En el contexto de la semana de la filosofía la directora de la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales en el Campus de Santo Domingo, Dra. Alina Josefita Bello Dotel, invitó a otros dos filósofos y un servidor para abordar la cuestión de la filosofía y la democracia. Tema de gran relevancia en la actualidad debido a la bulla que meten los grupitos de ultraderecha en el país que buscan destruir el estado de derecho, la soberanía del pueblo dominicano y propagar ideas racistas y misóginas.

Es importante señalar como punto de partida que el uso del término democracia o los modelos políticos que reciben esa denominación en Occidente desde el siglo V antes de nuestra era en Grecia hasta el presente, no representan un concepto único, ni siquiera semejante, por lo que usar el término de manera acrítica no contribuye a clarificar la cuestión. Afirmar que es el gobierno del pueblo dice mucho y aclara poco. Podemos rescatar una observación de Platón y dos de Aristóteles que considero interesantes para lo que estamos dialogando aquí. Por supuesto tomando en pinzas la pretensión de estar hablando de lo mismo hace 2300 años y en el presente.

Para el primero era inconcebible que un buen gobierno estuviera determinado por la voluntad de la mayoría. Eso supondría sabiduría entre los productores, cuando únicamente los gobernantes son los que tienen ese elemento del alma más desarrollada. La masa ignorante del pueblo no tiene capacidad para distinguir la verdad de lo aparente. Por tanto, la democracia no garantiza -en cuanto mecanismos electorales- la escogencia de los mejores.

El estagirita aporta dos aspectos que son importantes para dialogar sobre la democracia actual. Primero que la sociabilidad es esencial al ser humano, somos animales políticos, animales sociales. Lo segundo es que él considera que la democracia -tal como la entendía en su tiempo- únicamente es posible en aquellas sociedades donde lo que hoy llamamos clase media es la mayoría. Donde los pobres son mayoría no hay posibilidad de un gobierno donde sus ciudadanos tengan independencia de sus gobernantes y por tanto son manipulables por las oligarquías y las tiranías. En el caso dominicano el pica-pollo, la botella de ron y 500 pesos gana muchos votos.

El modelo democrático actual proviene de la reflexión de varios pensadores europeos desde el sigo XVII y tres grandes revoluciones, la inglesa del siglo XVII, y la norteamericana y francesa del siglo XVIII. Este modelo político surge como el enfrentamiento entre hombres de ideas, políticos y militares, que asumieron el proyecto de derrocar a las monarquías absolutistas, y cambiarlo por una sociedad burguesa. Estos gestores del cambio más importante en la organización política occidental en los últimos 500 años pertenecían a lo que llamamos burgueses. Una clase social que surgió en el seno del modelo feudal, apoyada más en el comercio que en la propiedad del suelo, más en la producción de bienes que en la ostentación de títulos nobiliarios, demandando una creciente participación en los negocios de los Estados absolutistas y la financiación de las empresas gubernamentales. Llegado el momento la burguesía comenzó a cuestionar los impuestos demandados por los reyes y a demandar su participación política. Donde pudieron negociaron monarquías sometidas a parlamentos burgueses, donde no pudieron negociar, enfrentaron a tiro limpio al antiguo régimen y arrancaron cabezas (como en Francia) o fusilaron a toda la familia real (como en Rusia).

Un primer aporte -irónicamente opuesto a la democracia- lo tenemos en Hobbes, quien niega la sociabilidad del ser humano a la manera aristotélica y, por tanto, afirma la necesidad de una monarquía absolutista para evitar que los seres humanos se maten unos a otros. Su gran aporte es que plantea la necesidad de la racionalidad en el ordenamiento social, marginando las justificaciones religiosas propias de la escolástica y los primeros pensadores protestantes. El orden social se funda en un acuerdo, en un Contrato Social, para ceder al soberano, al monarca, todo el poder, como mecanismo que nos garantice la sobrevivencia y la seguridad de todos.

El otro pensador inglés destacado y que se le considera como del padre el liberalismo y por tanto de la democracia liberal, es John Locke. Opuesto a Hobbes considera que la sociabilidad es inherente al ser humano y el Contrato Social es un ordenamiento para establecer mecanismo que permitan delegar cuotas de poder, por determinado tiempo y bajo estrictas leyes, a quienes se escojan para ejercer funciones en el gobierno. En ningún caso la comunidad que pacta pierde su soberanía. Únicamente la sociedad es soberana. El ser humano es un ser racional que busca la felicidad; los hombres son libres e iguales; la propiedad es un derecho natural que no tiene por qué ser reconocida ni establecida por la autoridad. La democracia estadounidense es considerada como hija del modelo de Locke.

El otro caso significativo es el de Rousseau, quien en el siglo XVIII sienta los fundamentos de la revolución francesa, junto a los colegas que terminaron llamándose los enciclopedistas. El Contrato Social en Rousseau busca superar la situación del estado natural en el ser humano. Fuera del Estado el ser humano es naturalmente inocente, solitario, libre e independiente, vive en el presente, sin noción de futuro. Su preocupación esencial es la propia conservación y la supervivencia. Son egocéntricos, pero poseen una “compasión natural”: sienten espontáneamente piedad ante las penurias de otros seres humanos. En el Estado de Naturaleza los deseos de los hombres coinciden con sus necesidades naturales y por tanto son limitados, simples y se satisfacen fácilmente.

En el siguiente artículo seguiremos ahondando en el tema.