No bien cuando el conflicto ruso-ucraniano-norteamericano parecía ir perdiendo atención en los medios y cadenas internacionales de prensa, un nuevo y ya viejo conflicto empieza a traernos noticias de destrucción, muertes de niños, jóvenes, adultos y ancianos que se convierten en víctimas perdiendo así todo derecho de vida a través de la muerte. De nuevo, “pérdidas atroces de vidas civiles, desplazamientos masivos y violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos”, según se recoge en los medios a través de la web, se convierten en el foco de atención en el mundo con el conflicto palestino-israelí-norteamericano.

El periódico El País digital, en su edición de este domingo 8 de octubre, lo muestra de la siguiente manera: 

El ataque sin precedentes de Hamás contra territorio israelí ha causado ya más de 600 muertos, según ha publicado la Oficina de Prensa del Gobierno israelí en su cuenta oficial de Facebook. La cifra también la han corroborado medios locales, que citan a fuentes de los servicios de emergencias. Según la Oficina de Prensa del Gobierno, el número de heridos asciende a más de 2.000, de los cuales 200 están en estado crítico. También hay más de 100 personas que continúan secuestradas por los miembros de la milicia palestina que el sábado entraron en territorio israelí. A esas cifras hay que añadir los milicianos abatidos por las fuerzas israelíes, que se cuentan por cientos, según el ejército israelí, que aún combate con algunos de ellos en varias localidades del sur del país. En el otro lado, la respuesta israelí, en forma de bombardeos sobre objetivos en la franja de Gaza, se ha cobrado la vida de al menos 370 personas, entre ellas 20 niños, según el Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina, que informa también de 2.200 heridos. En paralelo, proyectiles lanzados desde territorio libanés han alcanzado a primera hora de la mañana una posición militar israelí en las Granjas de Shebaa (una zona ocupada por Israel en la confluencia de las fronteras del Líbano y Siria), según Reuters, que cita a fuentes de seguridad. Israel ha respondido atacando con artillería posiciones de la milicia en el sur del territorio libanés. (Guerra de Israel en Gaza, en directo | El número de muertos en territorio israelí por el ataque de Hamás se eleva a más de 600 | Internacional | EL PAÍS (elpais.com))

Todo parece que muy a pesar de nuestros avances científicos y tecnológicos, el desarrollo de las grandes ideas filosóficas que nos llevan por el mundo de la moral y la ética, como del buen vivir, todo incluso cuanto hemos avanzado en el conocimiento de nuestras emociones y procesos cognitivos, el conflicto armado con la muerte de miles de inocentes se convierte en la vía predilecta para los líderes internacionales “enfrentar y solucionar” sus conflictos. 

De nuevo parecería que el imperio de nuestras emociones, sobre todo aquellas que niegan toda posibilidad de compasión y bondad, solidaridad y amor, hacen presa nuestras actitudes y conductas cuando se trata de enfrentar conflictos. Aunque inicié su lectura hoy mismo quizás encuentre explicaciones distintas a las conocidas ya, en el libro Homo emoticus, la historia de la humanidad contada a través de las emociones de Richard Firth-Godbehere publicado por Penguin Random House Grupo Editorial en el 2022. En el comentario de Kirkus Reviews en la solapa del libro se lee: “Que las emociones juegan un papel decisivo salta a la vista, pero hasta qué punto han servido para modelar el mundo, sentando las bases de las diversas ideologías religiosas y políticas, de las múltiples corrientes del pensamiento, especulación filosófica y científica, en suma, de la búsqueda de conocimiento y el anhelo de prosperidad, es una auténtica revelación y estímulo intelectual. Como también lo es repasar su aspecto más negativo, cuando este motor del homo emoticus se convierte en una fuerza maligna que lo empuja a destruir vidas y objetos, arrastrado por la desconfianza, la codicia y el odio.”

¿Y es que es imposible cambiar nuestras narrativas históricas y presentes que solo han conducido y continúan conduciendo precisamente a eso de la desconfianza, la codicia y el odio? 

Como conglomerados y personas edificamos y vivimos una narrativa que nos constituye y da identidad. Como muy bien señala Oliver Sacks en su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero: “Cada uno de nosotros es una narración singular, que se construye, continua, inconscientemente, por, a través de y en nosotros, a través de nuestras percepciones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones; y, en el mismo grado, nuestro discurso, nuestras narraciones habladas.” Y como para darnos la posibilidad de recuperar la dimensión social de lo que somos, termina diciendo: “Biológica, fisiológicamente, no somos distintos unos de otros; históricamente, como narraciones, somos todos únicos.” Es decir, también como colectivo tenemos nuestras narraciones que nos dan identidad y nos conducen a actuar en uno u otro sentido.

Este viernes pasado, coordinando el Panel sobre Ética y Educación: “Por una ética del cuidado”, organizado por la Comisión Nacional de Bioética y el INTEC, tuve la oportunidad de escuchar dos extraordinarios relatos, generadores de esperanzas y promotores de posibilidades distintas y nuevas.  Particularmente al escuchar la narrativa de la directora del Centro de Educación Integral Cometas de Esperanzas, maestra Andrea Suero Toribio, de sus enormes esfuerzos realizados sacando a aquellos niños y niñas del basurero de Rafey en Santiago de los Caballeros, en el que vivían, comían y dormían como buzos de la basura y los deshechos, para convertirlos en ciudadanos de deberes y derechos, recobré la fe, la fe centrada en el corazón y la conciencia de que es posible “un nuevo cielo y una nueva tierra”; pero no de una fe centrada en los púlpitos, ni en los elocuentes discursos que abundan por doquier, y si en el accionar de hombres y mujeres que movidos por la pasión que nace desde dentro construyen nuevos sueños y nuevas realidades.

Muy a pesar de esos agoreros del desastre y la muerte, tenemos el deber de dar pasos a aquellos que se constituyen en constructores de armonía, esas melodías capaces de generar mujeres y hombres nuevos como condición imprescindible para la construcción de una nueva sociedad.