Hans Dannenberg Castellanos.

Desde el 2008 estuve amenazando a Hans Dannenberg. Le decía que escribiría un segundo artículo sobre su trabajo. “Para eso”, se convirtió en una frase suya que siempre refrescaba, porque demostraba que lo suyo no encajaba dentro de esta normalidad de egos flotantes y siempre con la angurria de la superimpresión.

Aquel artículo lo titulé “Hans Dannenberg, un funcionario que funciona”, y todavía se puede leer https://hoy.com.do/hans-dannenberg-un-funcionario-que-funciona/

Hace una semana que hablamos. Estaba como siempre, haciendo tres cosas al mismo tiempo: bajando para montarse en su carro, comentándome que estaba con uno de sus dos hermosos hijos, que Giselle bien, que Gina y María Paredes, que “mejor no hablar de eso”, entre otras de sus frases habituales.

Dentro de este berenjenal cada vez más triste del funcionarado y la vida social dominicana, la figura de Hans siempre resultaba en un punto de elevación. Serían muchísimos los adjetivos calificativos. Dos que quiero resaltar: honesto y humilde.

Tanta honestidad y humildad no dejó de generar suspicacia en ese medio donde se desenvolvió, donde las espinas a veces son más grandes que la Plaza de la Bandera.

Por lo general se cree que todos los diplomáticos la tienen fácil.

Hans la tuvo durísima.

Una vez le pregunté a Ricardo Ramón Jarne qué cómo se imaginaba su vida en Perú, luego de haber sido aquí durante tanto tiempo el Director del Centro Cultural de España y tener ahora que acompasarse con esos ambientes andinos tan lentos. “Bueno, si a mí dicen que me vaya al Polo Norte, me voy, abro un hoyo en el hielo y me pongo a pescar”, fue su respuesta.

Hans hizo muchos hoyos en la India. Y pescó. Hizo muchísimos otros en toda Asia. Del 2006 al 2020 fue un viajero incansable abriendo embajadas e instalando el nombre del país en las principales capitales. Los cientos de amistades suyas que fuimos sus huéspedes podemos testimoniar la manera tan cuidadosa y cariñosa de tratarnos. Constante, efectivo, silencioso, su teléfono al parecer se enfriaba. Te llevaba a cenar y teníamos que volver a su casa-oficina, porque una profesora dominicana de inglés en algún pueblo de China había perdido su pasaporte, y aunque no era su jurisdicción, tenía que resolver el caso. Que falleció un joven dominicano en Malasia o Indonesia, no recuerdo, y hasta allí volaba Hans y coordinaba todo el trabajo de recuperación de los restos y envío a Santo Domingo. Que un amigo hotelero quería abrir un restaurant hindú en las Turcas y Caicos, y para allá enviaba Hans a uno de sus empleados, que lo era todo: chofer, cocinero, masajista, y que hasta el día de hoy sigue laborando, aunque en Santo Domingo. Que su entonces segundo en la Embajada en India, David Puig, le recomendaba invitar a Ediciones Cielonaranja para las ferias del libros de Calcuta y Delhi, ahí estaba Hans enviándome el pasaje, el chofer a recogerme, disponiendo todo su tiempo y recursos para que los libros dominicanos llegasen a ese gran país asiático.

Y aún así su camino siempre estuvo lleno de las jodidas espinas. En la gestión de Carlos Morales Troncoso hasta lo suspendieron por un mes, por chismes que mejor ni contemos. Que en esta actúa gestión su sueño era asumir la embajada dominicana en Venezuela -que no tiene desde hace años embajador-, para poder estar cerca de su hijos, que ya tanta falta le hacían, pero mejor no, mejor dejarlo sembrado en Rusia, a sabiendas de su ser tan trabajólico, hasta que finalmente y debido a su estado de salud tan precario lo enviaron al frío canadiense, donde ahora se nos acaba de ir.

Señalo estos momentos grises para destacar que aún así, siempre Hans estaba de ánimo para dar la mejor cara.

En la India no se quedó por gusto, sino porque nadie “quería coger para allá”. Y aún así, a pesar de la lejanía y lo complejo de su gestión, su responsabilidad lo llevaba a dar más del 100 por ciento. Se convirtió en “Dean” del cuerpo diplomático, un habitué del Primer Ministro, un funcionario que estimuló el comercio como nadie entre nuestro país y el gigante asiático, sin descontar que media humanidad que se movía por Asia tenía que recalar en algún momento por su residencia en Delhi.

