CIPRIANO BENCOSME EN PLENA JUVENTUD.

Tan habituado a la fructífera labranza como a las lides de la cruenta manigua, fue el general Cipriano Bencosme el penúltimo de nuestros caudillos, precediendo su  pesaroso ocaso en apenas meses a la desaparición del aguerrido cacique liniero general  Desiderio Arias, ambos victimados por la férula implacable del tirano en ciernes, el cual para afianzar su permanencia en el poder, aplastante y omnímoda, precisaba eliminar a sangre y fuego del nuevo escenario político cualquier conato insurreccional; disolver sin contemplaciones lo que  los oficiantes de la tiranía denominaran como  “el incesante torbellino de nuestra vida anarquizada”.

De digna estirpe mocana,  podría describirse a Cipriano Bencosme Comprés con los mismos rasgos con los que un escritor de principios de 1918 caracterizara a los nacidos en la Villa Heroica: “…el mocano es fuerte y altivo; en su psicología predomina la virilidad, el pundonor. Es hospitalario, por más que no sea fácil para iniciar relaciones de amistad; pero una vez convencido de que no se le engaña, de que el huésped es digno de consideración y afecto, no escatima su amistad, sino que la da por entero”.

1.- Los inicios de Cipriano en las turbulencias montoneras. Su fidelidad a Horacio Vásquez

Nacido en Moca en  1864, fueron sus progenitores Don Donato Bencosme y Doña Nemesia Comprés. Vino al mundo dos décadas antes de que  en 1885 una cohorte de mocanos ilustres, entre ellos  Miguel Morín de Aragón, Blas de La Maza, José María Brache, Jacobo, Teófilo  y Fernando  de Lara, Ramón Cabral, Andrés Lozano, Máx Almonte, Silvano de Jesús Guzmán, Rosendo Grullón, Manuel A. de Peña, Vicente Antonio Pérez, Francisco Pacheco, Lucas Guzmán Jiménez, Juan E. Jiménez, Juan B. Paulino, Antonio Jiménez, Evaristo Aybar y Horacio Vásquez concibieran la Sociedad “La Libertadora” con el propósito de elevar  tan prolífica demarcación  a la categoría de provincia.

Ya hombre maduro, curtido en los duros afanes de la vida campestre, se lanza a la manigua en medio de la terrible turbulencia montonera que asoló al país tras el  magnicidio de su coterráneo, el Gral. Ramón Cáceres Vásquez, el 19 de noviembre de 1911, deplorable y  desquiciante suceso  de nuestra vida republicana con el que se inaugura el lustro tormentoso que antecedió a la ignominia interventora norteamericana de 1916.

 

 

Horacista convencido, su temple combativo alcanzó ribetes de leyenda en la implacable refriega. Fue su papel  determinante  en  la llamada “revolución de los dos meses” de 1913, pero asediado nueva vez por las tropas gubernamentales se ve precisado a capitular, hasta que al año siguiente combate  los aprestos continuistas del General José Bordas Valdez.

De su fidelidad horacista da constancia la misiva que desde Moca envía el 26 de febrero de 1914 al Director del periódico “El Ideal Nacional”, en Puerto Plata,  en la que, entre otras cosas, señalaba:

“Aprovecho esta oportunidad para prevenirle que el Ejecutivo se ocupa actualmente en mandar comisiones a las distintas localidades del país, con el insano propósito de fomentar confusiones en nuestras filas haciendo creer a los incautos que nuestro Partido favorecerá los fines de reelección que quizás, para desgracia de la República, acaricia el Señor José Bordas Valdez.

Ruégole influir en el sentido de que la aludida especie no prospere ya que es un absurdo pensar que el Horacismo, en las felices condiciones en que se encuentra, exento de claudicaciones y en espera del cumplimiento del pacto de Puerto Plata, incurra en la debilidad de malograr sus nobles ejecutorias en momentos en que el Pueblo, rendido por los dolores de las recientes contiendas, cifra en él y sólo en él sus mayores esperanzas de redención.

