Los intereses políticos y económicos de los imperios existentes a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sus desavenencias y disputas territoriales fueron de las causas principales para el inicio de la I Guerra Mundial. El centro del mundo estaba dividido en los imperios: Austro-Húngaro, Reino Unido, Ruso, Otomano, Italiano, Francés y el Alemán. Los Estados Unidos apenas estaban dando sus pisadas imperiales invadiendo y asediando a toda Latinoamérica, pero su extensión de ultramar no lo hacían comparable con los imperios europeos que tenían colonias en todos los continentes.
Europa carece de muchas materias primas que se necesitan para el desarrollo industrial y solo el Reino Unido, Francia e Italia las obtenían de sus colonias en África, Asia y Oceanía, dejando atrás al Imperio Alemán que poseía muy pocas. El Ruso, por su vasta extensión, obtenía lo necesario de su propio territorio solo que el implacable absolutismo zarista le impidió un desarrollo como para equipararse al desarrollo alcanzado por las potencias europeas. El Imperio Otomano y el Austro-Húngaro carecían en absoluto de colonias. Evidentemente, los imperios más aventajados económicamente eran el de Reino Unido y Francia.
Entre Francia y Alemania existían rencillas como secuela de la Guerra Franco Prusiana que duró un año en la séptima década del siglo XIX. El juego diplomático entre este tinglado de intereses imperiales produjo una división, por una parte se creó la llamada “Triple Alianza” en el 1882 formada por Alemania que fue su precursora, por iniciativa del príncipe Bismark que unificó Alemania; esta Triple Alianza la componían también el Imperio Austro-Húngaro y el Italiano, luego se le sumó el Imperio Otomano. Los demás quedaron formando la “Triple Entente” formado por Reino Unido, Francia y la Rusia zarista.
La unificación teutónica (alemana) impulsó el desarrollo tecnológico e industrial de la nación, pero su economía se veía afectada porque tenían que comprar los insumos que no obtenían de sus pocas colonias a sus rivales ingleses y franceses, acumulando grandes deudas. Peor les iba a los imperios austro-húngaro y Otomano, sus economías estaban afectadas y la presión social aumentaba. Por otro lado, en Europa había un auge de nacionalismo que incidía considerablemente en la rivalidad entre naciones aumentando aún más las tensiones.
Como nadie lo explica, siempre se ha pensado que lo que inició la guerra fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo. Resulta que el asesino era un serbio, lo que hizo que el Imperio Austro-Húngaro, tomando esto como pretexto, le declarara la guerra a Serbia un mes después. Serbia tenía un pacto de protección con el Imperio Ruso y así empieza la Gran Guerra. Las reales razones fueron que los austro-húngaros, con sus ansias expansionistas, tenían en Serbia el principal obstáculo para su expansión hacia las costas de los Balcanes y como un elemento que amenazaba su estabilidad. Además, el ultra nacionalismo austro-húngaro actuaba en contra de los eslavos. Pasado el hecho criminal, el imperio Austro-Húngaro le exigió compensaciones onerosas al reinado de Serbia lo que estos ignoraron y recibieron la declaración de guerra.
¿Qué produjo la II Guerra Mundial? Pues, lo mismo, intereses territoriales para obtener recursos naturales y poder ampliar su mercado. La primera gran contienda termina con la humillación de Alemania que cae en una gran depresión y sujeta a sanciones impagables. Los imperios ganadores se fortalecen y los perdedores desaparecen. El mundo sufre un rediseño de sus fronteras en donde, indiscutiblemente, el Reino Unido ostentaba el galardón de ser la primera potencia mundial con Francia detrás e Italia y Rusia en tercer lugar.
En medio de un torbellino social en la Alemania de la posguerra, en donde las facciones ideológicas se medían en las calles, un Hitler agitador de histriónica oratoria logra aglutinar el sentimiento nacionalista y ultranacionalista que flotaba sobre las cabezas de los que, como él, se sentían defraudados, humillados y traicionados con el resultado de la Gran Guerra en donde Alemania salía como la más perjudicada. Sus ideas calaron en el pueblo alemán y pronto se rearmó bajo los ojos de quienes habían salido victoriosos en la gran conflagración. Ya el Imperio Zarista había sucumbido bajo las botas del bolchevismo y los comunistas mandaban en Rusia, llamada ahora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En el libro publicado por Hitler “Mi camino” se plantea claramente sus deseos de expansión territorial y obtener su nombrado “Territorio Vital” en el cual dejaba bien claro que debía adueñarse de toda Rusia, deseos que siempre tuvieron el Reino Unido, Polonia, Suecia, la propia Alemania y otros.
Hitler, con su III Reich, incentivó al máximo el ultranacionalismo con un fuerte sentimiento anticomunista, antisemita y antieslavo. Promovió la idea de la superioridad racial, estatizó la vida del ciudadano común alemán convirtiendo a la Alemania en un Estado fascista. Concitó el apoyo del empresariado norteamericano, de otras partes del mundo y de su país, incluyendo empresarios judíos. A pesar de tener una política económica proteccionista por lo que el pueblo alemán adquirió mejores niveles de vida que en otros países, su economía era deficitaria acumulando una gran deuda interna y externa por lo que acudió al trueque como intercambio internacional lo que no cayó nada bien al mundo de las finanzas que empezaron a conspirar contra el gobierno nazi imponiendo sanciones que incidían en la producción alemana como una soga en el cuello de su economía que, ante tal situación de presión, adelantó la decisión de Hitler de iniciar su estrategia expansionista y la guerra, como consecuencia.
