El mes no empezó con la llegada de las suaves aguas de marzo como canta Tom Jobim, sino con la muerte de Just Fontaine, el futbolista francés que detenta un récord que parece inalcanzable: marcar trece goles en una sola Copa del Mundo. Marca goleadora que está vigente desde hace  sesenta y cinco años.

 

En el Campeonato Mundial de Suecia participaron 16 equipos y el atacante galo sólo necesitó seis juegos para marcar la cifra cabalística, ese número prohibido en los asientos de un avión o en el piso de los hoteles. Unas veces remató con la zurda (4), otras con la pierna derecha (8) e incluso hizo uno con la frente. Además, compartió la gloria con un ciclón llamado Pelé, cuyos seis tantos contribuyeron a que la selección brasileña se quedara con la copa en aquel año.

 

Ahora bien, me entero que la suerte le mostró una sonrisa grandota, pues había viajado al país escandinavo en calidad de suplente, en una época en que no existían los cambios. Sin embargo, el titular, un tal René Bliard, se lastimó y tuvo que cederle su sitio. El resto ya lo sabemos: goles y victorias hasta que tropezaron con la aplanadora de Brasil en las semifinales…

 

Eso sí, por culpa de las lesiones su carrera fue corta y debió colgar los botines antes de cumplir los 30 años, como se dice en el argot de las canchas. Antes empero, volvió a hacer historia cuando anotó 145 goles en 152 partidos con el equipo Stade de Reims. No pudo reponerse de una fractura doble. Gajes del oficio del cazador del área, mencionan unos; cortesía de la defensa rival, dirían otros. En aquellos días no existían las tarjetas, ni amarillas ni rojas, y la lucha por el balón podía volverse una batalla sangrienta. Por eso su pierna acabó cómo acabó, jodida y sin ilusiones.

 

Aunque esta situación le permitió darse cuenta de que el futbolista estaba desprotegido y pensó en hacer algo. En efecto, fue “cómplice” en la creación del primer sindicato futbolero de Francia, el UNFP, que todavía sigue siendo el principal en su país.

 

Just, como muchos franceses, no nació en Francia sino en Marrakech, un 18 de agosto de 1933 y fue allí mismo donde hizo sus primeros “pase a la red”, como decía un cronista, que luego se repitieron en las escuadras de Nice y de Reims.

 

Su vida estuvo llena de sorpresas. Además del récord de goleador, posee otro de menor jerarquía. Nadie como él ha entrenado tan brevemente a los Bleus. En 1967, luego de perder dos juegos seguidos (contra Rumania y la URSS) decidieron darle las gracias y removerlo del cargo.

Posee otro merito, ¿hoy olvidado? Tiempo después de aquella efímera aventura en el banquillo nacional, en la temporada de 1973, condujo al Paris Saint German a la primera división. El PSG que hoy nada en millones de euros pero que sigue sin conseguir una copa europea importante.

 

Cada vez es más difícil marcar, sobre todo en estos tiempos de futbol ultradefensivo, donde el defenderse importa más que el ataque; la resistencia más que la picardía y el negocio más que la emoción. ¿Por eso vemos que jugadores como Messi o Mbappé, por aludir a los gladiadores de la última final, que han participado en dos o tres mundiales y apenas si tienen los mismos golesque don Justo (13 el argentino y 12 el de Francia)?

 

Un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre y de ese beso nace el ídolo, apunta Galeano en su libro Fútbol a sol y sombra. No tengo duda de que Fontaine fue eso, un idolazo y una leyenda, en una época en la que el dinero no era tan abrumador y la FIFA tan canalla.

Por algo Pelé, con quién jugó en aquellos días de 1958, lo incluyó en su lista de los mejores jugadores vivos desde siempre…