Aunque una buena cantidad de adultos mayores en edad de retiro, están insertados en el tren laboral formal, lo cierto es que estos en su gran mayoría no corresponden a los niveles de trabajo de las clases más bajas, esta situación más bien se aprecia en las clases más educadas y de más altos ingresos de la población, por lo menos eso es lo que está sucediendo en la Republica Dominicana, ya que la clase baja de los adultos mayores, regularmente están realizando trabajos informales y otros por cuenta propia.

El hecho de que la esperanza de vida en los últimos 70 años haya venido aumentando en todo el mundo, lo que en términos muy generales se ha debido a los avances científicos que se han registrado en el área de la salud, una mejor alimentación, menos sedentarismo y mas deportes y el abandono de los vicios del tabaco y el alcohol, también plantea una situación que podría desencadenar en una escasez de recursos humanos que iría aumentando quizás en la misma proporción en que la esperanza de vida continue aumentando como se espera. Esto naturalmente incrementará los grupos etarios de mas de 65 años, lo cual se espera que estén próximo a un 20% en el año 2050 y que lógicamente reducirá los segmentos de las poblaciones en edad de trabajar, considerando además que los jóvenes menores de 25 años tienen una tasa de desempleo mundial cercana a un 15%, lo que reduce aún mas la oferta laboral.

Al igual que en los países de América Latina y el Caribe, particularmente en la República Dominicana, la esperanza de vida en los últimos setenta años ha aumentado de 46 años (hombres) en el 1950 a 74.26 (mujeres 77.6 y hombres 71.2) en el 2020, es decir que se ha incrementado en 28 años, equivalente a un 61%. Estas cifras comparadas con lo que ha sucedido en la región nos coloca entre los países de Centroamérica (con excepción de Costa Rica) y en la franja inferior en cuanto a la mejoría de la esperanza de vida. Porque se ha demostrado que la esperanza de vida, además de los factores indicados arriba, depende de otros que fundamentalmente le corresponden al estado y son:

Un buen sistema de educación que le permita a la población una adecuada preparación para la realización de sus metas, juntamente con el acceso a la tecnología actual de tal manera que la población pueda enfrentar los desafíos que le imponen estos tiempos. Una adecuada salud pública en calidad y servicio que llegue a todas las clases de la población. Servicios públicos de calidad, especialmente el agua, que llegue a toda la población en cantidad y totalmente potable y sin impurezas y, además, que sea capaz el Estado de controlar la distribución y el consumo de drogas que van en detrimento de la salud.

 

Ahora bien, el problema que enfrentan en nuestro país, principalmente los adultos mayores de 65 años, que pertenecen a las clases más vulnerables es bastante complejo, porque la jubilación no les garantiza que podrán cubrir sus necesidades básicas dado la debilidad y baja cobertura del sistema de pensiones del país y por lo tanto deberán optar por continuar trabajando, de lo que no tiene garantía ya que si es asalariado, puede ser sustituido porque ya es un “viejo” que no podrá realizar sus labores como un joven. Entonces, en el mejor de los casos podrá tratar de ubicarse en el mercado laboral informal o trabajar por cuenta propia para aprovechar la experiencia adquirida durante sus años de trabajo, pero en ninguno de los dos casos se podría asegurar la estabilidad económica que requiere.

 

Debemos puntualizar que, partiendo de lo indicado arriba, la población etaria correspondiente a los mayores de 65 años ya tiene un peso significativo dentro de la población en edad de trabajar que seguirá aumentando y parecería que es un asunto de poco tiempo en que será necesario ir insertándola en el tren laboral, por lo que los actores que dirigen el sector deben encaminarse a la búsqueda de soluciones que permitan lograr este objetivo. Estimaciones indican que para el año 2030, habrá cinco personas de 65 años o más por cada diez personas en la fuerza laboral.

 

Se señala que, países desarrollados han planteado el enfoque del envejecimiento activo, en el que se reconoce el valor de los “viejos”, por sus experiencias y habilidades y se desarrollan sistemas que permiten aprovechar esta población etaria, con beneficios económicos para ambas partes.

 

El caso de Nueva Zelandia merece ser citado ya que los trabajadores por encima de los 64 años que quieran mantenerse trabajando, pueden hacerlo sin ningún obstáculo. Para ello las empresas reciben estímulos para continuar utilizando los servicios de estos adultos, aunque no necesariamente en los mismos puestos de trabajo. Con esta medida, este país incrementará esta fuerza laboral de 500 mil trabajadores a más de 800 mil en un periodo de 14 años.

 

En algunos países de la región, incluyendo al nuestro, la situación inclusive para personas con edades de 40 a 50 años, ya se les hace muy difícil insertarse en el tren laboral, sobre todo en puesto gerenciales y una vez que están fuera les es muy difícil volver a trabajar.

 

La integración al tren laboral de los grupos etarios de mas de 65 años en nuestro país, debe verse como un apoyo al sistema de la seguridad social y junto a los mas jóvenes se puede unir, formación mas experiencia, como una ecuación que aporte muy buenos resultados, esto adicional a las modificaciones que deben realizarse a la ley que la rige la seguridad social, con miras entre otras cosas a mejorar significativamente el monto de las pensiones.