Ucrania es el teatro de la guerra que libra Rusia contra EEUU y la OTAN. Es una guerra provocada por Estados Unidos, a más de 9 mil de kilómetros de sus fronteras. La ambición desmedida por el dominio mundial ha hecho tabla rasa del sentido de equilibrio, y de paso ha invalidado el papel de la diplomacia y empujado el mundo al borde del precipicio nuclear.
La guerra es el imperio de las dentelladas; una exhibición descarnada de todo lo cazurro que soporta el buen juicio. Tal mantra no entraña una ofensa gratuita a las élites que señorean en su Afrasiá. Desde que surgió como imperio, Estados Unidos vive a la caza de pretextos para generar conflictos y sufrimientos en todo el planeta. Esa es la cuestión.
Ya en su momento, el rusófobo Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Jimmy Carter, planteó abiertamente la necesidad de desmembrar Rusia, y repartirla en trozos. Para el logro de tal belleza abogó por la expansión de la OTAN, la agresión y terrorismo.
El objetivo central sigue siendo expandir y afianzar el control geopolítico como hegemón planetario. Es la imposición del dominio del dólar. Las masacres y “derrotas menores” poco importan. En 20 años de guerra en Afganistán, Estados Unidos no pudo vencer a criadores de cabras, analfabetos por demás. No es el único caso. Eso sí, las ganancias fueron espectaculares para Lockheed Martin, Raytheon Technologies, Northrop Grumman y las demás ¡Eso es lo importante!
“Matar a 4 indios” (así define Josep Borrell el genocidio de millones de indios en Norteamérica), es enteramente normal; acaso simple efecto colateral. La propaganda asume la cohonestación.
Seguido por un séquito de echacuervos, flamantes caballeros de mohatra, el imperio guerrea fuerte, ahora en Ucrania, contra una potencia nuclear, con grave amenaza para la supervivencia del mundo que conocemos. Al mismo tiempo, interviene e/o instiga en Taiwán, Siria, Yemen, Irán, Venezuela, Georgia, Perú….
El presidente Biden, 80 años, recién operado de un carcinoma en el pecho, y en tratamiento con electrodesecación (secado con alta frecuencia), es un escalofriante aspirante a la reelección en su país. No acata el consejo de su salud disminuida. ¿Cabe la exhibición de músculos? Los tartaleos son más que evidentes, pero ahuecar el ala sería mostrar debilidad.
En la liturgia imperial, la doxología dice que debe prevalecer la democracia del mundo libre, “su democracia”; que urge defender el mundo basado en reglas…; reglas atlantistas a la medida de menos del 15 por ciento de la población mundial.
El replanteo del orden mundial es una realidad. El think tank de la potencia establecida se desaína por la solidez del statu quo unipolar, con líderes probados y peleles. Basta con que sean títeres de los grandes intereses creados. La posverdad se encarga de aplanar la curva.
Nada de “sociedad líquida”, concepto con el cual Zygmunt Bauman aborda la transitoriedad del momento histórico. La “realidad líquida” pierde ante la “realidad sólida”. Se precisa de solidez en la permanencia del orden conveniente. No importa que la guerra diezme a la humanidad. ¿Para qué negociar la paz si la guerra es harto lucrativa?
Los acuerdos de Minsk sobre el Donbass (Merkel, Hollande y Poroshenko con Rusia), una treta de 8 años para ganar tiempo y armar Ucrania para la provocación y la guerra.
Hay mucho material inflamable en el ambiente. La Trampa de Tucídides (Guerra del Peloponeso, siglo V a.n.e.), en la que una potencia emergente (Atenas) desafió a la potencia establecida (Esparta) tiene paralelismo con China, potencia emergente, y EEUU, potencia establecida. La guerra luce inevitable. En la antigua Grecia, la potencia establecida y sus aliados salieron victoriosos. Esta vez no habría ganadores. Toda la humanidad perdería la guerra.