La experiencia más grande en el amor es tener sobrinos. Pero para quererlos infinitamente es necesario tener una sintonía de amor con los hermanos.

Algo que me ha inspirado a escribir este artículo ha sido la inauguración de los Juegos Panamericanos el viernes de la semana pasada en Santiago de Chile. En un momento determinado vi al presidente Gabriel Boric con un bebé en brazos lleno de ternura como solo se sostienen a los hijos. Me sorprendí porque creí que no tenía hijos y busqué en su biografía por si había tenido uno. No había pasado un minuto cuando todos los periódicos publicaron las fotografías con esa “guagua”, como allí se les llama a los bebés, que no era más que su sobrino. Lo acunaba mientras dormía y cuando desfiló la delegación de Chile lo bailaba al ritmo de una cueca, el baile típico.

Yo recuerdo cuando nació mi primer sobrino, Omar, Darito, Tito, pero Pepén para mí, (es que tengo la costumbre de ponerles un sobrenombre a cada uno de ellos). El corazón se me quiso salir, no veía el momento de tenerlo entre mis brazos. A partir de ahí, lo hice mío.

Ya un hombre, todo un profesional, cada vez que lo veo, se me salen las babas, acostumbro a palmear y cantarle. Él solo sonríe.

Con Elo, mi sobrino que sigue, estaba yo embarazada de mi primer hijo; él tenía siete meses y yo con mi barrigón, sentada, lo cargaba con sus paticas cruzadas y le comenzaba a explorar su naricita, le sacaba mocos de donde no había.

Con mi sobrino Nanén tengo otro capítulo. Todavía hoy me saca de quicios. Me pone nerviosa. Recuerdo en una oportunidad en que iba con él por la calle El Conde con Sánchez y vi la mercería Niza, he dicho, “déjame entrar a Niza”, a lo que contestó, “a misa no, a misa no”.

Es que me fascinaba andar pa’rriba y pa’bajo con ellos.

Los dos más pequeños, Nina y Derick, como eran tan consentidos me encantaba darles su chancletazo, claro, a escondidas de mi hermana. Al día de hoy mi conexión con Nina es muy grande.

Todos ya tienen sus familias

Si mis sobrinos son algo que ocupan mi corazón, los sobrinos nietos no se quedan atrás.

Cuando nació María Lourdes, mi Nenecita, la adopté como si fuera mía. Le compraba cuantas cosas pudiera. La llevaba a las tiendas a comprarle ropa, a la peluquería, cualquier juego que quisiera se lo compraba. Para esto conté con la complicidad de mis hijos, ellos creían que era su hija. Todavía hoy Luicho la lleva al supermercado a comprarle jamón serrano, que le encanta. Como cuando nació no se usaban los álbumes digitales, le tengo como quince físicos desde su nacimiento hasta el día que creció y se hizo grande.

Mis otros sobrinos nietos son un amor. Cada momento especial de ellos es especial para mí, desde Axel, (Pepencito), pasando por Darielito, (Lito), Adriana, (Chelita), hasta llegar a "los meños", como les decía la Chelita a los mellizos Pol y Nanel. Los veo crecer, desarrollarse, estudiar y con un candor no común en estos tiempos.

Cada vez que me ven o me llaman, “todos” sobrinos y sobrinos-nietos tienen una expresión que hace que mi corazón quiera salirse de mi pecho, “Elsita, te amo”. Lo más interesante es que ninguno, ni los sobrinos ni sus hijos me dicen tía, simplemente “Elsita” y esto llena más mi corazón.

Lo que más me hace sentir plena es que mis hijos nunca han tenido celos de ellos, han entendido mi gran amor y al igual que yo ellos los aman, sienten que son sus hermanos y sobrinos.

Cada uno de mis hijos tiene un hijo y no los tienen como sobrinos; son sus hijos. Ellos tienen dos papás y son su Papá Chicho y su Papá Lale. Esa unión hace que piense que sembré en buen terreno. Sé que cuando les falte, mi ausencia será menos dolorosa porque se tienen el uno al otro.

Pero he sido tan bendecida con tener tantos sobrinos que no solo tengo a mis sobrinos carnales. Están los primos paternos de mis hijos, Yokasta, Julio, Elaine y Miguelina quienes también están dentro de mi corazón, cada vez que me escriben, me llaman o vienen a verme me dicen “tía, la quiero”. ¿Qué más se puede pedir?

Dios también me ha regalado otros sobrinos a los que quiero tanto como a los carnales y a los primos de mis hijos, son Elisina, Manuel y Francina, los hijos de mi amiga y hermana Luchy que me regaló la vida.

Todos estos sobrinos también me han dado sobrinos-nietos a los que siento tan míos.

Mis hijos todos, porque son mis hijos, ¡Los amo!.