Don Gregorio Marañón (1887-1960) no solo fue un médico endocrinólogo brillante, también fue un gran divulgador científico. De todas sus facetas la docencia fue la que le otorgó una mayor trascendencia gracias a sus numerosas publicaciones.
Formó parte de la llamada Generación del 14, que incluyó a un grupo de filósofos, políticos, pintores o músicos, en el que también brillaron José Ortega y Gasset, Manuel Azaña, quien sería presidente de la II República Española entre 1936 y 1939, o Manuel de Falla. Fueron personas que marcaron durante décadas la evolución de la política, el pensamiento o las artes en España.
Marañón formó parte de este insigne grupo con sus múltiples facetas, desde las que transmitió sus conocimientos, planteamientos e hipótesis a quien quisiera recibirlos. Su dimensión aún hoy es transformadora.
Mi admiración por su figura procede de lejos, ya que fue el director de la tesis doctoral que mi padre, el doctor Antonio Zaglul, realizó en el departamento de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid en los años 40. Desde luego, llama la atención que un endocrinólogo dirigiera la investigación científica de un psiquiatra que se tituló “Hipertermia no infecciosa”. Se trata de la asociación de lo psicosomático con la psiquiatría y de los vínculos entre la endocrinología y las emociones. Esta tesis doctoral, por cierto, se conserva en una de las bibliotecas de la Universidad Complutense y su consulta está abierta al público.
Escribo estas líneas porque el 10 de septiembre el periodista José María Zavala publicó en el centenario periódico español ABC, en su sección de historia, una reseña de este científico y genio de la medicina, tanto por su faceta clínica como por su dimensión como erudito de su época, que nos dejó un legado científico y filosófico perenne al que podemos acercarnos hoy.
De Marañón podemos aprender el arte de la observación y la descripción clínica, esa mirada y ese retrato de los signos y síntomas que cautivaron a mi papá y que me siguen cautivando a mí.
Para él, “vivir humanamente en el mundo es verse obligado a ser de manera simultánea una persona y varios personajes”. Así lo escribió el miembro de la Real Academia Española Pedro Laín en agosto de 1965 en la Revista de Occidente, en un artículo en el que destacó las múltiples facetas de un hombre irrepetible que fue médico, maestro, historiador y escritor. “Fue el médico que en España hizo de la medicina una preocupación nacional”, ha escrito su biógrafo, Antonio López Vega, en Radiografía de un hombre liberal.
Fue un pionero de la divulgación médica, puesto que creía que haciendo conciencia de la enfermedad entre los ciudadanos era más fácil realizar la prevención. Y, a pesar de todas sus cualidades y conocimientos, la sencillez y la humildad acompañaron siempre a aquel científico, don Gregorio, que nunca dejó de estudiar.