En mi artículo anterior, publicado por Acento el martes 4 de enero de 2021, hice referencia al desafío que tiene la República Dominicana de lograr la formación docente necesaria como base para la elevación de la calidad de la educación. El texto despertó interesantes comentarios y puntos de vista que, personalmente, veo como atinados, interesantes y que podrían generar nuevos comentarios e incluso derivar en nuevas discusiones sobre la cuestión.
Hoy, con la presente reflexión, intento comunicar mi perspectiva acerca de una de las aristas más abarcadoras en el tema de la formación docente: la corresponsabilidad social. Al hablar de corresponsabilidad, asumo esta como la responsabilidad que se comparte entre las personas que participan en el proceso y quienes deben poseer los mismos deberes y derechos. Así que, en esencia, haré referencia a los sujetos (instituciones y personas) que tienen determinado rol en la consecución de un desarrollo profesional del docente, que responda a las aspiraciones y necesidades sociales.
El Estado, las instituciones, la sociedad y el propio docente son corresponsables en la formación y el desarrollo integral continuo de ese profesional de la educación. No se puede culpar a uno u otro, de manera exclusiva, por algo que pertenece a todos.
El primer responsable de la formación del docente es el Estado, el cual debe proveer los recursos y crear las condiciones necesarias para que las acciones formativas cumplan su cometido. Las políticas que se desplieguen deberán ser coherentes con las necesidades y encontrar continuidad en el cambio de gobierno. Nadie lo hace todo mal como para intentar aplicar el “borrón y cuenta nueva”, al menos, cada cuatro años. Las referidas políticas deberían considerar el estímulo a la formación; no a la titulación vacía, sino al saber, a las competencias que se muestran en el desempeño, en los resultados de aprendizaje de los estudiantes.
Desde el Estado, se debe procurar que las instituciones de educación superior y organizaciones que intervienen en la formación docente sean eficientes, que cuenten con los recursos y formadores de formadores con la preparación y experiencia docente que requiere esta tarea. Asimismo, desde el Ministerio de Educación, se deben garantizar tiempo y espacio para la formación del docente en ejercicio. Así que es mandatorio designar los espacios formales, no formales e informales para el aprendizaje profesional en la propia escuela donde el docente trabaja. Se hace necesario cumplir los momentos para el debate; el funcionamiento de los grupos pedagógicos y las comunidades profesionales de aprendizaje, enfocados en el saber disciplinar, en el quehacer didáctico, en el fortalecimiento de las competencias socioemocionales; en fin, en las necesidades formativas que hasta el propio docente puede identificar.
Respecto de las carencias formativas del docente en ejercicio, un colega me comentaba: “el docente es víctima de las fallas del sistema educativo”. En cierto modo es así: un docente comienza su preparación, como estudiante, en los niveles inicial y primerio, donde se debe crear la plataforma de lo que será el futuro maestro. Si en esos niveles no encuentra a docentes que sean verdaderos modelo por su práctica y actitud, se comienza mal. Se ha demostrado que el maestro enseña, esencialmente, como aprendió; entonces, arrastrará las mismas maneras de hacer que ha heredado de sus primeros formadores. Así que, la calidad del desempeño del docente depende mucho de lo que se logre en los primeros años de aprendizaje, en esas instituciones con una gran responsabilidad en los aprendizajes y la formación integral inicial de los maestros y de todos los futuros creadores de una mejor nación.
Ahora bien, nada de lo anteriormente expuesto exime al docente en ejercicio de su responsabilidad personal frente a la formación. El docente, aun cuando el sistema haya fallado en su perjuicio, debe asumir una actitud que lo lleve a superarse profesionalmente y demostrar que con voluntad y dedicación no hay barrera infranqueable. Hay muchos ejemplos de quienes sí lo han logrado; pero los resultados en los aprendizajes de los estudiantes siguen diciendo que no es la mayoría o al menos la cantidad que la educación dominicana requiere.
En resumen, la formación inicial y continua del docente es responsabilidad de toda la sociedad: tanto de las instituciones como de las personas que, de manera directa o indirecta, incidimos en el área socioeducativa. Cada ciudadano, desde su rol y ámbito particular, es corresponsable de lo que se logre, ya sea positivo o negativo, en la formación y desempeño del docente, sobre todo si comprendemos que el maestro es ese mismo niño que formamos o deformamos con nuestro ejemplo y labor diaria en la casa, en la escuela y en la comunidad.