En América Latina es costumbre encontrar mucha literatura refiriéndose al uso del poder político como una manera de buscar riquezas materiales. Indudablemente que mucho de eso tuvo que ver con la historia de la colonización y con el posterior lastre del uso del poder político por actores locales para su propio enriquecimiento.

Sin embargo, no solo han sido los escritores latinoamericanos los que han mantenido esta visión. También desde fuera de la región, sobre todo desde los Estados Unidos, es costumbre encontrarse con una línea de pensamiento que une el uso del poder político en la región como una vía para el enriquecimiento personal.

Otra vez, los ejemplos han florecido de manera tan silvestre como para darle preponderancia a esta asociación de ideas. Pero, si pensamos con claridad, esta asociación de ideas, aunque verificable, no tiene que ser la única a la que se llegue cuando se unen los conceptos de emprendurismo político y emprendurismo comercial.

Hay ejemplos de dedicación a la búsqueda del poder político que claramente no han tenido el enriquecimiento personal como su factor primero. No considero conveniente citar ejemplos para no incitar un avispero, pero cada cual desde su particular perspectiva puede avanzar sus propios ejemplos.

Más interesante aún, recientemente he descubierto a un autor, Henry Farrell, profesor en la Universidad de Georgetown, en Washigton, DC, que reflexiona con profundidad sobre cuán negativo puede ser para las empresas el ser usadas para el poder político, no desde el punto de vista del (mal)gasto de los beneficios reales y del desvío de esos beneficios económicos hacia otros fines, que es lo que hay costumbre de criticar; sino desde el punto de que las hace vulnerables a los vaivenes del poder y que pueden recibir castigo por razones que nada tienen que ver con el atractivo, la calidad ni la pertinencia de los bienes y productos ofrecidos.  Es decir, que las empresas pueden perder dinero y mercado por factores que son externos a su área de actividad.

Henry Farrell y Abe Newman, autores de Weaponized Interdepence.

El problema no es nuevo. Intentar no quedar atrapado en los dimes y diretes de las grandes potencias ha sido un problema que comenzó a tener un carácter global a partir de los viajes exploratorios del siglo XVI, pero que bien puede volver a ser un problema real en este siglo XXI para empresas de diferentes tamaños, máxime cuando la jurisdicción empieza a ser de difícil distinción.

 

Si bien anteriormente la ubicación geográfica era determinante en la vulnerabilidad ante estos vaivenes, hoy día, por la ubicuidad del espacio cibernético, el panorama se presenta más complicado. Será importante en los próximos meses y años, seguir ampliando las fronteras de pensamiento, ya que las otras, las geográficas se están abriendo ellas solas.