Nosotros, la generación de «L’Espace haitien» (ndt El territorio haitiano), «una síntesis clarificadora, ilustrada y argumentada, de las raíces históricas que han configurado de forma duradera la adaptación de un pueblo a una tierra con unas características físicas (clima, relieve, …)»,  aprendimos a hacer esfuerzos para comprender las complejidades de lo que se llamaba parques industriales en Haití. Gracias al clásico del geógrafo Georges Anglade aprendimos a formular mejor las preguntas. A pesar del silencio impuesto por los Duvalier (padre e hijo) sobre ciertos temas, mirábamos el territorio, su población y su historia, con otros ojos. La demografía, la producción y la migración eran nuevos  parámetros que teníamos en cuenta en nuestras conversaciones en el vecindario. La vieja canción  «la República de Haití es un país esencialmente agrícola» que solíamos repetir en la escuela primaria sonaba de forma distinta.

Georges Anglade

La única vez que me encontré con Georges Anglade (julio de 1944- enero de 2010), durante una recepción en la Embajada de España, le agradecí la claridad con la que explicaba los sectores primario, secundario y terciario en su libro. En ese momento, Georges Anglade era ministro de Obras Públicas (de enero a noviembre de 1995). Todos los que habían leído sus libros sabían perfectamente que no podía durar al frente de un ministerio en Haití.

La vida nos da sorpresas increíbles. Unos años más tarde me encontré encargado de las traducciones en un importante ministerio, en un momento en que las palabras « parques industriales, zonas francas, inversiones» parecían adquirir una dimensión extraordinaria. Hacía tiempo que estaba familiarizado con la prensa dominicana. En aquella ocasión, de acuerdo con mi jerarquía, había exigido recibir todo lo que se publicaba en la República Dominicana en el ámbito comercial, financiero y económico. Como pueden observar en mis publicaciones, no me aficioné a las estadísticas ni a los movimientos de grandes cifras. En cambio, sentí curiosidad por la historia de ciertos apellidos:  Pepín Corripio; Rainieri Marranzini; León Asensio, entre otros.

Cuando la prensa haitiana empezó a hablar de Fernando Capellán y Manuel Estrella, pensé que los artículos acerca de estos inversores carecían de modernidad. No veo a estos empresarios negándose a dar a sus clientes el calendario de fin de año; tampoco los veo con personal mal alimentado caminando kilómetros para ir a trabajar. Por supuesto, son capitalistas, pero no como nuestros capitalistas que todavía se creen en la época del Código Negro (1685)…

Me hubiera gustado compartir mis impresiones con el inolvidable Georges Anglade.

Notas: «L’Espace haïtien» (ndt El territorio haitiano) de Georges Anglade, primera edición de 1974; su utilización en los centros de enseñanza secundaria fue progresiva.