El Gobierno retiró la propuesta de la ley de reforma fiscal y es que tras la respuesta que tuvo de la sociedad no quedó más remedio que repensar el plan. Un argumento repetido con respecto a la reforma de parte de los economistas era la necesidad que hay de que una reforma debe responder a un nuevo modelo económico, quedó claro que cualquier reforma fiscal debe ser parte de un cambio estructural que atienda los problemas de fondo. Esto significa no solo ajustar los impuestos, sino también generar un modelo que promueva el desarrollo inclusivo y sostenible, favoreciendo sectores que realmente necesitan el apoyo para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía.

Pero la crítica que más caló en el dominicano que camina en la calle fue que el gobierno no ha dicho cómo en concreto ahorrará los chelitos para que rindan. No hay tolerancia al derroche y los cacerolazos lo avisaron de nuevo. Los políticos deben empezar a responder directamente a las quejas del pueblo pero sobre todo, a sus necesidades. Para que la sociedad respalde una reforma, debe percibir que sus necesidades están siendo atendidas. En este caso, el reclamo no es solo para evitar el derroche, sino por redistribuir los recursos hacia áreas que impactan directamente en la vida de las personas, como la salud y la educación.

Gobernar bien no se limita a diseñar un plan teóricamente perfecto y empezar a ejecutarlo, el plan se vuelve apropiado según su capacidad de adaptarse a las realidades y demandas de la gente. Una propuesta fiscal que no esté alineada con los desafíos y expectativas de la ciudadanía difícilmente logrará el apoyo necesario para ser implementada. Y recordemos que las expectativas fueron renovadas hace poco. Las expectativas son las que llevaron al presidente a donde se encuentra. El llenar las expectativas a pesar de que los cambios sean difíciles es el reto en esta ocasión porque los calderos siguen a la mano.