La independencia de Haití fue una epopeya de categoría mundial. Le preceden la revolución inglesa, la norteamericana y la francesa, pero a diferencia de ellas en Haití ascendieron al poder los antiguos habitantes esclavizados, no las élites burguesas. Tuvieron que enfrentar al ejército francés, el más poderoso de ese tiempo, y se desangraron económicamente pagando una perversa deuda a quienes le trataron como animales por siglos. La selectiva memoria de los racistas y xenófobos olvidan hechos de tal magnitud para descargar todo su odio contra un pueblo lleno de valor y ansias de libertad.

Contrario a los reaccionarios dominicanos que presumen de ser duartianos, el fundador de nuestra nacionalidad admiraba intensamente al pueblo haitiano. “Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recogiendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores y veo cómo los vence y como sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor…”. Duarte para su pueblo reclamaba lo mismo que los haitianos habían logrado frente a Francia. Se alió con los seguidores de Charles Rivière-Hérard para derrocar a Jean-Pierre Boyer, y hasta supo buscar el apoyo de los Santana que claramente siempre buscaron la anexión a España, siempre con un fin: lograr la independencia dominicana. Rebajar a Duarte a una postura racista, anti haitiana, es degradarlo en su proceridad, igual que no reconocer su uso inmaculado de los fondos públicos es una afrenta a todos los corruptos que pululan en ese país, incluidos muchos pseudo-duartianos y antihaitianos.

Igual de grave es que seguidores de Juan Bosch (estén en el PRD, el PLD, el PRM o la FP) asuman posturas anti-haitianas motivados por un racismo visceral. El 14 de junio de 1943 escribió una carta a Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy, amigos suyos que lo habían visitado en La Habana. Justo cuando dejaban tierra cubana les entrego esa carta, en su texto señala: “…de mi reunión con ustedes he sacado una conclusión dolorosa, y es ésta: la tragedia de mi país ha calado mucho más allá de donde era posible concebir: La dictadura ha llegado a conformar una base ideológica que ya parece natural en el aire dominicano y que costará enormemente vencer; si es que puede vencerse alguna vez”. Esa ideología, esa patología social, que Bosch pronostica durará por mucho tiempo es la siguiente: “Me refiero a la actitud mental y moral de ustedes y por tanto de la mejor parte de mi pueblo – frente a un caso que a todos nos toca: el haitiano”.

Bosch había salido al exilio en enero del 1938. Una de las causas más poderosas de esa decisión fue precisamente la masacre de 1937 y la intolerable idea de que Trujillo quería cooptarlo como congresista. Le reclama a sus amigos que haya asumido esa mentalidad trujillista. “Los he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno; cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otros”. El sentido humanista del verdadero padre de la democracia dominicana lo lleva a develar ese odio racista apelando a una relación sagrada como la paternal/filial. Un auténtico padre no puede amar a sus hijos y odiar a los del vecino.

Bosch va más hondo y enfrenta a los lectores de esta carta, incluyendo a los del presente, donde prácticamente nadie -incluidos muchos cristianos provida- protestó al ver como a mujeres embarazadas haitianas las trataban como ganado las autoridades de migración. “Creo que Uds. no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable; que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho de vivir” Esa mentalidad sigue presente en minorías fascistoides, que odian a los negros, las mujeres y los pobres.

Si entre los dirigentes del PLD, FP y el PRD hay racistas, antihaitianos, es inconcebible que existan en el PRM. Cuando se reconoció el triunfo del PRM en las elecciones la figura central de la celebración fue José Francisco Peña Gómez. Peña Gómez, hijo de padres haitianos, nacido en una loma, el mismo año de la matanza, fruto de que su madre embarazada huía de la miseria y la persecución de aquellos que consideraban a los haitianos poco menos que animales.

¿Cómo es posible que un gobierno del PRM se persiga a los estudiantes haitianos primero, luego a mujeres parturientas y ahora a residentes en Ciudad Juan Bosch? ¿Quiénes han llevado a este gobierno a presumir de un muro en la frontera que no se construirá porque es un disparate en todos los sentidos? ¿Por cuáles maniobras una minoría que no representa ni un 1% de los votos emitidos es capaz de imponerle su agenda racista al partido de Peña Gómez que ganó con más de la mitad de los votos? El caso de Ciudad Juan Bosch va develándose poco a poco y pronto se descubrirá que el detonante del conflicto fue el robo por parte de funcionarios del gobierno y constructores del salario debido a los obreros haitianos. Y si el gobierno protege a los propagadores del odio contra nuestros vecinos, deberá asumir plenamente las consecuencias de esos y otros hechos más terribles, mientras los fascistoides, como siempre, se esconderán en las sombras.