“Pienso, luego tengo enemigos; tengo enemigos, luego pienso.
Esta es la quinta esencia (…) de la filosofía de la Historia”.
Carl Schmitt
1.
Hace poco la noticia de que el “Teatro de Mariupol ha empezado a ser derribado”. Este teatro histórico “ha sido el escenario de la primera gran masacre rusa de la guerra de Ucrania”. Habrán muerto, en ese momento, por lo menos 600 civiles ucranianos que hacia allí huyeron, como si un edificio dedicado al arte pudiera proteger un poco mejor a los humanos de las bombas. Pero no. La ingeniería y su resistencia a bombardeos no dependen del uso dado a cada edificio, sino de su estructura concreta.
Por muy espiritual que sea el punto de vista del observador es evidente, desgraciadamente, que el aura de un edificio no lo protege de la dinamita.
2.
Hacer desaparecer un teatro que ha sido el centro de una masacre, como si la memoria fuera algo que la invertida ingeniería del borrado pudiera eliminar.
Eliminar a personas de una foto, eliminar teatros bombardeados y otros edificios de un paisaje. Escribir la Historia con la eliminación de huellas. Avanzar: borrando, ocultando. Avanzar, pues, con la mirada en lo que ya ha pasado. Un humano borrando las huellas o un ejército entero borrando el rastro que deja tras él, esto lo hemos visto tantas veces.
En esta guerra, como en todas: una parte del ejército destruye, la otra parte borra las huellas en un ansia de higiene macabra. Limpiar sangre, destrozos, ruinas.
Destruir un edificio, después destruir las ruinas de ese edificio y limpiar los destrozos; hacer del lugar donde ha ocurrido lo terrible un espacio de puro metro cuadrado sin memoria. Este es el intento.
3.
La noticia cuenta también que la Mariupol ucraniana es ahora Mariupol rusa. La antigua Avenida de la Paz “ha sido rebautizada como Avenida Lenin”; la grafía de la ciudad ha cambiado y la bandera también”, por supuesto. La noticia añade que “los pocos colegios que funcionan en Mariupol enseñan en ruso”. Enseñan en otra lengua y enseñan otra Historia, seguramente.
Porque no cambia solo la Lengua; tras una invasión los hechos también cambian (o la versión de los hechos). Quizá las ciencias más exactas –como la física o las matemáticas– permanezcan iguales, pero el resto no. La Historia, el relato del pasado, es ahora, en los colegios de Mariupol, totalmente distinto.
Cambiar el pasado, aunque parezca una paradoja o una imposibilidad, es uno de los objetivos de cualquier invasión. Está claro que el pasado no se cambia, pero sí la narrativa sobre él. Quien gana, ya se sabe, es quien cuenta la historia, con H mayúscula o con H minúscula. Los muertos y los vencidos comparten una terrorífica mudez; solo los otros hablan.
4.
La televisión de Mariupol sigue la noticia, “emite en ruso”; la moneda ucraniana está siendo sustituida y, quizá lo más terrible y a la vez más enigmático, “la ciudad ha cambiado de huso horario y ha pasado a utilizar el de Moscú”.
Cambiar el espacio, limpiar el rastro, hacer desaparecer la enorme prueba de un crimen –como es un edificio de teatro– esto es lo que siempre se ha hecho: manipular el espacio. Las invasiones chocan, claro, en primer lugar, espacios, ciudades concretas, pero invaden también el tiempo: el pasado, el futuro y el presente.
Este cambio del tiempo, este cambio del huso horario, es, por ello, simbólicamente aún más terrífica. Poner una ciudad entera en otro horario. Esto es lo que ha hecho Rusia.
Podemos leer, con ojos absolutamente científicos e ingenuos, las definiciones. La determinación parece sencilla y objetiva: “Los husos horarios son un sistema formado por ejes longitudinales, establecidos a lo largo de toda la superficie terrestre, que permite la organización horaria de las distintas localidades del globo”. Husos horarios establecidos partiendo del Meridiano de Greenwich.
La determinación de los husos horarios parece, así, una simple ciencia de trazar líneas en una naranja: “Los ejes de huso horario, huso que corresponde a una hora, poseen 15º cada una. Así, el planeta, que tiene 360º, presenta 24 ejes de huso horario, cada uno relativo a una hora del día civil.”
Muy bien, este es el discurso de la ciencia. Pero con el reciente cambio de huso horario de Mariupol, entendemos algo diferente: ¿cuál es verdaderamente el huso horario de las ciudades? ¿Depende de la geografía, de la posición según el meridiano de Greenwich? Claro que sí y claro que no. Por encima de la ciencia, y por encima de cualquier otra cosa, depende de la voluntad del vencedor.
¿Cuál es el máximo modelo de un poderoso? El poderoso, el emperador, el zar, el Rey, es aquel que dice: este territorio es mío y de ahora en adelante yo le digo al pueblo qué hora es.
El emperador dice la hora, siempre ha sido así. Es por la mañana cuando el emperador se despierta, no cuando sale el sol.
Mariupol ha cambiado de huso horario. Se ha quedado con el horario de Moscú. El ganador es dueño del espacio y dueño del reloj.
5.
Escribía el poeta Rimbaud, en 1871: “¡Aquí está! ¡He aquí el Siglo del infierno!”
6.
En realidad, todos los siglos están en el mismo huso horario – el huso horario del infierno.
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Traducción de Leonor López de Carrión
Originalmente publicado no Jornal Expresso