- Prólogo
Sea esta introducción a vuelo de pluma, primero, para felicitar al Archivo General de la Nación por haber tenido la iniciativa de proponer, organizar y acoger este encuentro que es, a mi mejor entender, de indiscutible valor académico y de singular significado para el tema que nos convoca: la encrucijada en la que se encuentra Haití. Al mismo tiempo, para agradecer a sus autoridades la invitación recibida a participar del conversatorio de referencia.
En segundo lugar, una advertencia. Por respeto a tantos que sufren en esta isla su condición humana bajo el designio de `los miserables´ evocado por Víctor Hugo, me abstendré expresamente de hablar de lo que no sé y, más aún, de hacer recomendaciones graciosas y a la moda a propósito de cómo suprimir la estructura de poder haitiana. Me refiero a esa costra que salvaguarda un estado de cosas desde el cual particulares -encopetados o no miembros de la célebre élite haitiana- controlan el territorio, así como los negocios que desde muy antaño, generan el malestar que reina en suelo haitiano.
Dada la complejidad de temas concernidos por la actual situación por la que atraviesa dicho país, procederé a base de enunciados exclusivamente teóricos, es decir, afirmaciones o articulados que resultan ser verdaderos o falsos según que expliquen con acierto verificado lo que acontece. Por medio de esas cuatro afirmaciones, en tanto que avaladas por hechos históricos que asumo que todos reconocen, induzco por qué el pueblo haitiano, su sociedad y sus manifestaciones económicas, políticas y culturales pasan por el paso crítico -si no redentor- de su propia superación dialéctica luego de su desintegración en tanto que estado de cosas fallido.
Así, pues, a seguidas las tesis en cuestión y una explicación relativa a la actualidad histórica de Haití sumida nueva vez en su sempiterna encrucijada.
- Tesis
- Libertad e independencia o el sino de los lugartenientes de Dessalines
Haití nació escindida, no solo rodeada de adversas metrópolis. La esclavitud dio pie a la libertad individual de los esclavos en la antigua colonia francesa de Saint Domingue, mas no a la interdependencia entre iguales y tampoco a la identificación y preeminencia de una nación común a ellos e independiente del libre arbitrio y parecer de sus miembros aislados entre sí. Desde aquel entonces el conglomerado haitiano -ajeno a una causa común nacional- resiste cualquier manifestación de obediencia a un semejante por superior jerárquico que este sea. De ahí que la institucionalización de la sociedad y de la cosa pública en todas sus expresiones permanezcan críticamente comprometidas desde el primer día a las desavenencias entre semejantes y bajo el sino de los lugartenientes de Dessalines.
- La falacia racial o la ilusión bovarista
La realidad haitiana es sujeto y objeto de esta premisa: la raza, para más detalles la negra, constituye el factor explicativo de su existencia. Pero se trata de un error interpretativo pues, en la historia universal, raza y esclavitud no articulan un matrimonio indisoluble y, más aún, el factor racial no determina el manejo de la riqueza y del poder. De hecho, ha habido esclavitud de europeos en Europa, de africanos en África y de asiáticos en Asia: ni la estética corporal ni la preferencia racial dominan las estructuras de poder ni las actividades laborales de una u otra zona geográfica en el transcurrir de la historia universal. Y por ello el sofisma ideológico que -tergiversando el alcance del dictum aristotélico de que por naturaleza hay seres humanos sociales que nacen para mandar y otros para obedecer- lava las manos del amo francés mientras iguala el ser blanco y culto al amo y el negro y bárbaro al esclavo. No obstante la mala intención de ese craso error, en Haití, por efecto del afrancesamiento inicial de elementos criollos y la posterior occidentalización de sus grupos más encumbrados en contraste a la mayoría de la población, dicha falacia deviene útil bisturí para diferenciar y alejar sus elementos más representativos de sí mismos, amén de dividirlos de todos los demás.
- Distopía e institucionalidad fallida o la sombra del credo de los Duvalier
En lo que el pueblo haitiano se reproduce dignificado de su condición resiliente, Haití permanece arrinconado en un proceso desarticulador cuya casaca deja al descubierto los zurcidos republicanos y democráticos impuestos a la fuerza a su empobrecido cuerpo sociocultural por sus clases dominantes. Emulando a los prisioneros en la caverna de la República platónica dicho país yace encadenado y en sombras, víctima de inseguridad alimentaria y ciudadana, así como de interminables desavenencias e intestinas malquerencias y rampante corrupción y rebatiñas públicas de ambiciosos trepadores, –en adición, por supuesto, a la presencia de guardianes locales y foráneos que impiden la certera transformación de su presente. Así ha fraguado finalmente un maltrecho cuerpo social bajo la creencia contemporánea de los Duvalier: ni a base de temor, abuso, manipulación e incluso terror se cumple en el presente -en la línea continua que va de la barbarie a la civilización- con los estándares mínimos de bienestar y formalidades características de nuestra civilización.
