Advertencia

Este artículo no pretende utilizar ofensas al uso para capturar lectores o estimular morbo.   Nuestra especie pertenece al reino animal, y las ciencias han recurrido a estudios comparativos intentando  una mejor compresión de la conducta humana. 

Simbiosis

El escenario sui generis de la política dominicana parece mas propicio para la psicología animal que para el estudio de la conducta social. La aparición de las pulsiones primarias: hambre, sed y apareamiento, ligadas a la supervivencia, al ser respuestas talámicas provenientes del cerebro primitivo, conducen a conductas instintivas e irracionales.

Sabemos, por los estudios de la conducta animal, que la irracionalidad de las pulsiones básicas, no solo nos aleja de la cultura, sino que se evidencia en escalas mas elementales de ese reino como individualismo corrosivo. Pero líderes sin liderazgo y adeptos sin adhesiones han sabido beneficiarse recíprocamente de un comensalismo  socialmente perjudicial.

Es fácil saber que este ha sido el derrotero de los grupos sin fundamentos llamados partidos políticos. Algunos existían por la presencia de caudillos y rémoras. Otros  se formaron con fragmentos de aquéllos, y su cohesión ha dependido de la suma de intereses individuales.  En ese escenario, la conducta política se vuelve la más elemental conducta animal.

Los llamados partidos no cumplen con ninguna de las ideas de Sartori sobre los mismos: algunos son poco menos que facciones; no son entidades de interés publico (esto se evidencia en la ausencia de militancia y en la abstención electoral); tampoco son canal para la expresión de la voz del pueblo. Algunos podrían ya hoy alcanzar el rango de entelequia que solo espera cada cuatrienio las dádivas establecidas.

Foresia

La movilidad social debería ocurrir por las competencias del sujeto congruente con el perfil de un puesto, pero la falta de oportunidades, la baja tasa de empleos y  la cultura clientelar, hace que ese sujeto solo actúe  como huésped de una facción de poder real o potencial, conminado por la posibilidad de ser transportado a algún puerto seguro.  La foresia no admite fidelidad, el medio para alcanzar el fin importa poco.

La humana conducta marcada por la ética, se deteriora cuando el animal forético es un sujeto con antecedentes, expedientes y simulación; mientras, que el hospedador está  constituido por  unos candidatos que, en un sistema de partidos sin regulaciones legales, desconocen los orígenes de su “padrón”.  Suben a una tribuna cuando saben que el animal forético no se arenga.

Parasitismo

Ciertos partidos observaban la conducta de su militancia y guardaban normas y principios.  De tal manera que los que se integraban a sus filas pasaban a ser “modelos sociales” en sus respectivas comunidades. Con ingenuidad, las izquierdas asumían los clubes y juntas de vecinos como frentes de masas y, de algún modo operaban como reguladores de la energía social y sus posibles desbordes.

Derrocada la idea de llegar por medios violentos al poder y establecido el método de la democracia representativa, rápidamente los grupos/partidos supieron que había que “flexibilizar” abriéndose a pactos y conciliábulos otrora impensables. Esto  permitió la degradación de las direcciones partidarias, la venta de siglas, los buhoneros políticos, los faranduleros y oficiantes de alcantarilla.

Enfermedades del sistema, los partidos se evidencian abiertos a daños, medibles solo con echar una mirada a las curules donde “corroboran” individuos que, no solo nunca han revisado los articulados de la Constitución, sino que nunca les ha interesado aprender tal cosa ni menos asumir la responsabilidad que deriva del mandato.

Depredación                                  

Cuando los medios de comunicación ofrecieron la “noticia” de que un convicto daría denuncias públicas (condena exoficio), debimos, sin importar la simpatía política, preguntarnos qué cosa fundaba este escenario. Testigos fuimos de la narconoticia; con el edulcorante de que  el montaje provenía  de la misma parcela que el injuriado.  Si esto no constituyó el germen de la caída y degradación de ese grupo político, se aproxima bastante.

Los predadores cayeron de todas partes y se abrieron expedientes ya ventilados en los medios sin ética ni respeto al Poder Judicial, con bemoles que nos obligan a otra música; por ejemplo, el cohecho en las curules. Si el ejecutivo sometió proyectos lesivos, el dolo comienza por unas cámaras a las que les correspondía actuar como guardiana del pueblo, sobre todo por estar constituida en su mayoría por la oposición de aquella época.

Canibalismo

Uno de los misterios sin resolver de las ciencias de la conducta, y que ha generado debates académicos, es la práctica caníbal. El canibalismo ritual que acompaña a ciertas tribus no se explica por una ingenua aproximación al pensamiento primitivo, puesto que se replica en el canibalismo criminal; tampoco es suficiente la explicación talámica de los neurocientistas, ya que esta conducta aparece en animales con neocorteza -los humanos-.  Como reza aquel refrán: “perro no come perro”.

César Pérez, en este mismo medio, argüía como una de las razones del canibalismo político “la primitiva costumbre de los partidos a crecer con trasvases…”, cambios de recipiente que no necesitan de ideas, pensamiento, cohesión, en fin, ninguna de las cuestiones que la sociología estudia en los grupos humanos.

Se podría especular que el canibalismo degrada a los partidos políticos a categoría tribal, aunque una práctica ritual sin un mito que la sustente (idea mágica o religiosa) se acerca más a un hecho criminal. Pero el sistema de partidos no prohíbe la trapisonda ni  el dolo. En esta psico/zoología es donde se fundamenta el desamparo aprendido evidente en las ultimas “contiendas electorales”.

A juzgar  por las estadísticas electorales, el político se ha convertido en animal autodestructivo.