Probada hasta la evidencia la incapacidad de actual Gobierno Interino, solamente la gente de alquiler, secundará sus fines, porque la ciudadanía consciente de sus deberes; la que el primero de septiembre del año próximo pasado, tuvo un gesto heroico ante las insolencias del poder; la que en sublime rebeldía, se enfrentó a la soldadezca en las calles de la Capital, el nefasto 2 de diciembre, esa salvará los obstáculos que la ambición acumula en su camino, para ir con el paso cierto a la vindicación de sus derechos.

Oportuno es que consecuentes con nosotros mismos, recordemos hoy las palabras con que cerraba el Gral. Horacio Vásquez su manifiesto del 20 de abril de 1913:

“Preparémonos, estrechemos filas. Si nos conservamos fuertes y unidos ¿quién osará luchar contra nosotros? ¿Quién osará resistirnos?”.

Con el ascenso al poder de Juan Isidro Jimenes, su adversario político, adopta Cipriano, como muchos de sus correligionarios, el consiguiente repliegue táctico, actitud en que le encuentra la primera intervención militar norteamericana. Fuentes indican que concibió propósitos insurreccionales contra los interventores, pero ante el hecho consumado del  avasallante poderío interventor,  optó por retornar a su noble faena de cultivar la tierra en espera de días más propicios para retomar la lucha.

De su fecunda productividad agrícola por aquellos días da cuenta un agudo cronista en 1918, describiendo  sus peculiares dotes para los exigentes menesteres de labranza: “…como agricultor debería figurar en primera línea, porque este Señor jamás ha seguido la rutina que implantaron nuestros abuelos y padres; emplea el método científico sin haber tenido de leer obras de agricultura: es un portento en adaptación y rápida comprensión, sacando seguidamente la utilidad de la primera advertencia que se le haga en cuanto a agricultura.

Es él quien tiene más tareas de tierra cultivadas en empinadas lomas, es el quien en época de escasez surte a Santiago y a nuestra plaza de frutos menores: su finca detalla víveres diariamente por un valor más grande que el mejor establecimiento de cualquier ciudad.

La política, siempre funesta, se interpuso en el camino de este sobresaliente agricultor: pero no puede dudarse de su reacción. Tal es su talento, su energía y recursos imaginativos. Actualmente produce 600 quintales de cacao y 800 fanegas de café. La cantidad de trabajo de este hombre revela virtud y presencia de ánimo”.

2.- Temprano comenzó el asedio al entronizarse la tiranía

Tras la desocupación de las tropas norteamericanas, a partir del 12 de julio de 1924, se inicia el gobierno de Horacio Vásquez, retomando principalía y pujanza el General Cipriano Bencosme, quien retorna a las lides políticas por el Partido Nacional, resultado electo diputado al Congreso  en representación de Moca.

Pero nueva vez, tras los aprestos reeleccionistas de Horacio, soplaron vientos de tormenta en el siempre volátil e impredecible escenario político nacional. Agazapado en la sombra, esperando como fiera  impertérrita el momento oportuno del zarpazo, se encontraba Trujillo, al tiempo que en pose reverencial se inclinaba pidiendo la bendición a Doña Trina. El golpe del 23 de febrero de 1930 consumaría la farsa, dando paso a la presidencia interina de Estrella Ureña, aunque sabía todo el mundo quien era el titiritero que movía los hilos de la trama.

Primero vendrían para Cipriano los tentadores halagos procurando ganar su concurso para el nuevo estado de cosas, pero nada valieron las ofertas tentadoras para hacer variar su lealtad inconmovible al líder caído. Así comenzaría su nuevo y definitivo viacrucis personal, familiar y político.

Ya a finales del mes de abril de 1930, comenzó el asedio contra sus propiedades, como lo denunciara su hijo Sergio ante la prensa de entonces. Agentes del Ejército penetraron con saña acosando y maltratando a la peonada, tras no encontrar al valiente General, quien sabedor de lo que en su contra se tramaba lo peor, burlaba astutamente la insidia persecutoria del nuevo amo y señor de la República, descreído de las fementidas promesas de las autoridades militares y  judiciales de Moca.

3.- Su alzamiento en las estribaciones de “El Mogote” y las supuestas  promesas para lograr su rendición. Incumplidas promesas desde el exilio

Tras el controvertido proceso electoral de mayo de 1930 que oficializó  en el poder el binomio  Trujillo- Estrella Ureña, se produjo en pocos días, específicamente el 2 de junio de 1930, el alzamiento de Cipriano en las estribaciones de “El Mogote”.

