Las leyes de oferta y demanda se explican en todos los cursos de economía básica y bastante éxito se tiene en que se asimile lo menos importante y más peligroso. Sí, ahí están las dos curvas o líneas que se mueven en sentido contrario y se cruzan en un punto. El choque es inevitable entre la que baja, que es la demanda, y la que sube, la oferta, en movimientos que se capturan en un diagrama con el eje vertical que marca los precios y el horizontal mostrando las cantidades. Al detenerse en ese punto y poner “la loqueichon” se puede ir caminando en línea recta hacia la izquierda hasta encontrar la pared donde encuentra un precio con sombrerito o asterisco (P*); cayendo en caída libre hacia el piso de las cantidades tenemos una con el mismo adornito que la destaca de los otros puntos (Q*).
¡Bingo! Ahí está el precio y la cantidad en que se establece el equilibrio del mercado donde, y aquí empiezan los problemas graves, la sociedad (un colectivo o amasijo de gente) consume sin tener que hacer filas todo lo que está dispuesto a vender la clase empresarial (otro colectivo o mejunje de humanos) para dejar los almacenes vacíos. Esta es, por desgracia, la interpretación más común y la fuente de gran parte de los desatinos en opinar sobre asuntos de economía, claro, entre aquellos que no persiguen fines de lucro económico o poder con políticas para modificar los resultados del equilibrio de los mercados libres y competitivos.
En un curso básico de economía lucho contra eso explicando que las leyes de oferta y demanda se derivan del comportamiento individual de los seres humanos. Actúan, toman decisiones con la expectativa de mejorar su vida seres humanos individuales, no los colectivos. Sarah Kimi exporta banano orgánico y María del Carmen importa repuestos de automóviles, República Dominicana no hace ninguna de las dos cosas. En esto vengo usando el ejemplo de Robert Murphy, en Lecciones para el Joven Economista, sobre la demanda y oferta de galones de gasolina en una hora determinada de un día específico del año. De entrada es de rigor la salvedad que la gasolina es uno de los precios socialistas de nuestra economía mixta donde coexisten precios libres y precios administrados, pero que en EUA, como varios conocen, los precios en las estaciones varían de cuadra en cuadra en cualquier ciudad.
La demanda de gasolina a las dos de la tarde, el 13 de marzo del 2020, en Fair View, New Jersey, de Aumily, Karla, Michael y David, que se muestran en una tabla, indica la cantidad de galones que cada uno, de manera individual, estaría dispuesto a pagar a diferentes precios por galón. Ahí pueden ver cómo cada uno compra un número diferente en cada precio y cómo para variaciones similares del precio los cambios en la cantidad que se consume son también diferentes. Ahí tiene sentido lo de que “cada cabeza es un mundo” en una versión modificada: desconocemos la magnitud del cambio en el número de unidades producto de una variación de precio, pero sí estamos seguro del sentido de la respuesta. Si el precio de la gasolina sube (baja) se consumirán menos (más) galones, pero cuánto más o menos lo sabe Dios con anticipación.
La oferta de galones de gasolina, en ese mismo lugar y en esa misma fecha, aumenta en la misma dirección que lo hace su precio. Mientras más alto es más incentivo tiene el dueño de estación de poner más combustible a disposición del público para la venta y, por supuesto, a precios menores se pierde el interés y se le ponen conos de sombrero de bruja a varias de las bombas. Sahiris, Emily, Carlos y Javier sacan a la venta más gasolina si el precio vale la pena, algo en que cada uno tiene establecido su rango de preferencias para tomar esa decisión. Cuánto más van a poner o a sacar es una decisión individual, seguro solo estamos del sentido de su reacción.
La curva de oferta y demanda del mercado no es más que una representación gráfica de lo que sería añadir todas las demandas y ofertas individuales de contar con esa información. El precio de equilibrio es uno en el que en ese momento provoca la igualdad entre las cantidades que se buscan comprar y vender.
Para que a este grupo se le fije el origen en las preferencias individuales de las leyes de oferta y demanda, algo que es un muro de contención al deporte de mejorar al mercado con abuso del poder político, les puse este ejercicio: dibujar la representación gráfica de las horas que estarían dispuestas a trabajar en servicios domésticos, las mujeres, y como choferes de casa de familia, los varones. En ambos casos algunos estudiantes dibujaron la primera que se corresponde con Ley de Oferta: a mayor salario para esos oficios estarían dispuestos a trabajar más horas. Eso está bien, pero en el debate les indique que esa no parece ser la curva de oferta de horas laborables para un estudiante de licenciatura en una universidad privada y que provienen de familias con ingresos medios a altos.
El “¡Caramba sí” llega antes de terminar la observación porque se dan cuenta que tendrían que empezar a considerar ofertas para dar ese servicio en un salario lo suficientemente atractivo para superar lo que van a sacrificar (ocio, tiempo de estudio, tutorías…). Es lo que entendió un grupo que dibujó la curva de oferta del medio. Les pedí ocultar la información del monto del salario para mostrar en pantalla y ahí está un ejemplo: a menos de una remuneración Sx no ofrezco ni un minuto, a ese monto puedo llegar a trabajar hasta Hx horas y para algunas horas extras montos más altos.
Hecha esta dinámica fue sencillo que dibujaran la curva de oferta que presenta la tercera gráfica. Aunque solo dos de veinte estudiantes habían visto la película “Propuesta Indecente”, su acertada descripción de la transacción en que se involucraron una pareja joven de esposos y un millonario permitió a la mayoría ilustrar la forma de la curva de oferta en base a la información y acción revelada con la aceptación del contrato: a menos de un millón de dólares, nada; a un millón, una noche. ¿A dos, uno más o dos; o para dos, que sean tres? No lo sabemos, pero con “todo lo demás constante” puede ser cualquiera de las tres opciones muestran los círculos de colores, “como se visten los campos en la primavera”.