El 22 de junio del 1941, la fuerza de invasión más grande de la historia de la humanidad a lo largo de 3,000 kilómetros de frontera entró en la Unión Soviética divididos en tres cuerpos de ejércitos: Norte, Centro y Sur que en total sumaban unas 300 divisiones con un total de 3 millones de soldados, miles de vehículo blindados, 5,000 aviones, miles de piezas de artillería y unidades motorizadas. 27 millones de rusos fueron asesinados en esa campaña criminal entre soldados y civiles, la mayoría asesinados a mansalva y de las formas más terroríficas por solo ser eslavos, considerados por los nazis como seres inferiores y comunistas.
No se habían enterrado los cuerpos sin vida de los últimos soldados y civiles muertos al finalizar la guerra cuando ya el genocida Winston Churchill planificaba una campaña para terminar de destruir a toda la Unión Soviética en la llamada “Operación Impensable“ para adueñarse del territorio ruso, anhelo histórico de la mayoría de los imperios europeos y asiáticos.
Hoy el mundo pende de un hilo con Ucrania convertida por la OTAN en un país fascista agresor de su propia gente al mantener 8 años de guerra civil y constantes bombardeos a las ciudades de la región del Donbass, incumpliendo los acuerdos de Minsk, lo que trajo como consecuencia la llamada “Operación Militar Especial“ implementada por el ejército ruso.
¿Qué fueron los “Acuerdos de Minsk“? Fue un protocolo para poner fin a la guerra entre el gobierno ucraniano y las repúblicas autoproclamadas independientes del Donbas (República Popular de Donetsk y República Popular de Lugansk). Este acuerdo firmado en la capital de Bielorrusia por La Federación Rusa, las repúblicas de Donetsk y Lugansk y el gobierno ucraniano bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) establecía 12 puntos: 1-Alto el fuego de inmediato; 2-Garantizar por ambas partes la supervisión del alto al fuego por parte de la OSCE; 3-Autonomía de los gobiernos de las repúblicas de Donetsk y Lugansk; 4-Asegurar la monitorización y verificación de la frontera ruso ucraniana por la OSCE. ; 5-Liberación de todos los presos y secuestrados; 6-Ley para prevenir represión y persecusión contra toda persona relacionada con uno u otro bando; 7-Continuación del diálogo bilateral; 8- Medidas para mejorar las condiciones humanitarias en la región del Donbass; 9-Garantizar las elecciones en conformidad con la ley en la región del Donbass; 10-Retirada de los grupos armados ilegales, equipo militar y mercenarios de Ucrania; 11- Aprobación de un programa de recuperación económica y reconstrucción de la región del Donbass y 12-Garantizar la seguridad personal de los participantes en las negociaciones. Este acuerdo se firmó el 5 de septiembre del 1914.
Pues bien, Petró Poroshenko, que para esa fecha era el presidente ucraniano, no tenía ningún interés en cuplir los acuerdos y ordenó intensificar los ataques y bombardeos contra las repúblicas autoproclamadas independientes de manera abierta, tan abierta que en un discurso dijo textualmente: “Nuestros hijos crecerán sanos e irán a las escuelas y universidades mientras que los de ellos enfermarán y vivirán en los sótanos por miedo a sucumbir bajo nuestras bombas…“ Así transcurrieron 8 años, desde el 2014 hasta el 2022 de guerra y bombardeo diario contra los civiles del Donbass, quienes clamaban por el proteccionismo ruso hasta que el presidente Putin tomó la decisión de proteger al Donbass en su llamada “Operación Militar Especial“.
El incumplimiento de ese acuerdo no es lo más grave, lo más grave es el incumplimiento de un acuerdo de “Caballeros“ que el Sr. Gorbachov y los presidentes de la OTAN, sobre todo de George Bush (USA) y John Major (Reino Unido) que se comprometieron a no rodear las fronteras de Rusia con bases militares de la OTAN, en el año 1991 cuando se disolvía la Unión Soviética.
Rusia se ha visto rodeada de bases militares y laboratorios para la guerra química y bacteriológica de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y se cansó de advertir a esa organización ante las Naciones Unidas sin que le hicieran caso alguno hasta que la provocación pasó la línea roja al convertir Ucrania en, prácticamente, una base militar de esa organización agresora.
Los representantes de la OTAN y el propio presidente Biden han dicho abiertamente que ayudarán a Ucrania “hasta que muera el último ucraniano“ y en los momentos en que escribimos estas líneas se está llevando a cabo una guerra de desgaste que, además, sirve para que Rusia y Occidente midan sus poderosas armas a costa de la muerte de miles de ciudadanos en una escalada que nos puede llevar a una hecatombe nuclear, donde personas como las que lean estas líneas, como quien las escribió y nuestros descendientes, no tendremos ninguna oportunidad cuando las nubes radioactivas nos envuelvan.
Estamos siendo testigos de los estertores mortales de uno de los imperios más agresivos y criminales de la historia de la humanidad que, ante su inminente pérdida hegemónica, está lanzando zarpazos a diestra y siniestra sin importarle un carajo lo que le suceda a la humanidad.