- El atascadero y su porvenir.
Del actual atascadero en el que se reproduce la población con tenacidad, Haití podrá adentrarse en el por/venir en función de solo una de estas dos alternativas previsibles:
- Aceptar intervenciones foráneas y aplicar recetas copiadas e implementadas en ese país de forma repetitiva, a modo de antesala a su próxima recaída en una nueva encrucijada, tal y como allí acontece de manera cíclica desde el primer día del año 1804;
o, con más tenor y futuro, segunda disyuntiva,
- Adaptar -desde renovados centros de poder dirigenciales en manos haitianas y gracias a un política disciplinaria y fuerte- su propia herencia política tanto africana como occidental, hasta lograr que sea respetado el orden a ser restablecido y las leyes objetivas que lo amparen. Y, de manera más progresiva, en el tiempo, proveer servicios públicos críticos para una vida en la que los más diversos segmentos de la población lleguen a estar empoderados, tomen sus propias decisiones y persigan su mayor bienestar y felicidad bajo el ordenamiento de un Estado de derecho adaptado a su realidad singular.
- Una explicación por fin
- Haití. La encrucijada que hoy nos reúne y preocupa reaparece en la historia haitiana como mantra resignada del eterno retorno de lo mismo.
Ayer, como hoy y cuantas veces se recurra a soluciones meramente circunstanciales, reaparece el mismo fenómeno: por una parte, la resiliencia de una población anónima, empobrecida y abandonada a su suerte; y de la otra, repetitivas e insuperables crisis institucionales y de subsistencia de las que -en términos generales- cada uno escapa solamente por la vía migratoria o por la comisión de hechos dolosos. Cruel fenómeno ese que no es la causa sino el efecto, primero, del bovarismo afrancesado de ayer y hoy del émulo occidentalizado de sus clases más encumbradas y elitistas; y segundo, de ese gran poder económico que por sacar beneficio particular inclusive sufraga vorágines de sangre, desorden y caos.
Así, pues, la conclusión es una sola.
- A propósito de la primera tesis, en tanto que empresa humana, el conglomerado haitiano ganaría en reconocer que la obediencia es un momento necesario de su libertad y no un resabio característico del estado de esclavitud en el que el esclavo está privado de ejercer su libre arbitrio eligiendo qué hacer. En el estado efectivo de interdependencias en una nación institucionalizada, la libertad de cada individuo queda garantizada por la de todos con objetivos compartidos por mayorías y minorías reconocibles entre sí más allá de la inseguridad personal y jurídica que conllevan la deslealtad y el sino de cualquier lugarteniente de un pretendido emperador o no.
- En lo relativo a la segunda tesis, la raza negra como variable de comprensión de los procesos sociohistóricos de Haití, la autoidentificación del y de lo haitano no tiene por qué seguir siendo ofuscada en su comprensión y neutralizada en la movilización y acción de los concernidos. Se trata de una supuesta variable que resulta inoperante a la hora democratizar la estructura de poder que se perpetúa en dicho país en detrimento de los pobladores del lugar, tal y como se verifica en el presente haitiano.
- En lo que fragua el futuro en un horizonte por ahora utópicamente oscuro -como revela en la actualidad la tercera tesis- se requiere que los países más próximos, al igual que los más lejanos a Haití, entiendan la complejidad de lo que presencian absortos y que quienes al reconocerse siendo haitianos encaucen sus responsabilidades y mejor destino. Esto sí, sin para ello caer en el recurso estéril del atropello y de la fuerza por la fuerza, según dicta el credo de los Duvalier y de todos aquellos que por medio de la mera imposición o brutalidad han querido intervenir diplomática y sobre todo militarmente en el curso de los eventos en ese tercio de isla.
- En lo que concierne a la última tesis, el porvenir de Haití, la mejor opción siempre será la adaptación de Haití a su propio entorno sociocultural hasta lograr el empoderamiento cívico y democrático de toda la población al debido cumplimiento de sus obligaciones. La meta final de ese propósito implica que Haití reconozca ante todo su propia responsabilidad en lo que hoy se revela como su actualidad histórica.
