No tengo la menor duda acerca de la importancia que la inversión en formación docente tiene para el país. Un docente de calidad es quien pone la diferencia, de manera muy particular, cuando ese docente realiza su función en una escuela donde acuden los niños, niñas y jóvenes de las poblaciones más pobres.

Muchas veces iniciaba o terminaba algunas de mis presentaciones con la frase de que “no hay peor situación que un niño o una niña pobre estudien en una escuela pobremente gestionada” pues su pobreza se verá entonces incrementada no matemática sino geométricamente.

Desde el primer Plan Decenal de Educación hasta la fecha los montos de dicha inversión se han ido incrementando, y que bueno, ésta debería ser sino la más importante, una de la más importante de las políticas educativas a la que debe dársele continuidad.

Sin embargo, debe ser motivo de gran preocupación no solo para las autoridades de educación, tanto básica como superior, como para todo el sistema educativo y la sociedad en general, los resultados de los concursos docentes en que las evidencias ponen de relieve que sobre esto aún hay mucho que hacer.

Es imprescindible revertir lo que el propio ministro de educación dijo al inicio de su gestión sobre la necesidad de no seguir echando los recursos destinados al sector al zafacón, haciendo referencia a los bajos logros de aprendizaje que ponían de relieve los estudios y evaluaciones nacionales e internacionales.

Para muestra basta un botón: los resultados del último concurso docente siguen mostrando que las cosas no han cambiado mucho, pues para 7,903 plazas disponibles, 57,740 profesionales se interesaron; 47,591 depositaron la documentación requerida; admitiéndose solo 38,532 para el concurso y 9,698 aprobaron, es decir, el 25.17%.

Tales evidencias no hacen otra cosa que reafirmar que no solo basta con tener el dinero para hacerlo, sino que la inversión de esos recursos debe estar acompañada de un proceso de supervisión y fiscalización estricto. El país no puede seguir siendo testigo de estos resultados tan reiterados.

En una declaración de prensa dada por el director del Instituto Nacional de Formación y Capacitación de Maestros, informaba que para este mismo año 2024 se estaban destinando para la formación del área de inicial de 1,382 docentes la suma de RD$495,847,090.18, es decir, RD$358,789.50 para cada docente formado.[1]

Desconozco si fue un error en uno u otro sentido, pues hasta donde tengo conocimiento el costo establecido para la formación de maestro para el nivel inicial de la educación es de RD$320,000.00 por persona, siendo de RD$360,000.00 cuando se trata de primaria y de RD$400,000.00 si fuera para secundaria.

Las instituciones que tienen la responsabilidad de supervisar la gestión de estos recursos deben poner mayor atención al nivel de eficiencia y eficacia con que se ejecutan, es decir, el MINERD como el MESCyt, tienen responsabilidades al respecto, frente a las universidades que ofertan programas de formación docente.

Un simple ejercicio sobre los resultados del concurso referido debe despertar estas inquietudes pues 28,834 (75%) de los que se presentaron al mismo, a los cuales se les pago su formación, no alcanzaron a lograr los resultados mínimos requeridos y eso supone alrededor de RD$10,380,240,000 millones de pesos.

¿No será posible conocer públicamente la información porcentual de cuáles universidades son las responsables de los 9,698 que superaron las pruebas del concurso, como también, de igual manera, la distribución por institución de aquellos que no, pero que tienen un título que les acredita como licenciados en educación?

¿Quién o quiénes asumen la responsabilidad de esta situación? ¿Los profesionales que no supieron aprovechar la oportunidad de estudiar una carrera sin necesidad de invertir más que su tiempo y dedicación? ¿La universidad que les otorgó un título? ¿O los organismos que debieron supervisar dicha formación?

Son preguntas que deben motivar la reflexión y guiar la toma de decisiones al respecto. Es necesario desarrollar métodos y protocolos que hagan posible conocer los resultados de la formación durante su desarrollo y no cuando ya hay muy poco que hacer. Y esto debería funcionar para TODAS las instituciones que forman docentes.

La formación docente debe ser capaz de prefigurar al profesional que queremos esté en las aulas y con ello, hacer más eficiente, además, los recursos que se destinan a la llamada formación continua, es decir, aquella destinada no solo a la actualización, sino mayormente, a cubrir las deficiencias de la formación previa.

Las necesidades en educación son muy grandes pero los fondos para satisfacerlas siempre serán limitados, por lo que estamos obligados a un uso más racional de los mismos; de no hacerlo así, seguiremos echando al zafacón los recursos de presupuesto, tal y como señaló el ministro de educación al inicio de su gestión.

[1] Invertirán RD$3.4 millones para mejorar competencias de docentes – Diario Libre