En el cuarto había eco y los gritos se enojaban al escuchar a otro imitarlo, así que sonaban aún más alto, como para denotar dominación; a este ritmo ¿Cuándo será que aprenderemos a eliminar nuestra voz y negociar un perdón o incluso un adiós?

“Adiós”, es lo último que me dices antes de irte.

Mantengo distancia de mis emociones, porque si las dejo ganar, lo que acaba de pasar será la realidad y todavía no quiero olvidar aquella antigua en la que yo vivía donde no se negociaba un adiós, sino un perdón.

“Perdón”, susurro al vacío y te juro que en la distancia escucho las primeras palabras que compartimos, los “te amo que dijimos, los abrazos que tuvimos, los besos que dimos, ahora todo en pasado… el “mi amor”, “mi vida”, “mi corazón”, “mi, mi, mi, mío”, y ahora te he perdido.

“Perdón”, repito en lo que mi mente llega a entender que no te veré jamás y todo lo que hicimos será un recuerdo vivido, algo que contaré a un futuro amor que ahora es un desconocido, algo que dentro de muy poco tú también serás, porque en vez de descansar y luego hablar, decidimos negociar un adiós y no un perdón.

Ahora miro y veo pedazos de vidrio decorando el suelo e inmóvil me encuentro rodeada de ellos después de nuestro duelo, tu fuego lo siento por todos los lados ¡Qué mal que mi llanto no puede apagarlo!

Golpes fantasmas modelan mis brazos de los empujones que me dio tu mano ¿O fueron las mías cuando tú te fuiste? Desorientada, no recuerdo lo que hice, quizás me ahogué en la culpa que no pude resistirme.

Entonces me quedo en la cama y el reloj no para. Mis gritos se tapan con la cabeza en la almohada, mi corazón duele de tanto quererte, me río de lo absurdo que es extrañarte, eres protagonista en mi mente sin yo invitarte.

Había durado mil años en aprenderme tus labios, tus manos, tu lenguaje corporal y la manera en la que me miras, lo que piensas, lo que cuentas como historieta y la voz que tienes para ellas. Ahora tengo que olvidar y recordar la pérdida de mi alma gemela, o al menos la idea que tenía de ella; por eso al darme tu olor aguanté la respiración durante mil años para terminar de olvidar todo aquello que juré recordar.

Me dices “adiós”, yo digo “perdón”, por culpa de una mala negociación.