Ahora que nos subordinan las tecnologías, debemos aprender a vivir de otras formas y maneras con tal de no tocar las esferas del pesimismo lacerante, como lo describieron filósofos de la dimensión de Albert Camus, Jean Paul Sartre y José Ortega y Gasset.
Ahora sucede que la riqueza por la cual lucharon incesantemente hombres de negocios no es la respuesta a la felicidad, porque existen fenómenos tóxicos producidos en la era de la inteligencia artificial que desvirtúan la realidad de nuestros sueños con relación al futuro.
Estamos viviendo estadios que nos afectan considerablemente como consecuencia de las causalidades del planeta, donde se ve reflejada la gran tragedia del calentamiento global y la amenaza de una guerra nuclear. Al parecer, las naciones del mundo prefiguran extraños esquemas económicos y militares donde un grupo controla las riquezas del planeta y contribuyen a la tribulación que vive la mayoría de los países más pobres.
De acuerdo con algunos científicos, el calentamiento global es el resultado del aumento del efecto invernadero que, según afirman, es un proceso en que la Tierra queda atrapada en sus propios gases, los cuales tienden a subir a la atmósfera y entonces se produce el aumento de la temperatura en el planeta. Es importante tener en cuenta que, aunque se suelen utilizar como sinónimos los términos “calentamiento global” y “cambio climático” no son lo mismo, porque el segundo contiene al primero.
Significa todo un reto para estos países que viven constantes períodos estancos como consecuencia de su falta de desarrollo en lo económico y en la intercomunicación. En la actual situación, millones de individuos a nivel global carecen de medios suficientes para enfrentar sus males, y se advierte que los problemas económicos se agravarán como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Algunos analistas advierten que la experiencia traumática que se vive en este siglo XXI está produciendo en los individuos alteraciones psíquicas ante la impotencia de decidir qué caminos escoger, al entender que los mismos están cerrados a la supervivencia y de ahí su gran frustración o desesperanza creciente ante algunos fenómenos terribles que los acechan o amenazan.
Existe una cadena de conflictos en Occidente y Medio Oriente que llevan a pensar a los historiadores, economistas y analistas políticos que el destino de la humanidad dependerá del esfuerzo que realicen en beneficio de la globalidad que provoque en la mente humana una especie de autocrítica en su modo de ver el mundo. Desde esa autocrítica pretenden llegar a la conclusión de que para vivir en plena libertad y ante la incertidumbre de no saber hacia dónde ir, la humanidad pueda preguntarse: ¿quiénes somos? interrogante que se planteaba a menudo el filósofo Karl Jasper, a partir de la “perspectiva metafísica”·
Debemos tomar en cuenta que la era en que vivimos se caracteriza por un hastío que ataca “el sentimiento de autoestima”, y esto es muy grave a la luz de lo que sufre el individuo cuando no encuentra respuestas a sus propósitos o al pensar que lo que posee lo puede perder en cualquier momento por causa de una guerra nuclear y otras amenazas que ponen en peligro sus depósitos en bancos o las cosechas con las cuales pagará la universidad de sus hijos.
Superar el estado de ansiedad que factores de esta naturaleza provocan, y puesto que resulta casi siempre complejo recuperarse de la quiebra moral, económica y existencial que producen los fenómenos económicos, vemos cómo naciones, por ejemplo China, Estados Unidos, Reino Unido, India, Francia y Alemania, entre otras, celebran cada año cumbres con tal de mantener cierta armonía para no verse enfrentadas a una guerra nuclear o de mercados a nivel global.
Por su afán de hegemonía, estas naciones no se detienen a pensar en la futilidad de la vida sino en sus ganancias y predominio frente al mundo. Mientras observamos que los países del Tercer Mundo viven una vida más placentera, aun medio de sus miserias, porque se aferran a las tradiciones, a la fe, la solidaridad y mantienen una comunión que denota su sensibilidad. Han construido a lo largo de la historia una filosofía y una sabiduría de vida que los hace fuertes espiritualmente frente a la desilusión y las catástrofes ambientales y terrenales.
Sin embargo, vemos que las grandes potencias a menudo se ven amenazadas por las crisis económicas y se desesperan porque las mismas las conducen a una preocupación permanente. Entrever fatalidades planetarias o nucleares los vuelve vulnerables; en cambio, en las naciones con menos recursos la vida es más llevadera porque se han acostumbrado a todo tipo de incertidumbre y eso las hace menos propensas a lo trágico. Al contrario, aprenden a vivir apegados a sus costumbres y encuentran soluciones a sus frecuentes calamidades.
En conclusión, no hay duda de que vivimos una era de hastío y de desesperanza cuyo horizonte no alcanzamos a comprender. Sin embargo, debemos superar la sensación y el miedo de que todo está perdido y reconocer que aún somos afortunados porque el planeta Tierra, a pesar de la amenaza del “calentamiento global”, nos ofrece la espesura de los bosques, la frescura de los manantiales y sus riquezas minerales. Más aún, nos permite respirar el oxígeno que nos da vida y del mismo modo ser más humanos.