En mi ejercicio profesional, que ya es un poquito largo, he tenido el privilegio de litigar en prácticamente todo el país. Mi padre en el derecho, el Lic. Fabio Fiallo Cáceres, tenía hace tiempo unos clientes israelitas, apellido Heffes, Amón y David, quienes junto a su familia se trasladaron a las inhóspitas tierras de la región de Salinas, en Barahona, y producían tomates pequeños, melones, entre otras cosas, para exportación.

El trabajo en principio consistía en defenderlos de una avalancha de demandas laborales instigadas por abogados de la zona, lo cual justificó el Lic. Fiallo afirmando, con razón, que eso pasaba como consecuencia de que esos israelíes le estaban dando galletas sin mano a todo el mundo en dicha zona, haciendo producir tierras que habían sido estériles durante cientos de años, haciendo un simil de la fábula de la luciérnaga y la serpiente.

En estas diligencias, y luego de una mañana de audiencias en Barahona, los Heffes nos invitaron a su finca a comer. Luego de entrar por caminos sinuosos y polvorientos se fue evidenciando un vergel, de vegetación exuberante y verde, la que rodeaba una importante extensión de terreno arada totalmente y dispuesta para la producción y sembradío, con mangueras negras y largas que cubrían todo el terreno, (luego nos explicaron que era para hacer riego por goteo). Fue la primera vez que estuve en contacto con el campo y su producción a gran escala y científica. Estos hombres, prácticamente de la nada, habían hecho de un desierto un paraíso terrenal, donde daban empleo a decenas de personas con las cuales degustamos un rico arroz con habichuelas, pollo guisado, ensalada y fritos maduros que mandaba madre.

Lamentablemente, las demandas y falta de apoyo hicieron que estos luchadores se fueran del país y abandonaran lo que tanto trabajo les había costado.

La experiencia que me quedó fue, sin embargo, que en nuestra amada República Dominicana tenemos el absoluto y más grande privilegio de estar en una zona geográfica donde el año entero tenemos casi la misma temperatura, donde la tierra es más que pródiga y el hombre, cuando tiene la posibilidad, trabaja para mantenerse y mantener dignamente a su familia.

Ante las advertencias de carestía de alimentos, de inflación y de posible hambruna mundial, no podemos ni debemos dar la espalda al campo, sino volcarnos en él para que, mediante una estrategia asumida y decidida científicamente, podamos mantener las tierras de sembradio y producción existentes,  y crear y fomentar miles de tareas de tierra ociosa, que simplemente por falta de inversión y planificación no son productivas.

Crear incentivos a la producción agrícola y pecuaria, crear bancos de semillas, viveros, incentivar de manera decidida los invernaderos y su desarrollo e instalación en todo el territorio nacional. Localizar y contratar expertos de nacionalidad que fuese, contratar agrónomos, geólogos, y todos aquellos profesionales que tengan que ver, y tengan conocimiento del manejo de tierras, para que sirven y que se puede sembrar en ellas.

Refundar el Banco Agrícola para que no solo le preste a quienes tengan algún tipo de relación en el gobierno de turno, sino que sea un ente de real financiamiento a la producción nacional y la creación de empleos y riqueza en el campo dominicano.

Asesorar a los productores para que puedan exportar y que sus productos cumplan con los requisitos a estos fines.

En fin, ahora que tanto se habla de cambio, que este se traduzca en la elaboración de un protocolo a estos fines, y que, la hambruna mundial, que inevitablemente llegará como consecuencia de la inflación y la falta de producción en Ucrania y las sanciones a Rusia, la COVID y sus variantes, entre otros, nos encuentren fuertes y decididos a enfrentarla de mejor manera.

Quizás en vez de dejar vencer vacunas compradas con divisas que nos hacen falta nos convirtamos en productores netos de alimentos y tengamos la posibilidad de alimentar a nuestro hemisferio.

Entiendo que podemos, y el presidente, tiene la juventud y coraje para emprenderlo.

Guerra avisada no mata soldado. Ojalá, que esta inquietud no caiga es saco roto y que aquellos que manejan el campo en el país entiendan su responsabilidad y la importancia capital de sus decisiones.