El fin de la historia y el último hombre (The End of History and the Last Man) es un libro de Francis Fukuyama de 1992, donde expone una polémica tesis: la historia, como lucha de ideologías, ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la Guerra Fría.

Como parte de un ensayo anterior de 1989, ¿El fin de la historia? Fukuyama explicaba el triunfo de las democracias liberales como efecto de la caída del comunismo en la URSS. Así, el fin de la historia se interpreta como el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas.

Después de leerlo, me sentí decepcionado porque en ese entonces un tercio de la humanidad vivía en un régimen comunistas. El libro causo muchas polémicas, se tradujo a 20 idiomas, y tuvo gran aceptación en el mundo occidental. Chao al comunismo y arrivederci a las guerras y revoluciones.

En el 1992, fecha de la publicación del libro de Fukuyama, el régimen comunista encabezado por Daniel Ortega, líder sandinista, había cedido el poder a Violeta Chamorro, una mujer liberal, que le ganó las elecciones para transformar a Nicaragua en una economía de mercado, devolviendo los bienes y empresas, incautadas y robadas a sus antiguos dueños.

22 años después Nicaragua cae nuevamente en manos de Daniel Ortega y su actual gobierno es aún más represivo y radical que el anterior, convirtiéndose en una dictadura de izquierda toxica y aberrante.

En ese mismo año, en Venezuela gobernaba Carlos Andrés Pérez, un liberal elegido democráticamente, pero en el 1999 Hugo Chávez llegó al poder y después se convirtió en un líder izquierdista que hundió a Venezuela, destruyendo su base productiva mediante nacionalizaciones y persecuciones a sus opositores. Para emporar las cosas, después de su muerte le sucedió en el poder Nicolas Madura, un perfecto patán de izquierda que ha llevado a Venezuela al fondo de un pozo oscuro.

Cuba era y todavía es un régimen comunista instalado hace 63 años. En muchos países de África paso lo mismo donde los comunistas derrocaron regímenes democráticos después del 1992.

Pero el peor error de Fukuyama fue no fijarse en China y limitarse a ver la caída de la URSS, creyendo que con eso el comunismo había llegado a su fin.

Sin embargo, ese comunismo comenzó a cambiar de cara y adopto, como el camaleón, nuevos colores a fin de sobrevivir y consolidarse.

China, con un régimen comunistas, y un partido que controla a 1,350 millones de chinos, abrió su economía a la inversión extranjera desesperada por mano de obra barata y atrajo a miles de empresas de todo tipo, especialmente tecnológica, lo que aprovecho para internalizar esos conocimientos y crecer a tasas de 9% y 10% por décadas.

Esto sucedió también en Vietnam, Laos y Camboya después de una larga guerra con Estados Unidos.

Hoy China es un competidor de Estados Unidos y podría dejarlo atrás en algunas décadas y no solo por su economía sino por sus avances tecnológicos.

Y así vemos otros países alrededor del mundo retrocediendo hacia la izquierda y derrotando al liberalismo que dominio el escenario político por muchos años. En Colombia, por primera vez sale elegido un presidente de izquierda en unas elecciones celebradas hace apenas dos semanas.

No hay fin de la historia. Hay ciclos históricos como los hay en la economía cuando crece o entra en recesión. La teoría de Michal Kalecki, economista polaco de gran renombre, fundamentada en rigurosos análisis matemáticos, demostró que la economía tiene fases de expansión que son seguidas de una depresión y ambas se mueven en ciclos. Y así ha sido en los últimos 100 años, contradiciendo muchas veces la teoría Keynesiana.

Para terminar, fue un error creer que la caída de la URSS convertiría a Rusia en un miembro de la OTAN o controlada por occidente. Ahora la Rusia de Putin, un alto jefe de la temible KGB, quiere volver a su pasado y retomar aquellos países que perdió durante el derrumbamiento del comunismo, comenzando con la invasión a Ucrania, su primer objetivo.

La guerra fría no solo volvió por sus fueros si no que la mano en el botón rojo esta más cerca que en la crisis de los misiles en Cuba.

No sé qué estará pensando el Sr. Fukuyama en este momento.