Durante los años de la Guerra Fría, de clara animosidad entre los bloques soviético y capitalista, el peligro de una confrontación nuclear se cernía sobre las cabezas de los habitantes de ambos sistemas. A pesar de que hubo numerosos potenciales detonadores de tan catastrófica eventualidad, afortunadamente ninguno llegó a desencadenarla y actualmente estamos frente a una situación distinta donde el equilibrio de fuerzas no tiene que ver con el tipo de organización social. El término “Guerra Fría”, utilizado por primera vez por George Orwell en 1945, ya no se refiere a un peligro sino a una época pasada.
Sin embargo, otros escenarios visualizados por él han alcanzado mayor relevancia. Su célebre Gran Hermano con capacidad de vigilar constantemente a los habitantes ha pasado de estar representado como un poder del estado por estar representado por los dueños de herramientas de Inteligencia Artificial. Peor, se vislumbra la posibilidad de que las herramientas mismas adquieran el control sobre su funcionamiento. Las decisiones del gobierno italiano, de algunos centros de estudio franceses y hasta la controversial reciente carta pública firmada por numerosas personas conocidas alertan sobre estas y otras eventualidades negativas. De especial interés es la tecnología de transformadores generativos preprogramados (GPT), es decir, de herramientas de búsqueda y reunión de información muy poderosas capaces de combinar datos disponibles de una manera más eficiente que la usada anteriormente. Estas herramientas fueron utilizadas por primera vez por Google en el 2017 y son la base para chatGPT y G-GPT que tanto nos fascinan desde finales del año 2022.
Desde los años setenta en adelante y empujados en parte por las reflexiones de pensadores como Langdon Winner o, más adelante, Yuval Harari, la fuerza de los algoritmos nos ha empezado a parecer formidable. Ciertamente, ellos presentan esa posibilidad. Lo mismo sucedió con la pólvora, descubierta y usada por los chinos durante siglos para crear belleza efímera y colorida con explosiones controladas de fuego y que luego pasó a ser una herramienta para la construcción de carreteras y también para matar a la gente. Frente a todos estos miedos recordamos la célebre frase de Goethe: “Aquello que libera sin dar autocontrol es destructivo”. Esa frase fue tan célebre en inglés que un pintor surrealista, Ernest T. Trova, la usó como título para uno de sus cuadros. Esa máxima encierra una importante verdad: lo importante no es la herramienta (antes la pólvora, ahora la reunión de la información), sino el uso que hagamos de ella. Y, al igual que la Guerra Fría, puede ser que el final de este período de pánico colectivo llegue de manera inesperada como lo fue la actitud de uno de los máximos dirigentes del bloque soviético, Milkhail Gorbachov, quien en la década 1980 tuvo la visión y el manejo para bajarnos a todos de un tiovivo infernal. Desde ahora estamos esperando a este liderazgo.