Abrió embajada en Hanoi, donde no pudo “con unos huevos rarísimos” que le ofrecieron en la comida de recibimiento. Abrió embajada en Manila, donde la fiesta para el cuerpo diplomático le llevó más que el sueldo de un mes. Ya siendo embajador en Moscú, se fue a casi todos los países que acaban con “Tan”, logrando vuelos directos entre Punta Cana y la capital rusa, conectándonos hasta con Siberia. Y podríamos seguir contando curiosidades, recordar la manera tan única como se produjo su visión sobre la importancia de nuestras relaciones con Rusia, lo que lamentablemente se tuvo que ir a pique por el conflicto ucraniano.

Pero más allá del hombre de trabajo, del niño adoptado por Audrey Gallardo, de alguien con orígenes cubanos, judíos y gringos que hizo del país dominicano su patria verdadera, que no tuvo un título universitario, pero que llegó más lejos en el cariño, la admiración y el respeto de políticos y funcionarios de todos los bandos por su genio, su trabajo, su efectividad, su honestidad.

Nunca pudieron reducir su humanidad. Una vez Hans se despidió de la India por todo lo alto, porque habían nombrado a un flamante y super desconocido embajador, que ni inglés hablaba. Cuando la mujer del nuevo representante se enteró que la India “quedaba lejísimo” y que las comidas “tenían picante”, entonces el posible embajador desenlió sus bártulos y Hans continuó por un par de años más en el puesto. Hasta Nuria Piera fastidió al pobre de Hans, sacándole en uno de sus reportajes que su mamá era la cónsul mientras el hijo era el embajador, sin documentarse previamente ni llegar a saber lo complejo del trabajo en un país adonde nadie quería ir a trabajar.

Saco a flote estas pequeñeces a sabiendas que Hans estaría super quillado por estas indiscreciones mías. Él nunca las hubiera hecho públicas. No le interesaba victimizarse ni crear conflictos. Su ascetismo era casi de un monje. Me las comentaba porque a veces el abuso se convierte en tradición y aunque no se crea, en su camino siempre había el recelo imperante en la mediocracia patria, la misma que ahora se da golpe de pecho por tan irreparable pérdida. Tampoco aceptaremos todos los golpes porque tampoco tendremos que dar la otra cara para que también sea golpeaba. Lo digo para recordar que igualmente hay lados oscuros en el sol, ese sol que a él tanta falta le hacía.

En Brandenburgo y justo en el camino a Polonia hay un pueblecito que se llama “Dannenberg”. Siempre que pasaba por ahí lo llamaba para recordárselo. Siempre se alegraba y me cortaba a los cinco segundos porque se metía otra llamada.

Hans Dannenberg Castellanos se hacía querer, admirar, celebrar. Era imposible pararlo en su deseo de hacer bien las cosas y hacer el bien en general. Nunca dejó de ser aquel niño grande que en “La escuelota” le enseñaba a Freddy Beras Goico sobre el tema de las líneas aéreas y los vuelos. Siempre se sonreía en su momento de actor en “Nueba Yol”, cuando hizo de inspector de migración. Fue el viceministro más joven de Turismo, y nadie como él para generar emoción, para creer en nuestro país, en su turismo, en sus encantos. Hans fue una flor extraña en nuestro medio: generoso, tierno, honesto, positivo en sus pensamientos, pragmático en sus consejos. Cuando a mí me suspendieron en mis funciones bajo la Era de Miguel Vargas y luego me cancelaron bajo la de Roberto Álvarez, me dijo “que no podía hacer nada”. Así de sincero y de franco. Igualmente seguí colaborando con él mientras estuvo en Rusia, con el Instituto Latinoamericano, porque si algo nos unía era el deseo de poder compartir el espíritu creativo del dominicano, en este caso, nuestra literatura.

Ahora que Hans nos dejaba, se sigue descomponiendo el rompecabezas insular. Cancillería ya no tendrá uno de sus rostros más amables y manos más trabajadoras. Sus amigos ya no oiremos sus miles de anécdotas, como aquella de cuando hizo yuca para que Gadafi lo recibiera. Seguiremos pronunciando ese nombre mágico suyo, como “Hans im Gluck”, porque tuvimos suerte de conocerlo, tratarlo y compartir con él tantas pequeñas y agradables cosas de la vida.

Leo el mensaje de condolencias del Ministro de Relaciones de la India, (https://twitter.com/DrSJaishankar/status/1738769455596061074) y me sitúo ante ese ser suyo, tan frágil y tan encantador.

De verdad, Hans: nos harás muchísima falta.