Al parecer, es falso aquello de que Einstein haya alguna vez definido la locura como la insistencia en hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes. Es decir, no sería verdad tal presunción de siquiatra por parte del afamado físico.

Por cierto, esa idea en sí misma ¿qué tanta verdad encierra? Nótese que no se trata de negar que pudiera haber resultados diferentes de acciones semejantes: puedo apostar una y otra vez por un número en un juego de azar y acertar unas veces y otras veces no, o intentar ver a alguien en determinado lugar sin éxito unas veces y con éxito otras. Y al menos lógicamente (siquiátricamente carezco de toda autoridad) tampoco creo del todo desquiciado hacer lo mismo y esperar resultados diferentes, siempre que al menos sea razonablemente sospechable que algún otro factor, no controlado por el sujeto que hace lo mismo, pueda también intervenir. Si he sembrado igual que siempre pero esta vez no hubo la lluvia de siempre, es obvio que las cosas no saldrán igual…

La “locura” consistirá, más bien, de acuerdo a la frase de marras, en hacer lo mismo, fracasar siempre y seguir actuando tal cual se ha hecho.

Yo prefiero llamar a esto estupidez.

En política, por ejemplo, es estúpido fracasar una y otra vez haciendo exactamente lo mismo. O, más exactamente, haciendo siempre solo o principalmente lo mismo. Porque admitamos que en esta esfera de la vida humana es prácticamente imposible no tener que trillar viejos caminos ya recorridos por uno mismo. Y, de nuevo, puede que los resultados no sean siempre iguales. ¿Dónde estaría la estupidez? En fracasar, volver a fracasar, fracasar siempre y negarse a explorar nuevos horizontes de acción.

Que por qué sucede es asunto que remite quizás a la falta de horizonte, a la naturaleza del proyecto político y, en situaciones especiales, a fuertes condicionantes materiales, legales, etc.

Pero inventar o errar sigue siendo el dilema de toda pretensión política. No se vulgarice el asunto, por ejemplo, pretendiendo “inventarse” cada 4 años una candidatura nueva, sin preguntarse por los mil factores que tal vez limitaron el posible éxito de la anterior… La sencilla idea es que las mejores opciones del hacer político siempre son posibles; el reto es dar con ellas. Para ello se requiere de una suerte de insatisfacción creativa.

“Frunce el entrecejo y se te ocurrirá una estratagema”. Lo escribió Mao, ese mismo, el de los grandes éxitos políticos y al que también, como se sabe, más de una vez se le fue la mano. Traducido al buen cristiano, esto de fruncir el entrecejo quiere decir poner el cerebro en funcionamiento en busca de las vías para hacer mejor las cosas. ¡Investigar y pensar! Todos y todas, pero mejor si también dedicamos gente específica a producir ideas. ¿No está llena la derecha mundial de Think Tanks expresamente dedicados a pensar cómo seguir fastidiando al mundo?

Tal vez no sea precisamente locura hacer lo mismo de siempre con los mismos resultados, pero en lo personal a mí hace tiempo que no me hace gracia. ¡Todo por culpa de unos talentos que bien sé que están ahí pero que requieren que le demos libertad para actuar!