Los lectores habrán visto la noticia del fallecimiento, el 23 de diciembre, del Embajador Hans Dannenberg en Montreal a los 52 años. Este será un homenaje complementario basado en el trágico corto tiempo que estuvo con nosotros en Ottawa.
Al Embajador le sobreviven su esposa Giselle y sus dos hijos, Hans Manuel y Markus Daniel. Llegó a Ottawa con credenciales rigurosamente probadas como embajador en la India y luego en Rusia, después de unos veinte años en el servicio público nacional, donde ascendió al puesto de viceministro de Turismo. Como se puede imaginar, la tarea de viceministro de Turismo en la industria más exigente del país debe ser una de las más delicadas en el servicio público.
El funeral se celebró en la basílica católica neogótica en el centro de Ottawa. Tuvo una gran asistencia y fue bellamente conducido en español, inglés y francés.
No hubo tiempo para conocer bien a Hans, pero su personalidad y alcance parecían ideales para mejorar la imagen del país y señalar sus oportunidades y atractivos. En poco tiempo el Embajador Dannenberg se había ganado el respeto y el cariño del personal de la Embajada. Su reacción, como me dijo un miembro del personal, fue "devastados".
Mi conexión, demasiado breve, con Hans se produjo después de que el presidente Abinader concediera la medalla de Cristóbal Colón a dos mujeres canadienses, Joan Tinkess y Mary Tiner, por su extraordinario trabajo en el desarrollo de un sistema de microcrédito para campesinas en el Cibao.
Como sabrán los lectores, Joan Tinkess murió poco después de su regreso a Canadá. Hans estaba especialmente ansioso por asistir al funeral de una mujer que había hecho una contribución tan notable al enriquecimiento de la vida de las mujeres rurales de su país.
Como las prioridades médicas y oficiales impedían su asistencia, me preguntó si podía rendirle homenaje en el funeral celebrado en Windsor, Ontario. Tuve el honor de hacer esto y de traer de regreso a Ottawa dos pequeñas urnas que contenían las cenizas que Hans luego llevó consigo para entregarlas en Santo Domingo. Recibidas por José Ramón Frías, fueron llevadas a los servicios de entierro a Cutupú y Yamasá.
Su homenaje, que leí en nombre del embajador, es el siguiente:
“Como Embajador de la República Dominicana en Canadá, me siento honrado y profundamente conmovido de rendir homenaje a Joan Tinkess, una mujer extraordinaria cuyo legado y amor por mi país y su dedicación a la justicia social y el empoderamiento han dejado una huella indeleble.
‟Joan, una mujer de profundos valores y convicciones, dedicó gran parte de su vida a servir y empoderar a las comunidades más vulnerables de la República Dominicana. Su trabajo en Yamasá y Cutupú, enseñando en escuelas locales y dirigiendo talleres para mujeres, no solo transformó las vidas de aquellos a quienes servía, sino que también sembró las semillas de un cambio comunitario y social duradero. Junto a Mary Tiner, vivió entre las personas a las que servía, abrazando y respetando la cultura dominicana. Su establecimiento de la Federación Campesina Juana y María ha brindado cambios duraderos y oportunidades para innumerables mujeres.
‟La República Dominicana tuvo el honor de reconocer las décadas de servicio de Joan y Mary con medallas de honor presidenciales a principios de este año, un testimonio de su impactante y sincero trabajo.
‟Aunque Joan ya no está con nosotros, su espíritu y legado continúan inspirándonos. Nos recuerda a todos que debemos oponernos a la injusticia y defender la causa de la justicia social.
‟En nombre de la República Dominicana, quisiera expresar que mi país siempre estará agradecido por todo su arduo trabajo. Extiendo mi más sentido pésame a los seres queridos de Joan. La extrañaremos muchísimo, pero su legado perdurará para siempreˮ.