¿Qué es ganar? ¿Qué es perder? Ambas preguntas contienen la misma respuesta…"nada".
Tanto el que gana, como el que pierde, gozaran de una "cualidad" que se esfumara con el tiempo. No existe algo perenne en la tierra que no sea, precisamente, ella misma. Somos hijos, producto, materia, compuesta de toda esa dinámica que se revuelve en diversas e incontables formas.
Por ahí andamos "desplegando" las alas en unos y otros sueños "intentando" sacarle sentido a toda esta masa que nos hace brotar por todas partes. Nos agrupamos para conspirar, para intentar superarle. Para chupar de sus frutos y transformarla en "dioses" que luego adoraremos y nombraremos como: oro, plata, cuero, textil, cemento, autos, entre otras cosas.
Sembraremos estacas rodeadas de alambres para apropiarnos de ella. Luego, la llamaremos patria y nos arroparemos de uniformes verdes y grises para hacer la guerra a nuestros vecinos. La competencia se hará eterna, agarrada del hierro crudo al hierro fundido y seguiremos "explorando" otras "tierras raras" hasta hacerlas explotar en dinamita.
Nadie gana, nadie pierde. El juego de la lucha se incrementa y se "hace digno" al colorear telas que colgamos en balcones y avenidas, dándoles un matiz sagrado y un "respeto" que nunca hemos dado a nosotros mismos. La patria ya tiene bandera y también tiene nombre. Y un lenguaje y un olor y un color … También.
Y nadie sabe nada y todos saben todo. Aparecen los sabios y profetas y brujos y sacerdotes. Los filósofos emprenden su marcha hacia las estrellas y un grupo de seguidores se detiene a medio camino. Comienzan las palabras a ser plasmadas en papel y se hacen ley y verdad y esperanza…
Pero también surgen los locos y tras ellos las cárceles y los gritos y el silencio. La tierra convulsiona y gruje y suelta un hilo ardiente que baja de la montaña y que rompe el suelo y le abre creando barrancos y precipicios que a la vez se pierden en bloques en el mar llevando "gentes" y animales, que no se sabe quién es quién, fundando nuevas naciones cambiando rostros y cambiando… piel.
A lo lejos se vislumbra la silueta de tres barcos. Tres monstruos silenciosos que engullirán el paraíso perdido. Las hamacas dejarán de mecerse y la tierra volverá a mojarse de rojo, tiñendo lo negro, verde y marrón de un olvido que se ahoga de quejidos mudos e indiferentes.
Todos ganan, todos pierden. Y la historia se escribirá una y otra vez y también se perderá entre plumas contradictorias, ocultando derrotas, inventando victorias que oculten un miedo a perder lo perdido, a olvidar lo olvidado, a desenterrar lo enterrado. Un vano esfuerzo a perpetuar lo que nunca existirá para siempre… todo es breve.
Y la noche se acaba cada mañana y el mañana se pierde en cada noche y los sueños y las pesadillas se posesionan de "los hombres" y las bestias miran recelosas por las ventanas, por las ramas, por los senderos oscuros intentando alcanzar una luz que se pierde entre las lomas.
La consciencia se disipa en cada siglo. Se transforma intentando elevarse, cayendo repetidamente ofuscada, frustrada, resignada a perder una batalla que nunca gana. No hay respuesta para una tierra que calla sus secretos. Que da y recibe indiferente. Qué igual observa ensimismada y permisiva. Y unos hombres llamados hombres, y unas bestias ¡Que huyen! Constantemente intentando alcanzar "esa luz" que se pierde entre las lomas… ¡Salud! Mínimo Caminero