Versiones recabadas entonces dieron cuenta de que el mismo Estrella Ureña  realizó diligencias personales encaminadas a lograr la rendición de Cipriano por medios pacíficos, pero como afirmara de él M. Curiel: “…hombre tenaz, y aún más, temerario en sus empresas, siempre creyó burlar el poder de la fuerza, para lograr su objeto y airoso creyó siempre salir con su audacia”.

Fuentes sostienen que, de igual manera, Virgilio Trujillo, quien gozaba de pronunciado ascendiente en el país y, especialmente en el Cibao, y  de quien se afirmaba que por su talante liberal y tolerante tuvo profundas desavenencias con su hermano, realizó también ingentes esfuerzos a fines de lograr  que por medios persuasivos desistiera Cipriano de su arriesga aventura insurreccional.

A este respecto, afirmaría Curiel, que Virgilio Trujillo: “… supo luchar hasta lo indecible, disputándole al destino esta víctima y cuando fueron agotados todos los recursos, cuando el mejor deseo unido a la más franca sinceridad y buena fe se vio desechado, hubo de pronosticarlo: “Cipriano Bencosme no tardará más de 15 días sin caer en poder del gobierno”.

4.- Testimonio de Lic. Juan Contín al historiador Bernardo Vega sobre sus contactos con  Cipriano, tras el alzamiento

Otro testimonio relevante sobre  los aprestos de  acercamiento a Cipriano, tras su insurrección, le fue ofrecido al historiador Bernardo Vega por el Lic. Juan Contín el 15 de diciembre del  año 1989.

Conforme la referida versión, la familia del  Lic. Contín tenía una relación íntima con Cipriano y su familia. Tras su alzamiento, el Lic. Contín, recién graduado de abogado, se encaminó  hasta “ El Mogote” , a fines de entrevistarse con Cipriano.

Refiere el Lic. Contín que durante la entrevista, Cipriano le solicitó trasladarse a Puerto Rico a fines de entrevistarse con el Dr. Leovigildo Cuello, único exiliado con quien había estrechado lazos de confianza. La encomienda consistía en preguntarle a Cuello “…en qué estaba el envió de armas que estaba esperando”, informando que “la única razón por la cual él se había levantado era por la promesa de armas que se habían enviado desde Puerto Rico a través del avión que acuatizaba en San Pedro de Macorís”.

El Lic. Contín, bajo el argumento de que estaba recién graduado, pudo trasladarse sin mayores dificultades a Puerto Rico, donde pudo entrevistarse con el Dr. Cuello  y trasladarle  el recado que por su conducto le enviaba el general Bencosme.

Conforme la versión del Lic. Contín, “…Cuello le pidió que le dijera a Cipriano que se salvara y abandonara su vigilia… ya que no existía ninguna posibilidad de envío de armas y los que se la habían prometido (Morales, Velásquez, etc.) lo habían engañado”.

Tras su retorno de Puerto Rico, el Lic. Contín se encaminó nuevamente hasta “El Mogote” a fines de dar cuenta a Cipriano de la misión encomendada. Refiere que lo encontró “prácticamente sólo  y sin zapatos” entregándoles los que calzaba.

Pocos días después de su  regreso a Moca, el Lic. Contín sería apresado y trasladado a Santo Domingo por el temible Federico Fiallo, siendo encarcelado en la Fortaleza Ozama, logrando salir en libertad tras los reclamos generalizados de  de prestantes ciudadanos mocanos.

5- El ocaso de nuestro penúltimo caudillo

Tras los sucesos precedentes, la muerte de Cipriano ya estaba decretada. La leyenda popular sobredimensionaba las dimensiones del peligro. Corrían las voces de que Cipriano esperaba refuerzos para apoderarse de la plaza de Moca y que desde allí vendría hacia Santiago a filo de machete lo mismo que se propagaba la especie de que su probada pericia en los sinuosos senderos montañosos y su influencia en la zona, hacían poco menos que imposible su captura.

