De manera triste y vergonzosa, arribamos recientemente al aniversario del ataque mortífero que el grupo armado palestino Hamas lanzara sobre Israel. Acompañado de una caterva de cohetes cuya mayoría fue interceptado (hasta un 98%) por el moderno sistema antimisiles israelí, milicianos del grupo armado Hamas lograron atacar en zonas aledañas a Gaza y tomar de rehenes alrededor de 240 judíos. Se estima que alrededor de 1200 personas perecieron en dicha operación en lo que ya es considerado como el ataque más letal desde la creación del Estado de Israel en 1948 y que a su vez representara el exilio y la pérdida de sus tierras y propiedades a 700,000 palestinos.

El golpe dado por Hamas ocurrió en momentos en que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, odiado, débil y desprestigiado, enfrentaba una oleada de manifestaciones en contra de su gobierno ultraderechista, liberal y autoritario; mismo que se tambaleaba entre las continuas protestas callejeras y el clamor por su renuncia tras haber sido implicado en actos de corrupción.

Como salida a su acorralado gabinete, la administración se concentró en el plano militar con una fulminante respuesta bélica.  Las fuerzas armadas israelitas han destruido prácticamente todo vestigio de vida en Gaza. De hecho, Netanyahu en reiteradas oportunidades ha dicho que no terminara la guerra sino hasta que Israel obtenga “la victoria absoluta”. El mandatario israelí también ha rechazado la propuesta del mismo Hamas de intercambiar los rehenes por los 9 mil palestinos que Israel mantiene secuestrados. En los meses siguientes al siniestro 7 de octubre del 2023; algunas negociaciones culminaron en liberaciones parciales, pero la mayoría de los rehenes ha perecido a consecuencia de los bombardeos indiscriminados y a mansalva de Israel.

En diferentes alocuciones el primer ministro israelí ha exhortado a las fuerzas armadas a replicar la venganza que contra los amalecitas del Antiguo Testamento Israel perpetro. Ya inclusive, documentos filtrados de inteligencia indican que las fuerzas israelíes pretenden bombardear poblaciones civiles hasta que estas, ya desmoralizadas se marchen hacia Egipto.

A estas alturas, Israel ya ha asesinado unas 42 mil personas en Gaza (la prestigiosa institución Lancet de Inglaterra estimo el pasado mes de Julio que habían ya muerto unas 162,000) 70 por ciento de las víctimas han sido mujeres, niños y ancianos. Unos 169 bebes nacidos después del 7 de octubre han sido muertos por misiles, bombas (ya Israel ha lanzado unas 75 mil toneladas de bombas) balas o tractores buldóceres con los que la soldadesca acostumbra a arrasar todo vestigio de vida posible para los palestinos hoy inermes, hambrientos y desplazados a la vista de todos. Otros datos afirman que todavía hay 21 mil niños desaparecidos. Mas de 170 periodistas muertos cubriendo las acciones además de varios trabajadores de la ONU.

Vecindarios enteros han sido pulverizados por la soldadesca israelí a la que hemos presenciado cómo se divierte detonando bombas en los caseríos y edificios para luego subir las imágenes en Tik Tok y Facebook entre risas burlonas y música rock de fondo.  Escuelas, hospitales, puentes, universidades, en fin, la bestialidad mostrada por Israel es comparable solamente con el genocidio perpetrado contra ellos hace apenas unas generaciones. La victima se convierte hoy en victimario con el agravante que las mismas naciones que otrora enfrentaron a los nazis en su siniestro experimento de exterminio; son las mismas naciones que hoy apoyan de manera irrestricta el genocidio que hoy hemos socializado incluyendo Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania y Noruega.

Estados Unidos, principal aliado, ya ha destinado unos 23 mil millones de dólares en asistencia militar hacia el estado genocida de Israel y se ha negado ante la ONU a reconocer a Palestina como un estado independiente. Recordaremos como en el mes de agosto, el ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben Gvir, insto a cortar el flujo de combustible y ayuda humanitaria a los civiles palestinos, en tanto que su colega de la cartera de Finanzas, Bezalel Smotrich, a boca llena considero justificable y hasta moral dejar morir de hambre y sed a los dos millones de palestinos en Gaza, expresando además que lo único que no ha detenido Israel de llevar a cabo tan macabra acción es el freno de la comunidad internacional. De manera cínica, se recordara mientras se celebrarán los Juegos Olímpicos en Paris en meses pasados; el doble estándar moral utilizado por Occidente fue puesto de manifiesto cuando allí se vetó a los deportistas rusos por la invasión de Ucrania, al mismo tiempo que los atletas israelíes se les permitió asistir y competir en momentos en que Tel Aviv incineraba jóvenes, mujeres y niños en un castigo colectivo.

Simple y llanamente la humanidad celebro este pasado 7 de octubre el primer genocidio del siglo veintiuno transmitido en tiempo real.  Israel sabe que cuenta con el apoyo incondicional de Occidente. Este genocidio socializado, ya se ha extendido hacia el Líbano cuyo territorio ha sido bombardeado de manera inmisericorde por los aviones F15 de fabricación norteamericana contabilizándose casis 3 mil muertos.  La vesania inclusive se ha extendido hacia el personal de las Naciones Unidas que Israel no respeta y que en cambio parece envalentonarse con el paso de los días mientras aumenta el numero de crueldades sobre Palestina, el Líbano y la amenaza de un ataque hacia Irán.

En fin, luego de un año de furor genocida en contra del pueblo palestino;  parece ser que occidente continuara observando desde lejos el peor genocidio en lo que va de siglo XXI sin esperanzas de un alto al fuego y la posibilidad de una salida diplomática que ponga fin a esta carnicería y abra las puertas al dialogo encaminado a lograr que el pueblo palestino obtenga sus territorios robados por Israel durante décadas y puedan realizar su derecho a erigir su propio estado en donde puedan vivir en paz y ser parte del concierto de las naciones como es su derecho, mismo que ha sido negado por Israel y la anuencia de un occidente cómplice en esta atrocidad.