Fueron tres tiros que le quitaron la vida a Gladys Ricart. Vestida de novia y rodeada por su séquito de damas y familiares ya dispuestos a salir hacia la iglesia, su ex pareja irrumpe y cobardemente con pistola en mano le dispara con intención de arrebatarle la vida, mientras su novio esperaba en la iglesia. El monstruo aprovecha el caos y sale de la casa. Ese 26 de septiembre de 1999 la diáspora dominicana se estremeció de dolor y frustración ante el femicidio.

El vestido blanco de novia se convirtió en el símbolo de la lucha en contra del femicidio y a favor de la libertad de elección de pareja de la mujer. Josie Aston se puso su propio vestido de novia e inspiró la primera marcha. Desde ese fatídico día, miles de mujeres han marchado cada año vestidas de novias. En las calles de New Jersey, Nueva York, Miami, y Washington las mujeres de todas las etnicidades, razas y estrato social han tomado las calles barriendo con los ruedos de sus vestidos el sucio de la indiferencia. En Washington actrices de Hollywood se exhibieron en sus vestidos blancos como forma de protesta. Programas de televisión norteamericana  como lo es el American Justice se han hecho voceros de la lucha por la no violencia en contra de la mujer tomando como ejemplo el caso de Gladys.

Hoy la marcha de las novias llega a nuestro país. El domingo 17 de noviembre, en la víspera del día internacional de la no violencia en contra de la mujer, las organizadoras de la primera marcha que se realizó en la ciudad de Nueva York acompañadas de muchas otras mujeres caminan desde el Parque San Carlos hasta el Parque Independencia vestidas de novias.

Al nombre de Gladys se unirán los nombres de tantas mujeres asesinadas por hombres que consideran a la mujer como objeto de su posesión, una visión machista que ha dominado por  siglos ha cambiado sustancialmente. Los cambios sociales, políticos, económicos y culturales en los cuales la mujer ha sido protagónica impactan la educación, el trabajo, y la conciencia de la nueva mujer. Los hombres en general nunca entendieron que la mujer adquirió destrezas que la colocan en universidades, trabajos fuera del hogar, en posición de proveedora, en tomar decisiones de tener o no hijos  y el poder de terminar con una relación.

Muchos hombres atemorizados por el cambio repentino se quedaron en el pasado y el temor los lleva al odio y la violencia. Afortunadamente no todos los hombres pecan de ser violentos, hay ejemplos de jóvenes varones que marchan en Nueva York, hay otros que han dado testimonio de la violencia en contra de hermanas e hijas, y otros hombres cuya conducta es un ejemplo.

Gladys se cansó de la violencia del monstruo de su ex pareja que se consideraba superior por ser un líder de la comunidad dominicana en Nueva York. Lo dejó y luego de un tiempo se enamoró de otro y se comprometió en matrimonio. El monstruo seguía de cerca el romance, la asediaba en lugares públicos hasta que el día de su boda irrumpió en su casa y le disparó a muerte.

Cuántas mujeres no han sentido las balas penetrar en sus cuerpos porque terminaron una relación. Las balas, los cuchillos, el fuego, los palos o las botellas en mano de hombres que responden con violencia al empoderamiento de la mujer han terminado asesinando alrededor de 566 entre 2016 y 2020  en República Dominicana.

La impunidad en estos casos es común. El sistema patriarcal señala y culpa a la mujer. El sistema judicial en algunos casos es benigno. El dinero y el estatus social permite a algunos hombres escapar de la justicia.

El caso de Gladys no fue diferente. Se le culpó de mantener una “doble relación” con su ejecutor y su prometido. El agresor quiso usar sus influencias en la comunidad dominicana en la cual era líder. El abogado defensor esgrimió argumentos de provocación de Gladys que llevaron al agresor a la violencia. O sea la mató en un ataque patológico de celos.

La fiscalía estaba armada con la convicción de que el agresor fue a la casa de Gladys con la intención de matarla fríamente y así lo demuestra el hecho de que los disparos cayeron en Gladys solamente. No fue el ataque de un loco de celos. Las mentiras enarboladas en contra de Gladys se desmantelaron una a una. Lo condenaron a 30 años de cárcel que hoy todavía cumple.

El femicidio tiene grandes consecuencias. No solo se viola el derecho humano y el derecho fundamental de la libertad de elegir con quien mantener una relación de la mujer. El femicidio deja victimas indirectas como huérfanos que en muchas ocasiones terminan desamparados, condenados a vivir en la pobreza y con el lastre psicológico del asesinato de la madre. Las secuelas negativas del femicidio atraviesan todo el tejido social. El estado tiene la responsabilidad de generar programas que cierren la brecha entre el empoderamiento de la mujer y la sociedad machista.