Somos seres de costumbres, si analizamos nuestra vidas veremos que seguimos una serie de rituales desde que empezamos el día. Sabemos que nuestros pensamientos y estados anímicos determinan la forma de comportarnos, pero también sucede lo inverso; la psicología conductista señala como logramos verdaderas transformaciones en nuestra mente haciendo modificaciones estratégicas en nuestros hábitos o costumbres. Si te sientes feliz con todo, no cambies nada, pero si consideras que algo no marcha bien, no debes seguir haciendo lo que haces siempre. Pero mientras creas que otros sean los culpables de tu situación, te estancarás porque no harás nada.
Debemos desarrollar nuestros pensamientos integrando nuestras mentes consciente y subconsciente. Cuando decidiste aprender a manejar, recibiste instrucciones teóricas y entrenamientos psicomotores, empleaste a fondo tu mente consciente hasta gradualmente crear los hábitos necesarios. Ya te programaste y ahora puedes conducir con tu mente inconsciente mientras la consciente se ocupa de cualquier otra cosa. Tu consciencia puede atender pocas cosas a la vez, pero no conocemos los límites de tu inconsciente.
Admiramos el éxito de las personas triunfadoras, todas tienen en común el perfeccionamiento de hábitos que les han permitido alcanzar el éxito. El mediocre sólo cree en la suerte.
Los hábitos nos permiten un desenvolvimiento fluido, como una especie de piloto automático, gracias a ellos nuestra mente puede ocuparse de nuevos retos. A manera de ejemplo, la persona disciplinada no pierde tiempo adivinando donde dejó las llaves, porque acostumbra a dejarlas en un mismo lugar y no necesita diariamente perder tiempo ni disgustarse tratando de encontrarlas.
Sin embargo, para evitar deterioros físicos y mentales, ocasionalmente nos conviene alterar nuestra cómoda rutina para ejercitar nuestras neuronas. Por ejemplo, utilizas tu mano dominante para: escribir, cepillarte los dientes, etc., si un día lo haces cambiando de mano, ejercitas tus neuronas.
Los niños al igual que las crías de los animales, se mantienen jugando, inventando, simulando peleas o persecuciones e imitando todo lo que hacen los adultos, de esa manera desarrollan sus capacidades. Los adultos que hacen siempre lo mismo, de la misma forma y no investigan o prueban alternativas, no estimulan sus neuronas cerebrales a crear nuevas codificaciones o sinapsis. La mente humana no está teniendo la calidad que debiera tener y a muchos le atrae la Inteligencia Artificial simplemente para poder pensar menos. Actualmente se admite que los músculos deben ejercitarse, pero el cerebro también.
La lectura es un hábito muy conveniente y provechoso. Para leer utilizas tus ojos, zonas del cerebro se encargan de: captar lo que ves, interpretar las palabras, decidir cuál es el significado del mensaje y si estableces que tiene valor para ti, se almacena en tu memoria de larga duración. El cerebro de las personas que leen se ha comprobado que está formateado de manera diferente, lo que permite que utilicen mayor cantidad de áreas cerebrales al pensar.
El aburrimiento suele preocupar especialmente a las personas que no aman la lectura, pero podría ser un estado excelente para estimular la creatividad, porque la vida acelerada y ruidosa ahoga nuestra intuición. Tenemos importantes procesos mentales que estando hiperactivos no podemos desarrollar. En ocasiones necesitamos el silencio, la soledad, la obscuridad o incluso no hacer nada. Es lamentable, pero a veces, hasta experimentar el dolor, puede ser necesario.
Uno de nuestros hábitos negativos más desarrollados en la actualidad es el de quejarnos. En las reuniones sociales a veces parece haber competencias de quien se queja más. Tenemos un vacío interior por diversas razones que no analizaremos ahora y eso nos lleva a buscar en el exterior pretextos para justificar nuestro malestar. El hábito de quejarse nos hace concentrarnos en el aspecto negativo de la existencia (que siempre existirá), nuestras células escuchan nuestros mensajes y se sintonizan con la negatividad como si fuera la orden del día, lo que podría afectar nuestra salud. El hábito correcto sería controlar, siempre que sea posible, el deseo de hablar de lo negativo y centrarse en lo positivo que pudiera haber (que también siempre existirá).
Sentirte bien o mal, depende principalmente de tu decisión. En el famoso ejemplo del vaso con agua hasta la mitad, algunos se lamentan porque está medio vacío y otros se alegran porque está medio lleno ¿cómo lo verías tú?
Buenos hábitos: sonríe cada vez que puedas, cultiva la alegría en tu ambiente, agradece por todo y nunca dejes de impresionarte por la naturaleza.
Si cultivas buenas relaciones con las personas con las que convives, tus días serán mucho más agradables. Da más de lo que pides y misteriosamente tendrás más de lo que esperas. Aprende a disfrutar lo que tienes hoy, para que también puedas disfrutar mañana, cuando adquieras lo que te falta.
Utiliza frases de poder contigo como: “soy muy especial” o “yo puedo”. O adopta frases como las de Teresa De Jesús: “Nada te turbe, nada te espante, la paciencia todo lo alcanza, sólo Dios basta”.
Desarrollar el hábito de meditar diariamente nos permite un momento para conversar con nosotros mismos. Es importante tener presente que gran parte de nuestra forma de pensar se desarrolla a manera de diálogo interior.