En el mundo han sido miles los que han fallecidos como víctimas de la COVID-19, monstruo pandémico que a sus vidas del corazón les arrancó los latidos. Y en nuestro país otros tantos se han ido, dejándonos gran estela de nostalgias, gritos y ruidos, ya que no bien recibimos la noticia infausta que murió uno de los que vivía contigo, cuando a poco rato suena la muerte montada en su corcel, al traer en  las ancas su encargo  entre sordos ruidos de su tropel, dejando en su ola de polvo del camino, el otro o aquel, que también de esa vorágine han partido.

Y a veces, de tantos que han caídos, lágrimas envuelta en el silencio de los torbellinos nos zarandean en las sorpresas que de nuestros lados la muerte se los ha llevado consigo, sin dejarnos, tan siquiera, terminar de llorar los primeros que tomaron el camino.

Y así silente, del pueblo se nos va la mejor cosecha de nuestra gente, y en un abrir y cerrar los ojos atrapados quedamos en el asombro de la sorpresa, que ni de la vida nos deja desmontar, cuando agónico nos atrapa en su viaje de muerte vestido de Chacal.

Ahora ha venido con su saeta ahogada en vino Rosicler a tomarse una copa del elixir de la vida, pero, en vez de llevarse su maleta, también cargó la tiza poética de nuestro Guaroa Moreta. Sin embargo, el monstruo de las 19 cabezas, hasta vencedor se ha creído, no sabiendo que las musas no mueren, y mucho menos el alma de un poeta, porque ora la muerte poseída de que lo ha matado, sus versos en el aire quedarán siempre colgados.

Así se fue con el peso de una pluma, ya que su alma había enviado delante con sus jirones sapienciales a conversar con Tanato sobre la inmortalidad de Eros, que aunque del olimpo lo habían bajado, su vida entera queda en su huerta de la libertad, o en sus propios versos de ánfora de amor, allá durmiendo con sus luminares de la histórica en sarcófagos donde habitan los inmortales. Allá donde se mecen las gratitudes eternas y donde la vida no es pasajera, ni donde el paso por ella no es una sombra, es simplemente un copo de humo envuelto en los penachos de luz que irradió Jesús cuando fue clavado en la cruz.

¡Se ha ido el vate, y lo sé!, porque salí detrás de su cuerpo y solo en el camino sus poemas  encontré. Y sepan que me dio pena, y no con él, sino con una sociedad montada en  burbujas de globos esparcidas por infantiles bocanadas que al tirarlas al aire, en busca de las prometidas esperanzas de que lejos volaban, vendrían a su encuentro para la aligerarle la vida, que solo en promesas y  apariencias quedaron atrapadas, y ahora llegaron dormidas a despertar del asombros a su pueblo, del que  Guaroa esperaba su auxilio aún hasta el día de su partida.

¡No importa gladiador, aun de pie se te nota en tu ataúd, gimiendo con dolores la gravidez del cosmos que aunque en ti no se extendieran tantas manos amigas, hirviendo cepas de la naturaleza, en tu cofre de amor al enfermo disteis brebajes de esperanza salutíferas para alivianar las pestes a través de tu llamada medicina alternativa. Aunque en ti se aplicara tu propio pensamiento, soy un simple tubo que llevo el agua a los sedientos, aunque a mí solo me quede la humedad de un simple tubo seco. Por tanto,  en este mi humilde aullido de un grito con sordina de trompeta, es un bullicio de mi alma que llora tu partida, enjugándose las lágrimas aunque no se parezca, pero por dentro, igual que mi pueblo, tengo mi alma herida.

¡Sigue despierto Guaroa, júntatele con los tuyos que primero han partido, dile que moriste joven y a destiempo, y que contigo tu musas no llevas, ya que entre nosotros las has dejado para que sirvan de simientes, cuando todo lo haya arrasado la peste social y su nueva corriente. Y en tanto, con tus prosas como tus poesías lacerantes, desde el cielo ruegue por tu pueblo al juntarte con Cervantes. ¡Dile que murió Dulcinea, que también murió Sancho, y que los molinos contras los cuales lucharon, ahora no los sopla el viento! Ahora es la sinrazón, que tiene un arrastre más violento que un ciclón. ¡Dile, que quizás moriste de una rara enfermedad! ¡Dile que no fue la COVID, fue simplemente que al blandir tu espada la solidaridad te dio la espalda!

¡Así pues Guaroa, poco a poco iré bajando mi voz para no interrumpir tus musas de tu más bella poesía, aquella que susurraste cuando apenas boquiabierto dormía, esperando o  recopilando quizás, la resurrección de tus sermones cuando, cuando a tu encuentro la muerte venía,  para nacer de nuevo cuando los muertos vengan a buscar sus  nuevas vidas.!