y grandes burgueses ansiosos de quienes les eliminen o metan en vereda a los trabajadores belicosos y reivindicativos, suele ser el nicho dónde encontrar seguidores para los fascismos.
También una característica de estos movimientos es ser ultra nacionalistas, lo cual los lleva a ser racistas y xenófobos. En tiempos de guerra la defensa de la nación contra el el enemigo es un factor de unificación y estimula la lucha por su territorio. En tiempos de paz, una presión poblacional externa, que se perciba excesiva por la población nacional, da la ocasión para que el descontento social que suele provocar la afluencia masiva de gente con otras culturas, maneras radicalmente diferentes de pensar, sentir y comportarse, sea utilizado para captar seguidores o votantes.
Aunque entiendo que esto va ligado a dos tipos de situaciones: a) Si esa migración es aceptada por el Estado y se hace siguiendo unas reglas prefijadas, la conflictividad/rechazo que provoca es menor. b) Si es una migración que pretende entrar a un territorio a la fuerza o sin el visto bueno legal del estado en cuestión, genera un rechazo amplio, especialmente, en aquellos lugares donde estos van a residir, que suelen ser los sitios más pobres y marginados.
La población local, especialmente los trabajadores con menos recursos –como se ha constatado-, gira de posiciones democráticas o progresistas a apoyar a eso que denomina Eco “fascismo eterno”. Quizás porque ven que los partidos que antes se presentaban como sus defensores, están ausentes, se muestran indiferentes a sus preocupaciones o incluso los zahieren acusándolos de ser lo que no son.