La tan baja calidad de la educación dominicana ha tenido prometedoras respuestas hacia su superación. La gran inversión que hace el país de 250 mil millones de pesos en un año; una avanzada ley de educación, la 66-97. La profunda transformación curricular iniciada a mediados de los años 90; así como los innegables progresos en las condiciones de vida y trabajo de las y los docentes.

La pregunta que se deriva es qué sucede que aún no se ven los resultados esperados. Entre las respuestas está que los cambios en un sistema educativo que por demás se había descuidado extraordinariamente toman tiempo.

Se agrega a lo anterior como un factor esencial  la capacidad de respuesta de las y los maestros en el principal escenario que es el aula. Siendo ese un problema crucial que si no se resuelve, pocas posibilidades hay para  salir del círculo vicioso de la tan baja calidad.

De ahí la importancia de un modelo de Formación Docente que integre de forma coherente el diseño de una Licenciatura en Educación, el cuarto nivel en base a postgrados, maestrías y doctorados; así como el entrenamiento en servicio.

Partiendo de la Licenciatura en Educación y particularmente de  la Normativa para la Formación Docente de Calidad en la República Dominicana (9-15) del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología- MESCyT-  se comprueba la existencia de planes de estudios que poco aportan en cuanto a superar el crucial problema de la muy débil formación general, resultado de una educación preuniversitaria considerada por  consenso  como pésima.

La formación general en los respectivos planes de estudios de la Normativa 9-15  corresponde apenas al 15% en las Licenciatura en Educación, denominadas Inicial, Primer y Segundo Ciclo de Primaria, así como licenciaturas en  Lengua Española y Literatura, Matemáticas, Biología, Química, Física y Ciencias de la Tierra, orientadas a Educación Secundaria, denominación que es en sí misma un gran desatino.

Ya están saliendo egresadas y egresados de dichos programas e inclusive están aprobando exámenes de ingreso muy cuestionables en su calidad y pertinencia,  de acuerdo a muy serios estudios al respecto.

Considerando lo relativo a la precaria formación general, así como inapropiadas especializaciones o menciones referidas a los niveles, procede replantear a profundidad el diseño de la carrera en Educación.

Eso así pues por tal camino no es posible salir del círculo vicioso que solo se supera haciendo de la y el docente un profesional con la más sólida formación general y en estrategias de aprendizaje. Verdaderos referentes intelectuales en la niñez y adolescencia de todos aquellos futuros profesionales, quienes serían primero sus alumnas y alumnos.