El periódico HOY, del 11 de mayo, 2012, publicó la información que se cita a continuación y sirve de pie de apoyo a las consideraciones expresadas en el artículo titulado: “Haití, un pueblo que vive y muere sobre una mina de oro”.
“Haití podría aliviar siglos de pobreza, desastres y enfermedades: en las montañas hay oro. Y también plata y cobre. Una ola de perforaciones exploratorias realizadas en el último año reveló que hay metales preciosos que podrían tener un valor de 20,000 millones de dólares en las montañas del noroeste. Una compañía minera realiza perforaciones en la actualidad para ver cómo extraer esos metales. Si las compañías mineras son honestas y Haití tiene un buen gobierno, esta podría ser una forma de sacar el país adelante”.
Leemos y oímos decir que en la isla de Quisqueya, en la cuenca del Caribe, hay una de las minas de oro más grande del planeta Tierra, y está localizada en territorio haitiano; pero, el pueblo haitiano vive en extrema pobreza y muere violentamente sobre esa mina. ¡Inconcebible! ¿Verdad?
Los entendidos en asuntos de explotación minera afirman, con bases científicas y proyecciones económicas, que explotar las minas existentes con eficiencia y pulcritud, puede aportar beneficios para los cambios necesarios que permitan restaurar y establecer una nación con rentabilidad, transformaciones y prolongado sostenimiento.
Si el precioso y válido mineral es explotado, procesado y mercadeado debidamente, ¿qué razón habría para no revolver esa tierra, para no formular eficientes planes que conlleven la realización de acciones con justicia social, desarrollar operaciones que respeten el medio ambiente, actuar con transparencia e incondicional respeto a las leyes y reglamentos del país, y fomentar la esperanza de la gente? ¿Por qué no se inicia una acción para llevar a cabo la exploración de un proyecto de esta naturaleza?
¿A qué se debe, creer y pregonar, el no aprovechamiento de esa donación de oro disponible en territorio propio y nacional, y con posible alcance internacional? ¿Acaso es irracional juzgar como paradójico la demora de acciones, debido a rumores engañosos; de la inhabilidad de tomar decisiones; de sensaciones de inseguridad; de falta de fuerza de voluntad; o por sospechas o conocimientos de posibles fraudes; tal vez por supersticiones religiosas y tendencias culturales; o por influencias de ideologías congénitas; distracciones debidas a influencias discordantes de políticos; o por falta de consentimiento y unidad en las comunidades sociales?
Se debe tener conciencia de la verdad patente, que un pueblo se muere lentamente de hambre, mientras vive sobre yacimientos de oro y otros minerales de valor. Se debe encarar la realidad concreta, que el pueblo se aniquila y retrocede por no tomar las coherentes decisiones para propiciar alimentación, escolaridad, salubridad, elevación espiritual, deleite cultural, seguridad social, a los millones de seres humanos que habitan ese territorio. ¿A qué se debe la falta de motivación para manejar las riendas que pueden ser aprovechadas con el propósito de lograr las condiciones necesarias para favorecer a la población que sufre, se consume y muere, aun estando sentada sobre fundamentos naturales de gran valía que le provee la naturaleza?