Solo por motivos de claridad específico el dilema de la responsabilidad histórica haitiana valiéndome de una analogía simple. Así como el responsable del estado de salud de un enfermo es el paciente, no el médico de cabecera que poco puede hacer cuando el postrado no pone de su parte para rebasar su condición, por igual la responsabilidad de la encrucijada haitiana recae en el estado de cosas que allá transcurre, en la justa medida en que este viene coadyuvado no solo de fuera, sino por los mismos afectados.
- Ahora bien, en lo que fragua -asumiendo que llgue a fraguar- algo siempre más consciente y mejor en y para Haití, resulta impensable que el haitiano despojado de mejor destino permanezca inmóvil y solo resignado a su suerte, en vez de salir a pie o por otros medios a su exilio económico.
Debido a esa fuga lejos de la patria cada uno de los Estados nacionales a los que hoy llegan innumerables oledadas de infelices de la tierra tienen la obligación de salvaguardar de manera inapelable la soberanía estatal que los asiste, tanto al momento de legislar, como de cumplir y hacer cumplir las leyes y sus reglamentos y protocolos de implementación. Las autoridades legítimas y sus respectivas sociedades son responsables de cumplir y hacer cumplir su ordenamiento jurídico en materia migratoria, incluyendo los acuerdos internacionales que han ratificado, por supuesto, pues rdyod tienen fuerza constitucional en el país que los ha firmado voluntariamente mientras no los denuncien formalmente. Todo eso conlleva la responsabilidad de evitar a toda costa que ese ordenamiento vigente sea violado en alguna de sus partes por la razón que sea.
Entiéndase bien, dado lo controversial que ha devenido el tema. Entre los ejemplos más frecuentes de disputa a propósito de la legitimidad que asiste a dichas formaciones estatales, y consecuentemente a sus autoridades e integrantes, están estas tres: cuando son las mismas autoridades las que violentan su propia legalidad consintiendo que el ordenamiento migratorio del paíz yazca sin vigencia como letra muerta para todos. Segundo, cuantas veces los funcionarios públicos la acatan y la sustentan, pero con la parcialidad de quien impone el peso de la ley y el rigor de sus normas de implementación a los otros, pero no a los cómplices del tráfico y acogida laboral del inmigrante en condiciones de irregularidad; o bien, tercero, cada vez que contraponen las leyes nacionales que dicen respetar, tanto a sus reglamentos y protocolos de implementación, como a los acuerdos internacionales que gozan de fuerza constitucional.
A pesar de ser tan diversas y por veces contradictorias las obligaciones que hay que cumplir y a hacer cumplir, exclusivamente así, acatándolas sin más, a pies juntillas, se consumará por doquier la máxima de ser justos lo primero, para ser entonces felices. De lograrse tal estado de felicidad, no habrá que recurrir a hacer leña del árbol caído ni poner en evidencia la vil cobardía de quienes en un ardiente trópico caribeño juegan a echar combustible al fuego de los rumores y del miedo ante esos otros que con semblante de reencarnados bárbaros invasores expusieron en su día -en la vieja Europa- a la decadente civilización romana a su propia vanidad.
- Un deseo. Finalizo con un deseo personal en ascuas. Este es que, sin muestras de inquina ni recelos hacia los iguales y más débiles, ni miedo ni pleitesía frente a los más poderosos, Haití salga aunada de su última encrucijada, no tanto por injustificables intervenciones unilaterales de ninguna índole, sino porque por fin asume y es capaz de articular la libertad individual de sus ciudadanos -en tanto que Nación aunada e independiente- en el concierto de unas naciones libres y prestas a atender sus solicitudes y necesidades.
Esa impotencia es la actualidad histórica de la encrucijada del país limítrofe, explicada bajo el espectro de un pasado recurrente que -por definición- no es, pues ya pasó. Realidad por demás expuesta aquí de forma únicamente teórica porque aún no ha sido superada por una causa común inexistente y por ahora irreconocible a los ojos de todos los haitianos afectados. Por eso queda siempre en veremos la institucionalización, el crecimiento y el desarrollo sostenible de un estado de cosas en Haití que resultó fallido tras su independencia nacional.
Fernando Ferran. Antropólogo y filósofo, coordinador de la Unidad de Estudios de Haití, UEH, y director del Centro de Estudios Económicos y Sociales, P. José Luis Alemán, SJ, de la PUCMM. Conferencia pronunciada el 17 de noviembre de 2022, en el Archivo General de la Nación el 17 de noviembre de 2022, durante el transcurso del Panel Haití en la Encrucijada del Porvenir.