Trujillo, ya presidente electo,  visitaría la demarcación  para lanzar la postrera clarinada persecutoria, retornando a Santo Domingo. Apenas seis días antes de la muerte de Cipriano, el 13 de noviembre de 1930, se dirigió mediante circular a todos los miembros del Ejército y como forma de galvanizar su lealtad, exaltaba en la misma las virtudes que, conforme su criterio, constituían el  verdadero “Yo” del militar.

Para ver realizados mis sueños de patriota, para ver al Ejército Nacional como aspiro, grande y prestigiado siendo el orgullo de sus componentes y del país, es necesario que Usted que, forma parte de él, tenga el verdadero espíritu doctrinario de la lealtad, la disciplina, la moralidad y la obediencia, elementos que constituyen el verdadero “ YO” del militar, que consciente de su deber, aspira al alto honor de lucir con verdadero orgullo el uniforme que representa las armas de la República”.

Ruegole comunicarme cualquier necesidad que tenga tanto Usted como alguno de sus familiares, a fin de ver en  lo que pueda ir en su ayuda, y crea que será para mi motivo de verdadera satisfacción el serle útil.”

Impartidas las órdenes superiores, hasta la sección de “Los Ranchos”, se dirigió el teniente Otacilio Peña acompañado de diez efectivos del  ejército y un práctico, el cual, según versiones, sería clave tras devenir en delator, por ser en principio de los adherentes de Cipriano.

Así, al despuntar el alba del  19 de noviembre de 1930, “en el silencio legendario de la selva, al dulce despertar de las flores y las aves”,  de tres mortales disparos, uno en el ojo derecho, otro en la arcada naso-faríngea y otro en el frontal izquierdo, los cuales desfiguraron su aspecto, terminaron los días del penúltimo de nuestros caudillos, precisamente, cual si se tratara de una fatídica concidencia, el mismo día y mes en que 19 años antes, en la carretera del Oeste, pero en una radiante tarde de domingo, manos arteras cegaran para siempre,  en la Ciudad Primada,  la vida de otro legendario mocano, el entonces presidente de la república  general Ramón Cáceres Vásquez

Tras conocerse la muerte de Cipriano, hacia  el lugar de los hechos salieron presurosos el temible Coronel Ernesto Pérez, Jefe del Departamento Norte, acompañado del Teniente Ayudante Manuel R. Perdomo.

Conducido en parihuelas, vistiendo burda camisa de tela listada, sin cuellos, pantalones de fuerte azul y ordinarios zapatos desprovistos de medias, fue colocado el cadáver pálido y macilento , con rostro recién afeitado, del bizarro general Cipriano Bencosme frente a  la Comandancia de Armas de Moca, para escarmiento de los viandantes y como escarnio del tirano emergente a un pueblo aguerrido, el mismo de cuyas entrañas, 30 años después, surgirían los principales conjurados  de  su cruento ajusticiamiento.

Imposible sería que las hazañas del penúltimo de nuestros caudillos no fuera consagrada en las letras y acordes de nuestro ritmo vernáculo. De ello se harían cargo dos mocanos ilustres: el reconocido músico y director de orquesta,  Luis Ovalles y el destacado historiador,  jurista y periodista Adriano Miguel Tejada.

En    1980, en la producción titulada “El Teorema”, incluyó   Ovalles el  pimentoso  merengue titulado “Ciprián  Bencosme”, con música y arreglo de su autoría y letras de Adriano Miguel. Su acompasada cadencia, con la vocalización inigualable de Charlie Amarante, perpetua las hazañas y aciago destino del  penúltimo de nuestros caudillos:

Dice Ciprian Bencosme/

Que ahora e que ei va a peliai/

Que le quemaron su casa/

Y también su cacaguai

En la tierra y el espacio/

Se sabe que él es un hombre/

Muera el bolo y viva Horacio/.

Y que viva Ciprián Bencosme.

Fuentes

1) Periódicos “La Información” y el “Listín Diario” del año 1930

2) Curiel, M. Página de duelo a la memoria del Gral. Cipriano Bencosme. “La Información”, 24 de  Noviembre de 1930.

3) Ferreras, Ramón Alberto. Cuando la Era Era  Era. Tomo II. Editora CAÑABRAVA, Santo Domingo, 1980.

4) Vega, Bernardo. Notas sobre entrevista sostenida con el Lic. Juan Contín en fecha 15 de mayo de 1989.